Natalia Litvinova es poeta, editora en Llantén y traductora de poesía rusa. Nació en Bielorrusia en 1986 y vive en Buenos Aires, donde imparte talleres de poesía. Publicó varios libros, entre ellos Todo ajeno (Vaso Roto, 2013), Siguiente vitalidad (La Bella Varsovia, 2016), Cesto de trenzas (La Bella Varsovia, 2018) y La nostalgia es un sello ardiente (La Bella Varsovia, 2020). Su obra ha sido publicada en Alemania, Francia, España, Chile, Brasil, Colombia y Estados Unidos. Su último libro publicado es Soñka, manos de oro (La Bella Varsovia, 2022), un extenso poema narrativo, fragmentado y lleno de ambición, que plantea un viraje en la trayectoria de Natalia Litvinova. La protagonista de este libro se llamaba Sheindla-Sura Leibova Salomoshak-Bluwstein, aunque la historia la recuerda por su apodo: «Soñka, manos de oro». Había nacido en Varsovia en 1846, y a finales del siglo XIX se convirtió en una leyenda por sus ingeniosas maneras de estafar. Ocupó las portadas de los diarios más leídos de la época: la llamaban «Diablo con falda», «La versión femenina de Robin Hood» o «La zarina del crimen». Engañaba y robaba a los hombres ricos en los hoteles de Odesa, Moscú y San Petersburgo, en las joyerías y en los trenes. La atraparon en 1888, y cumplió condena en la isla de Sajalín. Se decía que quien entraba allí jamás regresaba: así ocurriría con Soñka, que murió en prisión en 1902. Pero antes hubo un juicio. Un juicio polémico y popularísimo en su tiempo, cuando Soñka —manos de oro— evocó la historia de su vida: una memoria bien diferente a aquella que la prensa había divulgado sobre ella. Natalia Litvinova reconstruye en estos poemas la biografía de Soñka, sus soledades y sus amores, su relación con un mundo que ella dividió entre quienes robaban y quienes no. Soñka, manos de oro es un libro sobre el poder y el dinero, sobre el valor de lo material en contraposición con el valor de aquello que no logramos retener.
***
Me preparé para este juicio
como para un robo,
imaginé las preguntas y las respuestas
acostada en el catre duro:
—Diga su verdadero nombre.
—Sofía Bluwstein.
—¿Puede jurar sobre la Biblia?
—No, señor juez, soy judía.
—¿Acepta tener un abogado?
—Una mujer puede defender su honor sola.
—Diga su edad.
—Eso no se le pregunta a una dama.
¿Admite que en San Petersburgo intentó formar
una organización clandestina de ladrones?
—Lo hice. Y la organización existirá mientras exista Rusia.
Damas y caballeros,
soy hija, soy huérfana,
soy mujer, soy viuda,
y aunque me obliguen a decir
el nombre que me dieron al nacer,
moriré como Soñka, manos de oro.
¿Pero quién es este hombre que me indaga
mientras yo, como una asesina,
estoy con las manos esposadas
y tras las rejas?
Díganme, señoras y señores,
¿ante qué ley debo arrodillarme
si todas fueron escritas por los hombres?
***
Damas y caballeros,
mis padres me llamaron Sofía
pero ustedes me conocieron
como Soñka, manos de oro.
No es por la elegancia
de mis dedos
ni por la manera
en que toco el piano,
como mi madre difunta,
sino porque soy virtuosa
en el arte de robar.
La música es hermosa
y acompaña muy bien
la hora del té,
pero yo elegí
quitarles la porcelana
a los poderosos,
esa porción de sus herencias
ya no irá para sus hijos.
Ellos no saben
lo que es ganarse la vida
con esfuerzo.
***
Podría haber sido
monja, esposa,
vendedora de flores,
nodriza o cocinera.
Pero siempre me gustaron el esplendor,
las mansiones, la ópera,
los tenedores de oro,
los bailes imperiales,
las cortinas de terciopelo,
las joyerías de Odesa.
Lo que se guarda bajo llave
en las residencias
de la aristocracia.
***
Pero debía hacer el pan,
lavaba los platos y la ropa,
arreglaba algún bordado
o los vestidos de mi madrastra,
alimentaba a las gallinas
y recogía la bosta.
Cuando no robaba,
las ocupaciones domésticas
iban detrás de mí
como un cachorro bobo.
***
Subí al tren,
tenía diecisiete años
pero parecía adulta
con las ojeras
y el mechón de canas
que intenté esconder.
Los trenes de larga distancia
son hermosos como una manzana,
cuando arrancan, los vagones
parecen cáscara que se extiende.
Miré el bosque que galopaba
al lado de mi ventanilla;
cada tanto, desde los arbustos,
aparecía alguien: una anciana
con el balde lleno de leche,
un potrillo desbocado
que huía
como yo.
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Autora: Natalia Litvinova. Título: Soñka, manos de oro. Editorial: La Bella Varsovia. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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