Cuando intentaron frenar su prolífica actividad intelectual mandándola a la cocina del convento de San Jerónimo de Ciudad de México, sor Juana Inés de la Cruz se dedicó a documentar recetas con su talento poético, describiendo la primera gran gastronomía de mestizaje del mundo, que ahora se puede degustar en un menú.
Dado que la literata es la protagonista de la 42ª edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, el Parador de esta localidad manchega se suma ofreciendo un menú que mezcla sabores tradicionales mexicanos y manchegos. Con un precio de 42 euros, con vinos manchegos incluidos, está estructurado como una obra teatral del Siglo de Oro, y comienza con una loa en forma de zurra (limonada de vino blanco) y agua de Jamaica y con unos entremeses fríos y calientes que van desde el mojete manchego a la ensalada de nopales mexicana, pasando por el pisto o los tamalitos de frijoles refritos. Creado por Estrella Díez, jefa de cocina del Parador de Almagro, y Miguel Ángel Martínez, al frente de los fogones del Parador de Cuenca, la propuesta continúa con una «jornada primera» a base de camarón (langostino), salpicón y mango; una «segunda» en forma de perdices al chocolate y una «tercera» con jericaya, postre del recetario de sor Juana. Concluye con un «sarao de las dos naciones» con café y ante de almendra, también del recetario de la autora, y pastas artesanas de Almagro.
De esta forma, si del 4 al 28 de julio se podrá disfrutar en el histórico Corral de Comedias de un concierto sobre sus poemas, de la ficción sonora Sor Juana Inés, con el favor y el desdén o de Los empeños de una casa, en el Parador se degustarán no sólo algunos de los postres que recogió en su recetario conventual, sino algunos ejemplos de la cocina de mestizaje que se desarrolló durante el Siglo de Oro.
Gracias al encuentro entre México y España llegaron a la gastronomía española alimentos como el tomate, base de platos como el pisto manchego, y cruzaron el Atlántico cerdos y vacas, cuya carne se utiliza en muchos de los tacos tradicionales mexicanos. Sor Juana la documentó en su etapa dedicada a «las filosofías de cocina», en la que se maravilló con descubrimientos guisanderos como que «un huevo se une y fríe en la manteca o el aceite y, por el contrario, se despedaza en el almíbar». «Bien dijo Lupercio Leonardo que bien se puede filosofar y derezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: si Aristóteles hubiera guisado, mucho más habría escrito», contó en una carta.
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