A las buenas, querido criminal.
Hace algunas semanas que no nos vemos por el blog. No me he olvidado de ti, mucho menos de Zenda. Al contrario, haber tenido que apartarme un poco me ha hecho estar pensando constantemente en lo que me gusta esto y en lo que disfruto creando cada texto. Pero las obligaciones como escritor mandaban. Los deberes promocionales de mi último lanzamiento editorial se han entremezclado con procesos de escritura y corrección del siguiente, por lo que me quedaba muy poco tiempo libre y tengo una máxima con cada artículo que te presente aquí:
O lo hago bien, o no hago nada.
Así que he preferido asegurarme algo de tiempo libre para poder traerte estas líneas tal y como siento que te mereces. Y aquí me tienes. Sigo más liado que la pata de un romano, y eso quiere decir que no puedo garantizar la periodicidad que un día me puse como bandera aquí, pero no pienso dejar esto abandonado, y siempre que encuentre un hueco volveré a traerte una historia interesante.
Aclarado esto, pasamos al mejunje. Si ya me conoces algo, sabrás que soy un apasionado (en el buen sentido) de los psicópatas y de los asesinos en serie. Si no lo sabes te lo cuento. Esto hace que la cabra siempre tire para el monte y, aunque considero que todos los crímenes sin resolver son dignos de contar, cuando me topo con historias en las que hay asesinos en serie detrás, me puede. Y he encontrado unas cuantas. Esto hace que, seguramente, en las próximas entregas te cuente unos pocos antes de volver a los individuales.
De momento empiezo con uno que me ha impactado bastante. Vengo a contarte el caso de Stoneman.
No pienses que ha sido nada fácil poder encontrar información sobre este asesino en serie, cosa rara, porque ya sabemos todos lo que fascina esta figura y cada uno que actúa hasta se suele mitificar, pero en el caso del amigo (o amiga) Stoneman no.
Lo primero que seguro que te llama la atención es su curioso apodo. No te culpo. ¿Por qué lo conocían así?
Básicamente por lo más lógico: por su forma de matar. Y es que a esta persona (a partir de ahora no trataré de referirme a hombre o mujer, porque no se sabe, aunque se crea que es un hombre) no se le ocurrió otro método para acabar con sus víctimas que aplastándoles la cabeza con una pesada piedra. Tal cual.
Pero no vayamos tan rápido: voy a remontarme mejor al punto en el que se tiene constancia de la primera actuación de esta persona.
Al parecer (ya que si acaso lo hizo antes, no se ha sabido), su primer asesinato fue en el año 1985 en la ciudad de Bombay. Más en concreto en el barrio de Sion. Esta persona se acercó hasta un mendigo que dormía tranquilo y, sin más, le dejó caer una pesada piedra de casi 30 kilos de peso sobre la cabeza. Evidentemente, murió en el acto.
Esta serie de fechorías comenzarían a repetirse a lo largo de ese año, pero como eran asesinatos de bajo perfil (a indigentes), la policía ni siquiera se fijó en que fueran importantes hasta que llegó a la sexta víctima, cuando por fin pensaron que algo raro pasaba y pudieron establecer un patrón. No era otro que víctimas siempre de la calle y la forma de matarlas: con un pedrazo.
Ahora déjame hacer un pequeño alto para hablar algo acerca de la psicología de esta persona, aunque no hace falta ser un erudito para darse cuenta de que sabía perfectamente cómo moverse para calmar su ansia mortal sin hacer demasiado ruido. Esto es común en muchos asesinos en serie pues, al contrario de lo que nos pueden mostrar las películas y series de televisión, no van dejando pistas ni deseando ser atrapados para pasar a la posteridad como alguien a quien glorificar. Hay casos excepcionales, claro está, pero no es lo común. No, lo que sí lo es, es que se muevan en la sombra, sin hacer ruido, ¿y qué mejor que elegir a sus víctimas entre esas personas que suelen ser invisibles para el resto de la sociedad? Se ha visto ya en demasiados casos que mendigos y prostitutas suelen ser las víctimas preferidas para esta clase de monstruos. De todos modos, tener esa conciencia a la hora de cometer un asesinato demuestra que hablaríamos de un asesino organizado.
Retomando el relato de los hechos, así se pasó algo más de dos años. El número de víctimas ya ascendía a doce cuando la que sería su víctima número trece logró escapar. Se trataba de un camarero sin hogar. La policía vio el cielo abierto cuando creía que podría extraer información valiosa de esta persona, pero nada más lejos. Tal y como te he dicho más arriba, Stoneman sabía perfectamente lo que hacía, y uno de sus trucos, para evitar una situación así, era atacar a sus víctimas en un lugar donde no hubiera nadie, aparte de ellos dos, y muy poco iluminado. Así les sería imposible reconocerlo en caso de escapar, como este camarero.
Así que seguían igual.
Después de este ataque llegó otro más que culminó con éxito, ya que sí que mató al vagabundo.
Aquí pasó algo curioso, ya que la cadencia de los asesinatos era constante, y se pensaba que seguirían hasta que tuvieran un golpe de suerte, pero este último sin más llegó de la forma que no esperaban, ya que de pronto en 1988 dejó de matar.
Estamos hablando de un año en el que ya se conoce bastante, a través de programas como el que ideó el FBI, cómo suele actuar un asesino en serie, por lo que pensaron que habría muerto o habría sido apresado por otra cosa, ya que se tiene la certeza de que este tipo de psicópatas nunca deja de matar de manera voluntaria.
Pero en el año 1989 sucedió algo que en un principio no relacionaron, pero que conforme fue pasando el tiempo tuvieron más claro: volvió.
Lo hizo en Calcuta. No sé si os habrá pasado como a mí al pensar que bueno, no es tan raro, porque ambos se encuentran en el mismo país, pero es que Bombay y Calcuta están separados por más de 2000 kilómetros, por lo que ya no es algo tan normal. Eso sí, explicaría ese año en “blanco”, en el que seguramente mataría alguna vez más, pero que no se llegaría a saber porque estaba en movimiento y unas víctimas estarían alejadas de otras.
El caso es que en Calcuta lo volvió a hacer. Trece personas más murieron de la misma forma que en Bombay, por lo que los investigadores relacionaron un caso con otro, eso sí, con bastante cautela porque no lo tenían tan claro debido a la distancia entre ambos lugares. Incluso se llegó a pensar que podría ser un imitador que había visto lo sucedido años atrás y ahora quería ser él el protagonista. Pero esta teoría apenas tenía consistencia, ya que los asesinatos eran prácticamente calcados con detalles que solo los investigadores podían conocer.
Aquí la policía se empleó más a fondo. Se hizo una especie de perfil criminal en el que se decía que debía de ser un hombre alto, debido a que en algunos casos tomaba una piedra muy pesada con sus manos y la subía a una gran distancia para arrojarla sobre la cabeza de su víctima. Lo cierto es que, bueno, no tengo tan claro que esto fuera un argumento válido, porque una mujer también lo podría hacer perfectamente, pero se estableció así atendiendo a ese dato. Gracias a este pseudoperfil, se detuvo a varias personas que acabaron siendo liberadas por falta de pruebas tras ser interrogadas. Eso sí, esto es curiosísimo, ya que cuando empezaron estas detenciones los asesinatos cesaron.
Muchas han sido las teorías desde entonces. Incluso yo tengo la mía propia.
Sé que no me las has pedido, pero te la voy a contar igual.
Como ya te he dicho antes, la mayoría de asesinos en serie no quieren ser atrapados, así que, cuando le vio las orejas al lobo, huyó del lugar para establecerse en otro. Quizá a partir de ahí comenzó a actuar con algo más de cautela.
¿Que por qué digo esto?
Porque en el año 2009, en Guwahati, se cree que volvió a actuar (a unos 1000 kilómetros de Bombay). Nueve mendigos más aparecieron en similares circunstancias. ¿Acabó aquí la cosa? Por supuesto que no, porque en el año 2013 diez víctimas más engrosaron, supuestamente, una particular cuenta que es muy difícil de cuantificar con exactitud. Esto último ocurrió en Kolhapur (nada más y nada menos que a unos 3000 kilómetros desde donde fue localizado la última vez). Esto puede parecer muy extraño, pero si no me voy demasiado lejos tenemos el caso de El Arropiero, que se movía con soltura por todo el territorio español sin saber ni siquiera escribir su nombre, por lo que esta gente sabe cómo moverse si quiere.
El caso es que durante estos viajes y años en blanco pudo seguir matando sin que nadie lo pudiera relacionar, pero claro, lo dicho: sus víctimas no eran las más importantes como para tenerlas en cuenta.
Sea como sea, la persona que había tras Stoneman nunca fue detenida. ¿Quién sabe si hoy en día sigue activa?
Y hasta aquí todo, querido criminal mío. Espero que hayas disfrutado con la historia que te acabo de contar y que esperes ansioso al próximo crimen sin resolver. Yo te prometo volver pronto. Mientras tanto me tienes en redes sociales. Solo busca mi nombre y apellidos.
Hasta entonces, sé malo.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: