Este libro es una carta a un padre, en la que la autora revela todo aquello que no se atrevió a compartir con él antes de su muerte. Pero también es una novela de formación basada en la vida real de un chico de barrio que tuvo que descubrir en soledad su identidad sexual.
En este making of Fer Rivas desvela el origen de Yo era un chico (Sexto Piso).
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Tengo la sensación de que hace tanto tiempo que llevo pensando en este libro, prácticamente toda mi vida, que cualquier narrativa que pueda construir a posteriori sobre cómo y cuándo empecé a escribirlo jamás será fiel a los hechos. Pero si una cosa es cierta es que este libro lo empecé escribiendo cuando me identificaba como hombre gay, y de allí que la primera voz sea en masculino, y lo terminé identificándome como una mujer. El propio proceso de escritura y reescritura ha abarcado cuatro años de mi vida, no soy la misma persona que cuando lo empezó y estaba convencida de querer materializarlo de algún modo en el libro. Introducir esa capa ha sido de las cosas más bonitas, pero también más complejas del proceso de reescritura, pero finalmente de una forma muy poética lo conseguí.
Siempre he pensado que la identidad no es un concepto excluyente, único e inmutable, sino más bien una cuestión acumulativa, múltiple, viva, que muta, que tiene memoria y que siempre deja un rastro. Yo soy un niño criado en el barrio de la Zona Franca, en una familia de clase obrera, soy un hombre gay y una mujer trans, entre otras muchas cosas. Y sí, deliberadamente quería que el libro fuera un testimonio de ese rastro, de esa acumulación de capas, de esa complejidad que constituye una identidad y no una simplificación, que a menudo es lo que se nos impone desde la norma, para que no la cuestionemos.
Pero, retomando la cuestión temporal, si tuviera que decir cuándo fue la primera vez que pensé en la idea de escribirlo, sin duda serían aquellos días que pasamos en el hospital esperando saber si mi padre despertaría del coma; estaba convencido en aquel momento, aunque no de una forma consciente, de que solo la escritura me permitiría entender lo que había vivido. Aunque lo intenté pocos meses después de la muerte de mi padre, con tan solo diecisiete años, fracasé estrepitosamente; aún no sabía que el proceso de escritura, al menos en mi caso, requiere siempre un cierto paso del tiempo, una distancia, que la herida no esté en carne viva.
Después de aquel primer intento, me olvidé por completo de ello hasta que, a mis veintitrés años, mientras estaba estudiando teatro, un amigo me recomendó Para acabar con Eddy Bellegueule, de Édouard Louis (que en un primer momento fui incapaz de leer entero, pues sus palabras me eran terriblemente cercanas), y de pronto la posibilidad de escribir sobre mi padre se impuso de forma clara, casi como una epifanía. Pero de nuevo fracasé: me empeñé en escribir un libro en castellano, que no era mi lengua materna, y en tercera persona, sobre mi padre y su genealogía familiar. Todavía no podía escribir sobre él sin artificios, de forma directa. Estuve prácticamente dos años escribiendo ese primer libro, incluso acabé terminándolo y se lo dejé leer a una persona muy cercana que muy acertadamente me dijo: “Deja de esconderte: creo que deberías escribir esta historia en primera persona y en catalán”. Y así fue, a mis veinticinco, y justo después de tener un ataque de pánico seguido de unos episodios depresivos que me condujeron a empezar terapia, me di cuenta de que ya no podía huir más. Y entonces sí, entonces me leí el libro de Édouard Louis entero, más de una vez, y empecé a escribir las primeras páginas. Esta vez no había vuelta atrás, esta vez las palabras tenían una verdad inquebrantable, esta vez la escritura era la única arma para recordar, para entender quién era.
Así, después de dos años de escritura, con pausas obligatorias porque a menudo el pasado me embestía con demasiada violencia, terminé el primer borrador del libro. Pero todavía tendrían que pasar dos años más con varias reescrituras por medio, gracias a las aportaciones de mucha gente, para que finalmente llegara a manos de la editorial que lo publicaría.
En mi juventud soñaba con convertirme en escritor, aunque en mi barrio y a mi alrededor cualquier futuro que tuviera que ver con la cultura era algo inimaginable, improbable; ese destino no era para nosotros, pero lo que no imaginaba es que acabaría siendo una escritora.
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Autor: Fer Rivas. Título: Yo era un chico. Traducción: Cristina Lizarbe Ruiz. Editorial: Sexto Piso. Venta: Todos tus libros.
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