Mantenerse en pie no quiere decir que uno no caiga tumbado ni decida sentarse, mantenerse en pie significa que se conserva la dignidad. Y leyendo las crónicas de Carlos Dada (El Salvador, 1970) recopiladas en Los pliegues de la cintura, uno no cesa de preguntarse cómo es posible que toda una región del planeta, Centroamérica, se mantenga en pie. Pero lo hace. Tal vez sea la dignidad de la derrota lo que nos llega, porque este mundo que recorre está lleno de perdedores, de los resultados de formas agresivas de vida y convivencia. Desde su periódico, El Faro, Dada ha denunciado la violencia en todas sus formas: institucional, militar y paramilitar, el narcotráfico, las pandillas, saqueos y asesinatos. En algún lugar de nuestra mente y de nuestra moral debemos ser conscientes de que el mundo no se reduce a esto, porque de lo contrario no podríamos sostenernos en pie. Sabemos que Dada no puede haber llegado sin compañía a esos territorios, y él mismo confiesa que necesita apoyo para desplazarse a ejercer la investigación de campo, y por tanto los acompañantes garantizan que la buena ética sigue presente en el lugar. Pero a lo que asistimos es a la impresión de tierra quemada, de paisaje después de la batalla.
Se trata de recopilar información que genere interés, que nos hable de lo que no sabemos, para garantizar que la mirada se vuelve hacia este trozo desfavorecido del planeta. Así se compone este libro, que es una suerte de puzle de tres dimensiones, un poliedro, del que sabemos que no saldremos indemnes, sin rasguños. «¿Cómo se le explica a un niño que esto tan bonito lo construyó un señor que ha confesado setenta y ocho homicidios?». La pregunta surge al final de la primera crónica, en la que se habla de asesinatos y de la salvación de especies animales. Y la respuesta de la entrevistada atañe a nuestra filosofía de reducir el cosmos para salvar pequeñas parcelas de belleza: «No tienen por qué saberlo. A nosotros solo nos interesan los animales». Animales, narcotráfico, corrupción política e institucional, presión económica, cualquier red de corte mafioso o persecuciones policiales estarán presentes en estos textos en los que, al contrario de lo que encontramos con frecuencia, al hablar de corrupción se menciona no solo a los corruptos, sino también a los corruptores. Dada se acercará a pequeñas poblaciones en países como Nicaragua o a Guatemala para comprobar qué queda de la masacre de la etnia ixil tras la Ley de Reconciliación promulgada hace cinco años. Nos hablará del ocaso salvaje que viven los responsables del crimen de Monseñor Romero, de la activista hondureña Berta Cáceres, asesinada en 2016, de las minorías rurales, de los indígenas, de los muros que se levantan para impedir el desarrollo. Buscará huellas de africanos en las rutas de emigración hacia Estados Unidos, para toparse con la miseria y reclamar, sin decirlo explícitamente, contra una de las mayores causas de injusticia, porque el tema de la injusticia recorre de manera transversal todas las crónicas, es sustrato y es energía. Nos habla de la desproporción de fuerzas en revueltas universitarias y la matanza consecuente, o la carnicería de Mozote en El Salvador, de su compatriota Roque Dalton o de las regiones en las que el narcotráfico se ha apoderado de cualquier decisión y gesto en cualquier escala.
Aunque estemos frente a un libro que nos presenta la violencia como forma de vida, lo que leemos es a un autor que sabe que se puede salir de esa violencia, y para ello es nuestro deber conocerla. El libro nos afecta como personas y nos atrapa como lectores. Es una lección de periodismo, en el sentido en el que el periodismo revela, pero no destruye, sino que aporta motivos para saber que si vivir es luchar, hay motivos para seguir viviendo, para seguir en pie.
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Autor: Carlos Dada. Título: Los pliegues de la cintura. Editorial: Libros del K.O. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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