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Sir Antony Beevor, el historiador de guerra, visita Madrid

Sir Antony Beevor, el historiador de guerra, visita Madrid

Fotos: Rogorn Moradan.

Mucha gente encuentra los libros de Historia demasiado áridos y las novelas históricas demasiado poco fiables. Sir Antony Beevor es uno de los historiadores que han logrado encontrar el punto justo entre relatar hechos escrupulosamente reales y el hacerlo de una manera atrayente, incluso emotiva, que logra hacer que leer un tomo de setecientas páginas no sea una labor hercúlea, sino que enseguida se pida más. ¿El secreto? El combinar los grandes acontecimientos históricos con los testimonios pie a tierra de protagonistas sin fama, civiles o soldados, que estaban allí aquel día y dejaron testimonio de ello. Un testimonio que, gracias a Beevor y sus colaboradores, sale así de las profundidades de archivos, museos y colecciones para ilustrar de manera poderosa, fehaciente y ya para siempre jamás los momentos más dramáticos de la historia del siglo XX. Porque, a todo esto, hay que mencionar que Beevor se llama a sí mismo «historiador de guerra», y que su especialidad es la Segunda Guerra Mundial (ocho de sus doce libros de Historia tratan sobre este conflicto en concreto), aunque también ha tratado la Revolución Rusa y la Guerra Civil Española, que fue de hecho por donde empezó su carrera de historiador tras pasar por una época de novelista de la que no se siente orgulloso, y antes por haber sido él mismo militar de uniforme en los años 60 (llegando a teniente de húsares). A iniciativa del Festival Eñe, sir Antony estuvo en Madrid los días 14 y 15 de noviembre protagonizando dos charlas, una en la Casa del Libro y otra en el Círculo de Bellas Artes.

«Puede parecer un poco pedante, pero siempre he rehusado llamarme «historiador militar», prefiriendo «historiador de guerra», porque, siguiendo al gran profesor Michael Howard, no deberíamos concentrarnos más en los movimientos de tropas y ejércitos que en las experiencias de los civiles, mujeres, ancianos y niños que sufren», comentó en la Casa del Libro, ante unos cincuenta asistentes, vestido de impecable traje con corbata roja. «De esta forma se puede hablar de la totalidad de lo que es la guerra, no solo de lo que ocurre en los campos de batalla. La Historia ha cambiado mucho, porque en el pasado se escribía en términos colectivos, «otorgada desde arriba», de una manera muy anticuada, y esto solo empezó a cambiar hace treinta o cuarenta años. La ventaja que tenemos los historiadores británicos, y algunos norteamericanos, es que desde Edward Gibbon en el siglo XVIII veíamos la Historia como una rama de la literatura, y no como una ciencia, como por ejemplo los alemanes».

"Ningún historiador puede ser completamente objetivo, y por eso rechazo esa idea alemana de que la Historia pueda tratarse como una ciencia"

La presentadora del encuentro, la periodista, escritora y librera argentina Raquel Garzón, mencionó los trucos de James Joyce para inspirarse al escribir. Beevor comenzó como novelista pero, sin llegar a repudiar los relatos que escribió, no los tiene en gran estima. Sin embargo, sí que considera importante el papel de la imaginación en un escritor de libros de historia. «A Gabriel García Márquez, mientras vivía en París, era el hecho de estar aterido de frío en su piso, escribiendo al lado del radiador, lo que le inspiraba para recordar mejor el calor de las junglas de su patria, así que, paradójicamente, podía escribir mejor desde el exilio que desde Colombia. De forma similar, yo no escribo ficción, pero usar la imaginación es importante, así que uno ha de extraer el detalle humano de los archivos (cartas, diarios), para reflejarlo en medio de algo tan deshumanizador como la guerra».

Para sus libros, Sir Antony ha consultado miles de documentos en decenas de archivos, y no todos son aburridos informes de campo. Al contrario, el sentimiento humano aparece por doquier, causando gran efecto en el investigador. «Trabajando en los archivos rusos, yo estaba pendiente de la exactitud de los detalles históricos, evitando reacciones emotivas, pero mi colaboradora desde hace ya 26 años, Liuba Vinográdova, lloraba cuando leía testimonios sobre las violaciones en masa del Ejército Rojo en Alemania. Como rusa, no podía haber imaginado hasta qué punto se había llegado en algunas cosas, ocultas hasta entonces. A mí el efecto solía golpearme tres días después, en plena noche. Incluso años más tarde me llegaba, como si fuera un sueño, la sensación de lo que debía significar un solo plato de comida para diez personas en Stalingrado durante el asedio nazi. No es una cuestión de imaginación sino de que los detalles que has absorbido durante tus investigaciones acaban emergiendo».

Una cuestión recurrente es la de la objetividad en la historiografía y su relación con la ética. «Aunque deba intentarlo, ningún historiador puede ser completamente objetivo, y por eso rechazo esa idea alemana que mencioné antes de que la Historia pueda tratarse como una ciencia: no se pueden obtener resultados de un experimento histórico en un laboratorio. Pero sí creo que los juicios morales se le deben dejar al lector tanto como sea posible. El papel del historiador es, pues, explicar las cosas de la manera más clara que se pueda. Cuando se habla de «el mal», por ejemplo, ¿qué es «el mal»? ¿Es un concepto religioso, filosófico, una manifestación de enfermedad mental? Estas no son preguntas que un historiador pueda responder, están más allá de nuestro cometido». De nuevo, pone el ejemplo de un caso sacado de los archivos que ha consultado: «Una de las cosas que más me horrorizaron de los archivos franceses en Caen sobre el Desembarco de Normandía fue el caso de los alsacianos (región con abundancia de franceses de origen alemán) que fueron obligados a unirse al ejército nazi, especialmente en las SS. Uno de ellos, exhausto física y mentalmente, intentó escapar, fue capturado, su oficial ordenó que sus compañeros lo mataran de una paliza, y el caso se presentó ante las demás unidades como un ejemplo de alta camaradería. Es un ejemplo de cómo no se pueden hacer generalizaciones morales, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial».

"La Guerra Civil Rusa destacó por su horror y crueldad"

La mayoría del encuentro trataba cuestiones de visión más amplia, como la labor del historiador y la política internacional, pero, como gran experto en la Segunda Guerra Mundial, Beevor estaba preparado para responder cualquier duda puntual del público sobre libros desde el bando alemán o momentos clave en la contienda. «Ha habido muchos buenos libros sobre los alemanes en el Día D, describiendo por ejemplo su sufrimiento por no tener posibilidad de elección, y yo intento reflejar esto en mis obras: que en una guerra totalitaria nadie puede controlar su destino. Hay una discusión sobre el punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial, y una de las teorías es que el punto geopolítico fue en diciembre de 1941, con la entrada de Estados Unidos en la guerra y cuando el Ejército Rojo logró bloquear a los alemanes en Moscú. Pero el psicológico fue Stalingrado, cuando el resto del mundo se dio cuenta no solo de que los nazis no iban a ganar, sino de que la guerra acabaría en Berlín. Incluso desde Chile, Pablo Neruda estaba escribiendo uno de sus grandes poemas, «Homenaje a Stalingrado». Otros mencionan Kursk, pero no, Stalingrado fue el punto clave. También es muy interesante que aún hoy hay teorías conspirativas neonazis sobre por qué los alemanes perdieron la guerra tras el Día D. El jefe de personal del mariscal Rommel era parte del movimiento de oposición a Hitler, y se lo presenta como ejemplo de la «teoría de la puñalada en la espalda», que venía desde la Primera Guerra Mundial, de la que se culpaba a judíos y comunistas, y que en la Segunda recayó sobre aristócratas y oficiales al servicio directo de los generales».

La guerra ha sido cruel en todas las épocas de la Humanidad, pero el siglo XX aumentó su escala, empezando por Rusia. «Creo que los historiadores alemanes tenían razón cuando decían que la Primera Guerra Mundial fue la «catástrofe original» del siglo XX, pero la Guerra Civil Rusa destacó por su horror y crueldad. Yo he escrito también sobre la Guerra Civil Española, y es cierto que ambos bandos aquí actuaron cruelmente y ejecutaron a personas, pero sin llegar al nivel de sadismo que se vio en Rusia. Hablando con colegas, resulta difícil saber de dónde venía ese sadismo. Algunos mencionan las invasiones mongolas de principios de la Edad Media, y otros que Rusia nunca tuvo la Ilustración que sí tuvo Occidente, y que por tanto la actitud rusa hacia la guerra era la del terrorismo total, incluyendo el tratar a sus propios soldados casi tan mal como a sus enemigos. Recuerdo descubrir, cuando estaba investigando en los archivos rusos en la década de 1990, que durante la Segunda Guerra Mundial había unos cinco mil suicidios al año entre los nuevos reclutas debido a los malos tratos, también en Ucrania. ¿De dónde venía toda esta deshumanización?».

"En algunos lugares la extrema izquierda y la extrema derecha acaban tocándose, como en la Alemania de hoy"

La Revolución Rusa es el conflicto más temprano sobre el que Beevor ha escrito, y él lo considera de gran importancia, ya que de él proceden las grandes divisiones de la política y las relaciones internacionales de hoy. «Lo importante es que esta horrorosa crueldad destructiva tuvo un efecto por toda Europa, y luego por todo el mundo, creando una brecha, una división, entre rojos y blancos, izquierda y derecha, comunistas y nazis». Ni siquiera la Guerra Civil Española se libró de la influencia. «Rusia creó un patrón que afectó a todo el siglo XX, incluyendo a España en los años 30, con el temor de la burguesía a ser masacrados tras oír algunos discursos de Largo Caballero, y también en la extrema derecha con Calvo Sotelo y sus amenazas de muerte por doquier. Hacia el año 2005 o 2006 un historiador español me dijo: «Pero las palabras no matan». Y lo siento, pero sí que pueden matar, y es una lección que deberíamos aprender hoy». ¿Y en la actualidad, qué divisiones sigue habiendo en nuestro mundo? «En nuestros días ha habido un cambio, pero incluso tras el final de la Guerra Fría sigue habiendo divisiones, aunque ahora, más que izquierdas contra derechas, es más una cuestión de autócratas contra demócratas. Anne Appelbaum tiene un libro interesante sobre este tema, Autocracia S. A., donde habla de cómo los dictadores de Rusia, China, Venezuela o Corea del Norte están aproximándose en un bloque que ya no responde automáticamente a izquierdas contra derechas, sino que en algunos lugares la extrema izquierda y la extrema derecha acaban tocándose, como en la Alemania de hoy con los partidos Die Linke y AfD».

El segundo evento en el que participó sir Antony, al que asistió su esposa, Lady Beevor, la escritora Artemis Cooper, fue una conversación ya sin corbata, moderada por Alberto Ojeda, director de El Cultural de El Mundo, con Nicolás Sesma, profesor de la Universidad de Grenoble Alpes y autor este mismo año de Ni una, ni grande ni libre: La dictadura franquista. El título de la reunión era «Lecciones de la historia que no deberíamos volver a repetir», y durante ella Beevor unió el final de la Guerra Fría con la política de hoy: «Los políticos no deberían hacer promesas que luego no pueden cumplir, y esto es un problema en todos los países. Hacia 1989-90 hubo una gran explosión de júbilo con la caída del Muro de Berlín y el final del Telón de Acero, pero eso coincidió también con la desregulación del sistema bancario y financiero internacional. Luego llegó la globalización e internet, que hizo posible el poder comprar cualquier cosa desde cualquier lugar del mundo, pero también facilitó la posibilidad de encontrar la mano de obra más barata. Y entonces algunos políticos empezaron a hablar de «el final de la Historia», del «dividendo de la paz», de que ya no hacía falta gastar dinero en fuerzas armadas… Se hicieron unas ilusiones tremendas, impulsadas por una explosión económica enorme… hasta el año 2008, cuando con la crisis económica la gente de repente se asustó otra vez y ya no sabía cómo se iba a desarrollar el futuro: la economía cambió, llegaron los contratos de cero horas y la población sentía que había perdido el control sobre sus vidas. Y el problema de las promesas políticas es que los políticos tienen que dar la impresión de que lo tienen todo controlado, cuando la verdad es que en este mundo globalizado tienen muy poco control».

"Trump es alguien que a menudo suelta proclamas extremas precisamente para provocar reacciones en sus rivales o asustar a la gente, y luego resulta comparativamente razonable"

La economía se ha presentado como la principal razón de la reciente victoria electoral de Donald Trump, y Beevor estaba de acuerdo: «Una de las razones por las que Trump ha ganado las elecciones en Estados Unidos es por el tema de la inflación. Se le echó la culpa de esto a Joe Biden y Kamala Harris, cuando era un fenómeno global, debido en parte a la covid y en parte a la invasión rusa de Ucrania, que incrementó enormemente los precios de la energía, y sobre el que el presidente estadounidense no tenía ningún control. A Biden se le puede criticar por otras cosas, pero la inflación en su país no fue responsabilidad completamente suya«.

Sin embargo, si hay culpas, hay más gente entre quien repartirlas. Pidiendo disculpas a Raquel Garzón, el día anterior había subrayado que «los periodistas tienen cierta responsabilidad también, porque en el pasado algunos medios pecaban de ser demasiado serviles con los políticos. Un conocido periodista inglés solía decir que al principio de su carrera uno se acercaba a los políticos casi de rodillas para rogarle que compartiera con él sus pensamientos sobre el tema que fuera, mientras que al final de su carrera los ministros estaban intentando frecuentar los mismos clubes sociales que los editores de los periódicos, para así tener buena cobertura informativa. La relación entre los políticos y los medios había dado un giro de 180 grados. Un famoso presentador televisivo, Jean-Claude Narcy, decía, muy a la francesa, que en su país era muy fácil: los políticos de allí solo tenían que procurar que sus amantes fueran periodistas… En suma, que la necesidad de los políticos de estar en control cuando no lo están va a provocar muchas de las crisis de hoy en día».

Volviendo a Trump, Sesma y Ojeda preguntaron a Beevor directamente: «¿Es Trump un fascista?». «En potencia, sí», contestó el escritor inglés. «Lo que es también es impredecible. Con él es difícil saber qué parte de lo que dice tomarse en serio. Si vamos a ver o no una marea de gente joven por las calles con gorras rojas MAGA (Make America Great Again), no lo sé, pero lo que es terrorífico es el «Proyecto 2025», hecho por gente de su círculo que es mucho más extrema que él y que cualquier otra administración estadounidense anterior, y que está obsesionada con cambiar el país. Eso solo puede hacerse a través de tener el poder y amenazando, así que los próximos años (de hecho, el próximo año) va a dar mucho miedo a mucha gente en Estados Unidos, sobre todo quien no quiera ver una sociedad extrema y patriarcal que nos recuerde a El cuento de la criada, de Margaret Atwood. Será una dictadura si llega a hacerse realidad».

"Europa no está indefensa, pero sí está en una postura debido a la cual Putin probablemente piense que Europa no se defendería, y eso es peligroso."

¿Y qué repercusiones tendrá esto a nivel internacional? «Trump es alguien que a menudo suelta proclamas extremas precisamente para provocar reacciones en sus rivales o asustar a la gente, y luego resulta comparativamente razonable. Su táctica de negociación, según escribió en su libro The Art of the Deal, es asustar a cualquiera que vaya a hacer tratos con él, y por eso va diciendo cosas terribles sobre tarifas y otras cosas, porque cree que eso lo coloca en una posición de poder, pero muy a menudo luego no termina siendo tan extremo como parece. Lo preocupante es ese «Proyecto 2025» que ha preparado la gente de su círculo, y que es absolutamente terrorífico. Desde luego, Trump nunca aceptará el hecho de que fue él, más que Biden, el mayor responsable del desastre de Afganistán: «Yo me voy de aquí, y si vienen los talibanes, que vengan». Pero una cosa que Trump sabe es que Europa ha perdido comba con respecto a Estados Unidos en temas de defensa militar, a excepción quizá de Polonia y Escandinavia (Polonia está gastando el 4% de su PIB en sus fuerzas armadas). Yo no me atrevería a hacer predicciones ahora mismo sobre su próxima presidencia, pero pronto saldremos de dudas. ¿Quién sabe cómo tratará con Putin?».

Si aparece Trump por un lado, tenía que aparecer Putin también por el otro, no en vano estábamos en un teatro, el espacio Fernando de Rojas, ya con butacas, focos y escenario elevado. Al respecto, sir Antony dijo: «Europa no está indefensa, pero sí está en una postura debido a la cual Putin probablemente piense que Europa no se defendería, y eso es peligroso. No vamos a llegar a una guerra abierta, pero Putin prefiere un tipo de métodos de guerra híbridos, volando por debajo del radar, donde pueda negar responsabilidades sobre lo que haya hecho. Sin embargo, hay que tener en cuenta que Putin es el gangster jefe de un estado gangster, con sus asesinatos políticos y demás. En febrero de 2000 envió a Anatoly Sobchak, el alcalde de San Petersburgo, a Kaliningrado, y él y sus dos guardaespaldas murieron con una diferencia de solo unos minutos. Así que está claro que aquello no fueron infartos, fue novichok. Putin está absolutamente obsesionado con la Historia, con fechas históricas y con la importancia que les atribuye, hasta el punto de que algunos de los asesinatos llevados a cabo por la GRU y otros agentes, como el de Anna Politkóvskaya, ocurrieron en el día del cumpleaños de Putin o en otros aniversarios famosos. Es terrorífico que uno tenga que andar pendiente del calendario para prever qué pueda pasar».

El lugar más candente donde estos dos políticos van a ser de gran influencia es, obviamente, Ucrania. ¿Nos estamos olvidando de ella? «Al principio hubo un movimiento de solidaridad en Europa con respecto a Ucrania, e incluso por parte de la OTAN, debido al shock causado, que despertó los mejores instintos de la humanidad, pero la invasión rusa exacerbó la inflación internacional que ya había causado la covid, y desafortunadamente hemos asistido después a lo que se puede llamar «fatiga de la compasión», llegando a preguntar por qué estamos gastando tanto dinero en lo de Ucrania cuando tenemos todos estos problemas en casa. La solidaridad no duró mucho antes de que comenzara el cinismo, y además la gente «se acostumbró» a la guerra. No los que la sufren en primera línea, por supuesto, pero sí quienes la veían de lejos».

"Si se considera que todas las guerras tienen que terminar mediante una negociación, ¿cómo se va a negociar con alguien como Putin, en quien no se puede confiar?"

El historiador de guerra aparece enseguida, analizando también la cara militar y tecnológica del conflicto: «El presidente ucraniano, tras mostrar un gran liderazgo, se obsesionó desafortunadamente con el tema del territorio y de nunca retirarse, lo cual causó incluso que algunas armas de las que recibieron se usaran de manera incorrecta, atacando líneas defensivas por ejemplo, para lo que no estaban diseñadas. Si se hubiera fijado en lecciones del pasado, habría podido ver que, como en la guerra chino-japonesa o en las invasiones que la propia Rusia ha sufrido, cuando tienes gran cantidad de territorio, como Ucrania tiene, puedes retirarte temporalmente, para estirar las líneas enemigas y alejarlas de sus bases, y después contraatacar. Es fascinante ver que en la guerra de Ucrania hay aspectos casi de la Primera Guerra Mundial, como zanjas y trincheras, y aspectos casi futuristas, como los drones y las armas enteramente automatizadas. Esto también es algo terrorífico para el futuro. Por ejemplo, en las operaciones de Bolsa, los corredores que tengan medio segundo de ventaja a la hora de cerrarlas son los que van a ganar al hacer negocios, pero esa ventaja se va a conseguir a base de eliminar el factor humano o, en el caso de la guerra, de eliminar el factor humanitario, de poder mitigar la destrucción y la crueldad innecesarias que solo los humanos podemos ver y estimar. Los chinos ya están desarrollando sistemas de armamento donde son las propias armas las que toman todas las decisiones completamente».

¿Y tiene visos de acabar esto pronto, y con qué resultado? «Si se considera que todas las guerras tienen que terminar mediante una negociación, ¿cómo se va a negociar con alguien como Putin, en quien no se puede confiar? En tiempos del comunismo se podía confiar en que si alguna vez se llegaba a un acuerdo con los chinos o soviéticos en algo, lo cumplirían, pero hoy no se puede confiar en la diplomacia tradicional. Cualquier acuerdo con Putin está a expensas de que Putin decida cambiar de opinión cuando quiera porque crea que se puede salir con la suya. En esto Trump y él se parecen: no creen en la necesidad de mantener su palabra. De forma que si Trump le dice, por ejemplo, a Zelenski «no te apoyo más a no ser que firmes una paz con Putin aunque sea aceptando una pérdida parcial de territorio», los ucranianos no lo aceptarán, porque por muy firmado que estuviera, Putin podría volver a intentar impunemente arrebatarles más territorio. Así que no veo cómo puede terminar esta guerra».

Aunque parezca lejana, la situación en Ucrania debería preocupar más en un Occidente actualmente mal armado: «Si la situación empeora, los países europeos tendrían que gastar más dinero en defensa. En los últimos años, Alemania ha sido uno de los países menos inclinados al gasto militar, con más del 40% de la población diciendo que no apoyaba a la OTAN, pero las opiniones están cambiando ahora. Putin seguramente cree que Europa Occidental no puede, ni tiene muchas ganas de tener que defenderse. El Reino Unido tampoco está gastando mucho en defensa, y el armamento que le está proporcionando a Ucrania no está siendo reemplazado. España creo que no está ni siquiera cerca de donde debería estar en este sentido, en términos de porcentaje del PIB que se dedica a las Fuerzas Armadas. Escandinavia y Polonia son los únicos que tienen un nivel apropiado, de forma que se está produciendo una división en Europa (otra más) en este asunto: los de primera línea en términos de proximidad a Rusia, y los más alejados, que no están preparados para contribuir tanto como los primeros. Desde la caída del Muro de Berlín el gasto militar cada vez ha sido más impopular, con los votantes y los gobiernos más deseosos de gastar el dinero en programas sociales y de bienestar, y dar marcha atrás a eso va a ser muy difícil».

"Es curioso que los países que se están mostrando más en contra de la inmigración ahora mismo son aquellos con menor número de inmigrantes, como Hungría o Polonia"

Y ya que nos habíamos movido hacia el Oeste, la Unión Europea fue otro de los temas de discusión: «La falta de memoria histórica es un factor contribuyente, pero la paradoja de contradicción fundamental a la que siempre se enfrentará la Unión Europea y su ideal es que cuanto más, precisamente, «unida» quiera estar más reacción en contra va a provocar, porque la única manera de «unirse» es regular todo al máximo, causando como consecuencia resentimientos y frustraciones, que es lo que se quería evitar. Por eso el euroescepticismo está aumentando en muchos lugares, a menudo entre gente joven, que son los votantes de ahora y del futuro, mientras que la gente más mayor quizá todavía sí crea en ese ideal original. En Francia una encuesta ha dicho que el 24% de la población apoya que se saque al ejército a la calle».

La inmigración será, desde el punto de vista de Beevor, uno de los problemas más espinosos, incluso desde un punto de vista moral: «Aún no hemos visto las oleadas de inmigración que vendrán en el futuro, causadas no solo por caos, guerras o estados fallidos y represores, sino por el cambio climático y otros factores económicos, tanto de África como de Oriente Medio. Y entonces Europa se enfrentará a un terrible dilema moral. ¿Se construirán muros a lo Trump, en el nombre quizá de salvar nuestras democracias? ¿Cuál es el número adecuado de inmigrantes al que permitir el paso? Es otro ejemplo de miedo al cambio, en especial a un cambio demasiado repentino. Además, quienes toman las decisiones políticas lo harán presionados por los votantes que piden constantemente mantener bajo el número de inmigrantes. Por otra parte, es curioso que los países que se están mostrando más en contra de la inmigración ahora mismo son aquellos con menor número de inmigrantes, como Hungría o Polonia. En definitiva, va a ser difícil tener un debate sincero sobre este asunto».

Con los últimos triunfos de las derechas más autoritarias, ¿está el ideal progresista en peligro? «El progresismo está sufriendo una crisis, porque en este momento cualquier idea de avance social liberal, particularmente en Estados Unidos, pero también en Europa, está intentando ser empujada para atrás. El problema es que toda sociedad humana se adapta muy lentamente a las nuevas ideas, y esto puede ser por diversos motivos. En Estados Unidos, por ejemplo, avances deseables como el antirracismo o los derechos de los homosexuales y los transexuales se han visto obstaculizados no ya por los votantes blancos de Trump, sino por otros grupos de población, como los latinos, una parte de los cuales se ha unido a la reacción contra la idea de unas élites liberales universitarias de izquierdas, a veces por motivos culturales o religiosos. Los demócratas estaban equivocados si pensaban que no importaba perder a algunos votantes blancos de clases trabajadora porque podrían compensarlo con votantes de otras minorías étnicas. Y no ha sido así: Trump ha tenido más votantes negros y latinos que cualquier otro político republicano en la Historia. Beevor mostró además su preocupación por «el aumento de la misoginia entre los varones más jóvenes del país, como demuestran lemas que se empiezan a oír como «de vuelta a la cocina» o «tu cuerpo, mi decisión». Incluso los chicos en las escuelas repiten estas cosas a las chicas, como dando la idea de que «volvemos a tener el poder». Hay una «guerra de género» muy fuerte en Estados Unidos. No es tanto make America great again como make American males great again, lo cual da miedo».

"Después de la muerte de Franco hubo un periodo en el que la gente no hablaba del pasado"

Y no podía faltar un acercamiento a España y Francia y los caminos que han recorrido desde la sus guerras en el siglo XX: «Después de la muerte de Franco hubo un periodo en el que la gente no hablaba del pasado, y cuando Franco murió hubo una gran admiración internacional por la forma tan rápida en que España se transformó sin dejarse arrastrar por el pasado, pero el problema es que no en todos los casos quedó superado, sino simplemente suprimido, tapado. En Francia pasó algo similar, con esa idea de que ahora resultaba que todo el mundo estuvo en la Resistencia, que sabemos que era mentira, pero durante un tiempo fue útil para todos, desde De Gaulle a los comunistas, fingir que el país estaba unido, cuando no lo estaba, para evitar una guerra civil en 1944, que estuvo muy cerca de ocurrir. En los dos casos es un poco como poner un vendaje fuerte a una herida: por ahora detiene el sangrado, pero si no lo cambias y dejas que se airee, la herida se infectará. Cuando a principios de siglo mi editorial española, Crítica, me sugirió rehacer mi libro La Guerra Civil Española (The Battle for Spain), inicialmente publicado en 1982, le dije a Gonzalo Pontón, mi traductor y colaborador, que si los españoles no estaban hartos de que vinieran ingleses de fuera a escribir sobre su Historia, y él me respondió: «Huy, no, de eso nada, no lo entiendes. La mayoría de los españoles aún no están preparados para escribir sobre la Guerra Civil, porque es un cometido lleno de peligros. Es más fácil para un extranjero». Y Hugh Thomas fue uno de los primeros en demostrarlo en España, como Robert Paxton (con quien Sesma ha trabajado) lo fue en Francia, pero quizá en España se dejó hasta un poco demasiado tarde y se acabó politizando todo».

Y una anécdota para terminar, tras pregunta del público de la Casa del Libro: «La película Enemigo a las puertas no está basada en mis libros, no, y es gracioso, porque el director, Jean-Jacques Annaud, me invitó al rodaje y le dije: «Mira, tú sabes que estamos investigando en los archivos rusos, y que sepas que la historia esta del duelo entre francotiradores no es real, sino una invención muy astuta de la propaganda roja». Y él me respondió: «Oh, pero Antony, ¿quién puede saber en realidad dónde acaba el mito y empieza la verdad?», lo cual es maravillosamente francés».

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