De los héroes, Jasón es posiblemente el más débil, ya que necesita de Medea para conseguir el vellocino de oro. En un momento determinado, mientras huyen del rey Eetes (padre de Medea), a Medea no se le ocurre otra cosa que matar y descuartizar a su propio hermano y tirarlo por la borda para que a su padre no le quede más remedio que entretenerse recogiendo los trozos. Esa es la clase de héroe que es Jasón, uno que requiere de fieles enamorados dispuestos a cometer la peor bajeza por ellos, tanto para que puedan obtener el vellocino como para que puedan huir con este.
De nuestros héroes actuales —tal vez no quepa duda— los políticos son los más débiles, y pareciera que cuanto más débiles, peor, más enamorados descuartizadores dispuestos a darlo todo por ellos. En un tiempo y en un lugar (siglo XXI en Occidente) en el que ya no se estilan las prácticas mafiosas de la política de tiempos no tan lejanos y sociedades menos democráticas (libres de expresión que estamos, con esa misma expresión digitalizada e, incluso, la posibilidad de cierto anonimato en internet), ha proliferado un fenómeno singular: de pronto, hay demasiadas Medeas, sobre todo en la red, dispuestas a perder la mañana, la tarde y la madrugada, si hace falta, defendiendo a su amado PP o Psoe o Sánchez o Ayuso o Yolanda Díaz o Feijoo (por citar solo los que en este momento se encuentran en cabeza de la política en España, aunque esto es algo extensible a multitud de personalidades públicas). Y cómo los defiende Medea: reventando la posibilidad de libertad de expresión que el espacio de los comentarios de las ediciones digitales de los periódicos propicia; descuartizando o envenenando, como cuando Medea ofrece a Jasón una pócima con la que dormir al dragón, gracias a lo cual este puede salvar la dificultad y hacerse con el vellocino.
Recuerdo una ocasión, por ejemplo, en la que una información de El País (una empresa, en la que aconsejaba un ex político en su momento responsable de haber privatizado determinados servicios de la sanidad pública, había obtenido la adjudicación de esos servicios por parte de seis hospitales, un buen negocio) suscitó más de 5.000 comentarios en la edición digital del periódico, pero no de debate y argumentos y reflexiones, sino, además y sobre todo, de defensores del político que, anónimamente, se dedicaron a subir a los comentarios cualquier cosa que no tuviera nada que ver con la información vertida en el artículo (comentarios absurdos, canciones, links insospechados) cuando no se dedicaron a insultar y amenazar a los críticos. Más de 5.000 comentarios de realidad envenenada y descuartizada por unos pocos, en tan solo unas horas, para que el-héroe-del-partido-amado (o, también, el-amado-héroe-del-partido), no “sufriese” con la opinión que el dato expuesto suscitó entre las gentes de bien y los justicieros escarniadores de turno, que esos son otros, aunque el justiciero escarniador aún se legitima cuando lo hace en justicia y con mesura, y a las Medeas no las legitima ni su amor al héroe, un amor no correspondido; cuando no se trata de un amor, en realidad, a sí mismas, que no requiere correspondencia porque en el otro no ven más que la encarnación de sus propias ideas; ideológicas Medeas narcisistas.
The Master, la excepcional película de Paul Thomas Anderson protagonizada por Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman, es un buen espécimen moderno de las relaciones de Jasón y la hija de Eetes. Ahí podemos observar cómo, cuando alguien cuestiona a su amado (líder), el personaje encarnado por Joaquin Phoenix, la particular Medea de este caso, no duda en tomar la calle de en medio en su defensa. “A ver, a quién hay que romperle las piernas”. Los anónimos enamorados —de los líderes o partidos políticos— que se dedican a descuartizar anónimamente cualquier posibilidad de libertad de expresión que pudiera ser negativa para estos, tienen en este personaje protagonista la gestualidad de cuando eso mismo que ellos hacen por ordenador, desde el sofá, se realiza en persona. También tendrán la oportunidad de comprender cómo aquello que realmente son, solo es importante, finalmente, si consiguen librarse de su amor absurdo.
Por cierto, al día siguiente de tan demencial defensa en los comentarios de aquella información de El País, el ex político dimitió como consejero de la empresa beneficiada. De nada sirvió la porquerización del debate en los comentarios.
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