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Sobre los bares y librerías, el asunto no es como lo pintan

Sobre los bares y librerías, el asunto no es como lo pintan

En los últimos quince días, dos cifras relucen como un balazo en el espejo. La primera: más de la mitad de las librerías independientes en España facturan menos de 90.000 euros al año, es decir: son más y viven peor. La segunda: el gasto medio anual por hogar en bienes y servicios culturales en España fue de 764,4 euros y el gasto medio por persona se situó en 306,7 euros, es decir: tres veces menos que el gasto por familia en bares y restaurantes, que en 2016 fue de 2.780 euros. Por mucho que intentemos darle la vuelta, algo en esos números no cuaja. Que no pasa nada por honrar la vida con una caña, lo extraño es la dieta a la que se someten quienes se privan del aperitivo de la cultura. Así lo indica, a gritos, el tejido raquítico de su consumo en nuestro país. Que si escribir en Madrid es llorar, hablar de Cultura es ahogarse en el mar de aquellas lágrimas.

"El asunto no va de subvenciones, sino en la forma de entender qué es crear y qué es consumir cultura. Cuál es la ecuación que falla, que no termina de afianzar un mercado cultural como en otras sociedades: la francesa."

Que estamos mejor es algo que nadie duda, si se compara con los años oscuros de la crisis en 2012. El crecimiento del sector librerías se ralentiza, pero continúa su tendencia a la recuperación. Ese es el diagnóstico del  Observatorio de las Librerías correspondiente a 2016, que dio a conocer la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros. Son optimistas los libreros, ya pueden, acaso para no claudicar y bajar la persiana de sus establecimientos. Según las cifras del estudio, al final de 2016 en España existían 3.967 librerías independientes, un incremento del 3,7% con respecto al censo de 2015, en el que se registró un porcentaje de crecimiento algo más alto, del 4,76%. Los ingresos —en conjunto— también suben: 763.181.739 euros de facturación en 2016 frente a los 736.409.644 de 2015, es decir, un 3.64%. El problema está en el detalle, en la letra pequeña: el porcentaje de crecimiento, eso sí, es menos alto con respecto a 2014. En otras palabras, ¿realmente existe tal cosa como una mejoría?

El asunto no va de subvenciones, sino en la forma de entender qué es crear y qué es consumir cultura. Cuál es la ecuación que falla, dónde está la fisura de este hueso astillado, que no termina de afianzar un mercado cultural como en otras sociedades: la francesa, por ejemplo. La costumbre y la protección de lo cultural, no como guarida de creadores que viven de la subvención, sino como una noción de mercado donde el ciudadano entiende como igual de necesario el pan horneado de la lectura y la educación, el vestido para cubrirse o el vino para brindar. ¿Cuál es el tamaño de la brecha? ¿Y de dónde proviene el desconocimiento por la ilustración o lo ilustrado?

"El hecho de que los españoles gasten cuatro veces más en bares que en cultura, es decir libros, películas, música, teatro, museos, le ha servido a más de uno para el zafio chiste del buen vivir y de que en el bar la vida es más sabrosa."

Muy entretenida anda Elvira Roca Barea en blandir la leyenda negra contra todo y contra todos, destripar la baja estima nacional en la difamación que esparcieron protestantes y renacentistas para decir, caramba, que España era un país atrasado y bárbaro. A la señora Barea, que le gusta el garrotazo aunque reniegue de él, anda indultando gente sin reparar en algo muy anterior: hacer sangre por hacer sangre no sirve de nada. A cuenta de qué la cita a la señora historiadora, pues en un asunto capital: la existencia de una inteligencia que parece dedicarse no a arrimar el hombro por un discurso afirmativo, sino para perpetuar el harakiri. En esa herida patria, en su sangramiento continuado, está el origen de las cifras que encabezan este libelo que esta semana escribe un servidor. El fantasma de un escritor que se voló la tapa de los sesos ante la angustia de no comprender la España del XIX, a la que tantas páginas dedicó y que tan poco se leen hoy. No saber, lastra. No saber, empuja a la estulticia y aúpa cualquier ensoñación populista, ocurra ya en Madrid o en Cataluña.

El hecho de que los españoles gasten cuatro veces más en bares que en cultura, es decir libros, películas, música, teatro, museos, le ha servido a más de uno para el zafio chiste del buen vivir y de que en el bar la vida es más sabrosa. Sí claro, lo será. Pero no, claro está, mudarse a vivir a la taberna y echar el cerrojo a las ideas y la tolerancia. Repite a menudo don Arturo Pérez-Reverte que, más que ideología, él tiene biblioteca. Y sí, lleva razón el novelista. Que hay que comprar más libros y menos lotería. Pase lo que pase, la fortuna llegará. El hueso roto dejará, quizá, de roer nuestra propia y festiva amargura.

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