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Solo sombras

Recientemente leí una nota en la que, de manera acertada, se hacía referencia al universo singular en el que ciertos autores desarrollan su trabajo. Entre sus filas se encuentra la escritora Dolores Payás, pues ella, como bien afirmaba la nota, forma parte de una nueva categoría de autores que podríamos definir como apátridas literarios. Escritores que viven en una Babel constante y se mueven en el terreno impreciso del poliglotismo y de la fluctuación espacial. […] Unos autores cuyas obras se edifican desde un emplazamiento radicalmente cosmopolita, habitado por culturas híbridas y lenguajes diversos. Una atalaya muy alejada de los clichés que determinan el lugar de nacimiento, la nacionalidad, o incluso el uso de la lengua de trabajo, sea o no la materna.

Vinculada desde joven al mundo del cine para más tarde dedicarse de lleno a la traducción y la escritura, Dolores Payás se sienta a charlar con nosotros haciendo un hueco en su ajetreada agenda viajera. La entrevistamos para Zenda aprovechando su paso por Madrid (vive a caballo entre Grecia, España, Inglaterra y Suiza) con motivo de la publicación de su última novela, Solo sombras, una historia policíaca sui generis localizada en China, cuyo motor arranca de las experiencias que la propia autora fue acumulando durante los años que vivió en aquel país. 

—¿Por qué “solo sombras” como título para una novela nada sombría?

"Es verdad, no es una novela sombría en absoluto, pero sí que en ella hay varias sombras, algunas palpables, otras no tanto"

—Es verdad, no es una novela sombría en absoluto, pero sí que en ella hay varias sombras, algunas palpables, otras no tanto: por un lado está el famoso smoke, que es una sombra constante en el cielo de Pekín y de alguna manera también en la novela; por otro la trama, que en su concepción es sombría. También debo confesar que aquellos momentos (me refiero a los años de escritura de esta novela) estuvieron surcados de sombras personales.

—Sin embargo los personajes son luminosos en esta novela. Ni rastro de sombra en ellos.

—Es que yo creo en la redención de las cosas. Y supongo que eso es una cuestión de carácter. Heráclito decía que el carácter es el destino y seguramente es cierto. Por muchas sombras que pueblen tu vida, si esta ha nacido con apetito vital, quedará para siempre su huella en todo lo que emprendas.

—¿Escribir es una forma de redimirse?

—Eh. Bueno (sonríe con malicia), sí. Y es exorcismo también. De todas formas, yo no abordo la labor de la escritura de la misma manera siempre. La gestación es muy variable, caótica, diría yo; a veces visceral, otras intelectual. Pero eso sí, cuando se inicia el trabajo de la escritura lo emprendo siempre desde el plano intelectual, ordenado y riguroso. La génesis de la historia puede ser azarosa, pero la construcción de la misma siempre es un trabajo lento, minucioso, casi pesado.

—¿Cómo nace la idea de esta novela?

"Se me ocurrió entonces que aquella ciudad, Shanghái, y aquel lugar eran perfectos para un crimen, una desaparición, una investigación policial. Y así fue como nació la primera idea de Solo sombras"

—Esta novela la escribí en Shanghái. Me habían dado una residencia de artistas allí, y el lugar donde tenía que pasar aquel año era verdaderamente siniestro. A ver, entiéndeme: se trataba de un hotel de lujo en una de las zonas más caras de la ciudad, pero en el edificio, cada habitación, pasillo, baño o  rincón escondían una cámara de seguridad. Cámaras por todas partes, reglas estrictas de entrada y salida, prohibiciones, regulaciones de horarios, fotografías de los alimentos que nos servían y hasta control de la compañía (estaba prohibido alojar a nadie allí contigo). Yo tenía una habitación enorme, espectacular, con ese lujo inclasificable que sólo podría darse en Extremo Oriente. Pero sin ventanas. Un especie de paraíso orwelliano. Se me ocurrió entonces que aquella ciudad y aquel lugar eran perfectos para un crimen, una desaparición, una investigación policial. Y así fue como nació la primera idea de Solo sombras. Luego vino la construcción de la trama, que en este caso fue, además de intelectual, material: retiré los cuadros y muebles espantosos de una de las pareces ciegas y comencé a llenarla de apuntes, gráficos, ligazones entre personajes… Como en las comisarías de las películas americanas, ¿sabes? Y así trabajé durante semanas, mientras afuera la ciudad se ahogaba en el smoke terrible, con todos esos millones de chinos desplazándose a diario de un lado a otro como constelaciones humanas. Todo aquello terminó impregnando la novela inevitablemente con un tono entre sombrío y sarcástico.

—¿Cómo definirías esta novela: policíaca, de aventuras, de desamor, novela negra…?

"La novela, como la propia realidad, ha de ser algo fragmentado, múltiple, subjetivo, y si alguien busca la diversión ella la encontrará"

—Mi aspiración ante todo es que sea un producto literario. Para  mí lo primero es la escritura. En cuanto al género, me gusta la idea de que se vea como una novela negra con una sátira política y muy divertida. Mira, hace poco alguien dijo en la radio que esta novela era, sobre todo, divertidísima. Pues me gustó mucho el comentario. Hay otras cosas en ella, desde luego, pero no importa. La novela, como la propia realidad, ha de ser algo fragmentado, múltiple, subjetivo, y si alguien busca la diversión ella la encontrará, sin lugar a dudas.

—Ahora que el mundo literario parece también inmerso en esa oleada de escritura de mujeres y/o para las mujeres, ¿crees que existe una literatura femenina?

—Yo creo que sí, pero tendríamos que matizar y construir otra entrevista paralela a esta exclusivamente sobre el tema (risas). Pero escucha, los debates que se han generado en los últimos años en torno a estos temas están llegando en muchos casos a traspasar todos los límites de lo razonable e incluso de lo inteligente y terminan produciendo un resquemor tremendo. Yo ya viví algo similar hace años, cuando trabajaba en el mundo del cine, y entonces llegué a la conclusión de que es mejor no intentar condensar toda esa complejidad en una respuesta, porque al final, respondas lo que respondas, será siempre malinterpretado.

—Te lo preguntaba, entre otras cosas, como antesala de la cuestión que ahora te planteo: tus personajes femeninos son muy potentes en esta novela. ¿De dónde salen ellas?

"Las mujeres cargamos con grandes contradicciones internas Y eso, literariamente, me ha sido muy útil para la construcción de mis personajes"

—Me gustan los personajes complejos, y no hay nada más complejo que una mujer. A mí me emocionan las mujeres mucho, su historia dentro del marco de la Historia de la Humanidad, su evolución, su adaptación a los cambios de manera casi disfuncional, con un corte diferencial entre biología, intelecto y sentimientos. Y hoy, en las zonas afortunadas de este planeta, las mujeres hemos llegado a ser fuertes, poderosas, independientes, pero sigue habiendo sedimentos en el sustrato difíciles de identificar u organizar. Las mujeres cargamos con grandes contradicciones internas. Y eso, literariamente, me ha sido muy útil para la construcción de mis personajes. En ellas queda claro que el deseo tiene sus propias normas, y la seducción también.

—Son  mujeres maduras que arrastran desengaños pero no plantean conflictos, son mujeres que saben y quieren caminar solas. Son, incluso, peligrosas.

—Sí. Mis personajes femeninos llevan las riendas de sus vidas, desde luego. Llegar a eso no es fácil para la mujer, y a mí me emociona esa lucha y me motiva explicarla en mi literatura.

—Gilda Leyva, la protagonista, es bajita, madura, hasta cierto punto poco agraciada, pero sensible y extraordinariamente brillante. ¿Es tal vez el intento de construcción de la versión femenina postmoderna del “héroe cansado”?

—Si. Lo has definido muy bien. Gilda es un personaje muy pensado, muy construido. Yo quería hablar de esa mujer que se ha terminado adaptando a estos tiempos: independiente, profesional, sola, con unos conflictos internos que el tiempo ha transformado en inteligencia madura; bisexual, segura de sí y lista cuando se pone a ello. Me gusta que ella sea la investigadora de este caso policial en China. Digamos que me cae bien. Si la novela funcionase en el mercado, creo que podría construir nuevas aventuras para Gilda Leyva.

—¿Cuáles son tus escritoras de mesilla de noche?

"A pesar de los años de lectora, sigo descubriendo maravillosas escritoras como Elizabeth Jane Howard, autora de Las crónicas de los Cazalet"

—Las Brontë, Jane Austen, sin dudarlo siquiera. Me temo que en eso no soy demasiado original. Pero fíjate que, a pesar de los años de lectora, sigo descubriendo maravillosas escritoras como Elizabeth Jane Howard, autora de Las crónicas de los Cazalet, que irrumpió en mi vida hace poco porque nunca se había publicado una novela suya en español. Ahora la están traduciendo los de la Editorial Siruela. Es una escritora maravillosa.

—¿Y heroínas literarias?

—Mi adorada Elizabeth Bennet; su vivacidad, su humor. Y por supuesto Jane Eyre, que me sigue emocionando como la primera vez.

—Uno no es el mismo cuando termina de leer (o de escribir, claro) una novela. ¿En qué ha cambiado Dolores Payás tras haber escrito Solo sombras?

"Yo soy lentísima escribiendo, soy un caracol, muy fastidiosa, porque reescribo y vuelvo atrás y releo y vuelvo a escribir"

—¡Qué interesante pregunta! A ver. Yo soy lentísima escribiendo, soy un caracol, muy fastidiosa, porque reescribo y vuelvo atrás y releo y vuelvo a escribir. No soy nada fluida, hago capas y capas y vuelta a empezar. Entonces, cuando termino una cosa de estas, siempre lo vivo con una sensación de anticlímax terrible, porque te quedas totalmente vacío, pero eso creo que debe de pasarnos a todos los escritores. Lo vives como una pérdida. En mi caso creo que fue un poco un descanso, porque yo quería sacarme de encima todas esas oscuridades acumuladas en China. Digamos que después de esta novela he aligerado el peso de mis propias sombras. Esta novela me ha dejado ligera de alma.

—¿Podríamos decir que Solo sombras es el libro del que se siente más satisfecha?

—Como novelista creo que sí. Aunque no puedo olvidar mi otra faceta como escritora, que es la traducción, y que tantas satisfacciones me ha proporcionado. Recientemente, la traducción de Moonfleet para Zenda Aventuras ha sido toda una experiencia y una maravillosa aventura. Y con anterioridad, Roumeli, ese viaje fascinante, literario y erudito al norte de Grecia de mi adorado Patrick Leigh Fermor. La traducción parece que por fin, muy despacio, empieza a ser valorada como merece no sólo en el mundo editorial sino también entre el gran público. En la tarea de traducción hay mucho de autoría pero también de enamoramiento. Uno, aunque sea un profesional realizando un trabajo por el que le pagan, termina haciendo suya una voz que no le pertenece, pero que en ocasiones llega a conocer mejor que la propia. Traducir literatura es vivir en un estado de gracia tremendamente singular.

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