El relato corto le viene fenomenal a Jack Reacher, el gigantesco personaje de Lee Child que ahora triunfa en televisión con la serie de Prime Video. En su origen literario, que ahora edita en España Blatt & Ríos, se publica Sin segundo nombre: Diez historias de Jack Reacher, un conjunto de relatos cortos que van desde la aventura clásica del personaje hasta el cuento corto de Navidad y que exploran nuevas facetas del mismo, desde su (extinta) intimidad familiar hasta leves pero significativas anécdotas, que Child sabe teñir de una lacónica nostalgia.
No puede ser casualidad que algunos de los relatos de Sin segundo nombre se ambienten en Navidad. Es el caso del excelente «Sin habitaciones disponibles en el motel», donde Reacher observa el trasiego de turistas que se desplazan en esas fechas y hace un pequeño favor, o «Quizá tengan una tradición», lo más cercano que el personaje puede estar a un cuento gótico de fantasmas con misterio incluido. Los hay en su etapa adolescente, como «Segundo Hijo», en la policía militar o bien en su etapa de vagabundo (con alguna parada incluso fuera de EEUU). Todo regado con mucho café y con apenas un cepillo de dientes en el bolsillo.
Child ensaya con distintos narradores y ubica a Reacher en distintos lugares, no solo físicos, dentro de sus historias, que van desde la narración en primera persona hasta la aparición secundaria, o incluso alguna mera (pero trascendental) aparición estelar, pasando de observador u observado, de protagonista a deus ex machina. Uno se lleva una visión bien clara de quién es y qué hace el personaje que ahora encarna en televisión el inmenso Alan Ritchson, que en su niñez ya se declara como un verdadero psicópata ante el primer abusón que se encuentra en su camino. Su presencia en el mundo queda definida de una manera igual de elocuente que en las novelas.
En todas y cada una de las historias Lee Child despliega su celebrada concisión narrativa, que con el paso de los años se ha vestido adecuadamente para, incluso, parodiar la legendaria efectividad de su personaje según le conviene. La lucha contra los malotes de Reacher, siempre el más grande de todos ellos, sigue animada por diálogos fulgurantes y rápidos dirigidos siempre hacia un punch final enormemente satisfactorio para el lector y doloroso para los oponentes. Sus descripciones son limpias y representativas de la visión eminentemente práctica del mundo de un personaje que compatibiliza la fuerza bruta con una inteligencia sin igual, y que aquí añade notas de humor y una emotividad teñida de sombra.
Jack Reacher, sin segunda inicial ni segundo nombre, va dejando aquí y allí restos de su verdadero yo, con Child transcribiendo de manera solo aparentemente maquinal las aventuras de un personaje que trascendió hace mucho la novela de aeropuerto. La capacidad del autor británico de abordar su creación épica se revela aquí absolutamente dúctil, con emociones y acciones que dan una visión de un mundo, una cultura, en constante riesgo de perder su humanidad.
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