La opera prima de Leticia G. Domínguez es una novela de carácter confesional en la que la narradora rememora su infancia como niña en un hogar cualquiera del Madrid de los 90. Como cuenta la propia autora en este texto, la historia “surgió de un sentimiento muy grande de rebelión contra esa imagen ideal de la familia a la que nos aferramos en la sociedad y que deja solos a muchos hijos e hijas”. Una novela afilada que no deja indiferente.
En este making of Leticia G. Domínguez cuenta los orígenes de Papá nos quiere (Caballo de Troya).
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Papá nos quiere existió primero de forma muy distinta a la novela que es hoy. Cuatro años antes de empezar con su escritura estuve sumergida en la elaboración de otra novela. Es curioso cómo huimos a veces de las historias que nos persiguen. En esa otra novela trataba de forma muy encubierta temas que me inquietaban. Y no fue hasta llevar unos tres años con mi terapia de análisis que decidí abandonarla. En terapia estaba tocando un tema mucho más interesante: mis emociones infantiles, la herida transmitida de generación en generación. Quise, así, crear una historia más honesta con respecto a mis deseos. Una salvaje y directa. En esta novela creo una ficción a partir de mi mirada al mundo, mis lecturas y algunos hechos vividos para contar la historia de una niña atrapada en su hogar en el Madrid de los 90.
Nunca me han gustado los secretos, porque a menudo están sellados con vergüenza y culpa. Los mayores y más oscuros se guardan en la familia. Algunos de sus miembros hacen como si ni siquiera los sospecharan, otros los protegen (niegan su daño y este se perpetúa) y otros, unos pocos, los reconocen. Papá nos quiere surgió de un sentimiento muy grande de rebelión contra esa imagen ideal de la familia a la que nos aferramos en la sociedad y que deja solos a muchos hijos e hijas. Sabía que mi novela iba a relatar la historia de una familia que ni estaba unida ni era feliz, pero quería enfocarla desde una nueva perspectiva.
Antes de empezar a escribir me documenté sobre los efectos de los traumas infantiles en los niños y en los adultos. Traumas producto del rechazo, la soledad o la violencia psicológica. Violencia psicológica manifestada en conductas como despreciar los sentimientos, chantajear, invalidar, ridiculizar, humillar, gritar, aislar o controlar obsesivamente. Dinámicas que sí reconocemos como maltrato en las relaciones de pareja pero que aún normalizamos en las familiares. Las aceptamos porque han estado tradicionalmente vinculadas a la educación y porque, en muchos casos, los hijos no han dejado de considerarse “propiedad” de los padres.
Dejé madurar la idea. No quería ignorar el mundo emocional infantil. Buscaba dar voz a una niña y a su universo a través de la escritura, pero también quería legitimar emociones prohibidas: el rechazo a los propios padres, el odio, el dolor, el deseo de morir.
Me puse a la búsqueda del tono y la voz de la protagonista. Entonces leí Florescencia, de Kopano Matlwa, publicada por Alpha Decay, y me encontré con una voz pura, vulnerable y honesta, sometida al vaivén de unas circunstancias más grandes que ella misma. Supe que quería una voz así, y al final creo que he logrado una inocente pero despiadada, un poco al estilo de todas las Celias de Elena Fortún aunque mi historia transcurra en un hogar de los 90.
Me interesaba explorar las dinámicas de poder y subyugación en la familia. Quería contar la trayectoria de una adulta que quiere construir una identidad propia al margen de los valores familiares. Mi forma de narrar ha sido ir convirtiendo muchas ideas en escenas. Así, la teoría que expone Alice Miller en el Drama del Niño Dotado (Tusquets 2020) vertebra toda la novela: para satisfacer las expectativas de sus padres y conseguir su afecto, muchos niños se ven obligados a realizar esfuerzos desmesurados para convertirse en lo que se espera de ellos: encarnan un rol, no se permiten expresar sus sentimientos, pierden su verdadera identidad…
La novela transcurre en una serie de capítulos donde la infancia ocupa una gran parte para, al final, contraponer la visión de la protagonista de veintiséis años a la de su terapeuta. Así, hay saltos en el tiempo entre pasado y presente, estableciendo una clara relación entre el sentir de la joven y la historia de la niña que fue. El relato de la adulta está vehiculado por el deseo de ser ella quien dirija su vida y no la culpa, el miedo o la lealtad ciega a su familia.
Sabía que el camino de liberación debía producirse a través del cuerpo. Esta idea vino influida por El amante, de Marguerite Duras (Tusquets), y resultó algo natural porque la historia del trauma de la protagonista está vinculada a la historia de la relación con su propio cuerpo. También sabía que el cierre de la novela debía ser antirromántico y que se iba a desencadenar por un acto tan radical como necesario para la adulta. Te dejo a ti, lectora o lector, la decisión de si llegar o no al final de la historia.
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Autora: Leticia G. Domínguez. Título: Papá nos quiere. Editorial: Caballo de Troya. Venta: Todostuslibros.
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