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Stevenson y Les Cévennes

Stevenson y Les Cévennes

A veces sentimos que las circunstancias nos superan y no queda otra salida que abrir la puerta y desaparecer durante un tiempo. Echar a andar para reorganizar las ideas que se agolpan en nuestra cabeza y ver las cosas de otra manera. Es lo que hizo Robert Louis Stevenson cuando, en el otoño de 1878, el mundo se le vino encima.

Con veintisiete años (cinco antes de escribir La isla del tesoro), decidió recorrer Les Cévennes, una cadena montañosa en el sur de Francia, para reencontrarse consigo mismo. El regreso de su amada, Fanny Osbourne, a Estados Unidos le había roto el corazón, así que necesitaba tiempo y un cambio de aires para recomponer una vida que no concebía sin ella. Fanny era una mujer de armas tomar, diez años mayor que él, que había dejado a un marido infiel y se había ido con sus tres hijos a Europa para estudiar Bellas Artes. Tras la dolorosa muerte de su hijo pequeño en París no dudó en dirigirse al sur de Francia cuando su segundo vástago empezó a enfermar. Allí encontró un mejor clima, conoció a Stevenson y empezó una historia de amor digna de una novela. Pero la pasión acabó abruptamente cuando Fanny cedió a la presión de su marido, que la amenazaba con quitarle su pensión, y volvió a California. Stevenson quería pedirle matrimonio, pero no contaba con los ingresos suficientes para mantener a Fanny y a sus hijos. Solo recibía el dinero que le enviaba su padre, que se oponía firmemente a la relación.

"El periplo, célebre tras la muerte del escritor y la trascendencia de su obra, dio lugar a un itinerario de senderismo"

El escritor, un habitual excursionista, decidió caminar para olvidar a Fanny, reconstruir su mundo y, de paso, publicar un libro (Travels with a Donkey in the Cévennes, 1879). Empezó en Le Monastier y, tras doce días y 195 kilómetros recorridos, acabó en Saint-Jean-du-Gard. Compró una asna, llamada Modestine, para transportar sus enseres y hacerle compañía, hasta el punto de tejer una peculiar relación de amistad con ella. El periplo, célebre tras la muerte del escritor y la trascendencia de su obra, dio lugar a un itinerario de senderismo, la llamada “ruta Stevenson”.

En 2020, la película Antoinette dans Les Cévennes (terriblemente traducida al español como Vacaciones contigo… y tu mujer) actualiza la esencia de la ruta de Stevenson. Si bien el protagonismo recae esta vez en una mujer, siguiendo la actual tendencia de presentar personajes femeninos con un rol poco tradicional, el punto de partida sigue siendo una historia de amor. La protagonista, amante del padre casado de una de sus alumnas, quiere dar una sorpresa a su pareja y sale a su encuentro cuando hace el camino junto a su mujer, su hija y el asno de rigor. Así que, aunque ella no se lanza a la aventura pensando en Stevenson, acaba alquilando el asno, leyendo el libro, repensando su vida y aprendiendo de las inesperadas situaciones que encuentra en su camino. El resultado es una cinta pasable, que sale del sendero de las habituales comedias románticas y que ha gozado de un inusitado éxito en Francia.

"No hace falta hacer el camino para preguntarnos si Stevenson consiguió olvidar a Fanny tras su singular excursión"

La película ha transformado el camino de Stevenson, hasta entonces una ruta senderista más, en un cotizado destino de vacaciones. Ha recuperado la memoria de un lugar reinterpretado por la literatura, pero la consecuente masificación ha acabado con el sentido de contemplación y reflexión buscado por el escritor escocés. Como el tiempo siempre pone las cosas en su sitio, tendremos que esperar a que la moda pase para dejarnos llevar por el encanto de este paisaje del sur de Francia.

No hace falta hacer el camino para preguntarnos si Stevenson consiguió olvidar a Fanny tras su singular excursión. Como en toda historia de amor irracional, la respuesta es no. Cuando supo que ella había caído enferma, no dudó en dejarlo todo, oposición familiar incluida, para viajar a California. Al final Fanny consiguió el divorcio y pudo casarse con Stevenson, con quien vivió hasta la temprana muerte del escritor. Y es que, a veces, las dudas nos obligan a dar muchas vueltas antes de volver al punto de partida. A mirar las cosas desde otra perspectiva para convencernos de que la primera intuición es la que tiene la razón.

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