Foto de portada: Tanya Lacey
Los chimpancés no son silenciosos, más bien todo lo contrario. Pero el día que Dorothy murió, en el centro de rescate de Sanaga-Yong (Camerún) no se escuchó un solo ruido. Los compañeros de esta chimpancé no podían apartar la vista de su cuerpo sin vida. La fotógrafa Monica Szczupider inmortalizó el momento, y esa imagen dio la vuelta al mundo. Empezaron a surgir las preguntas: ¿estaban sintiendo el duelo por la pérdida? ¿Tienen los animales un conocimiento de la muerte? En las últimas décadas, han surgido disciplinas como la tanatología comparada para dar respuestas a esas interrogantes. Más cuestiones: ¿Entendemos los humanos la muerte? Sí. Tanto que huimos de ella, la situamos en un punto lejano, tan lejano que parece que no llegará a tener lugar nunca. Evitamos por todos los medios pensar en ella, por lo menos en la nuestra. ¿La entienden los animales? Según nos cuenta Susana Monsó en su obra La zarigüeya de Schrödinger (Plaza y Valdés, 2021), sí, también la comprenden. Este es un libro para entender el concepto de la muerte en otras especies con herramientas como la filosofía y la etología. Este ensayo toma su título del peculiar comportamiento que desarrolla la zarigüeya al verse amenazada: se paraliza, su temperatura corporal baja, despide un olor fétido; se hace la muerta para seguir viva.
Hablamos con Susana Monsó de antropocentrismo, la filosofía de la mente animal, hormigas, toros y bogavantes.
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—¿Qué nos puede enseñar la zarigüeya de la muerte?
—La zarigüeya nos da una clave acerca de lo extendido que está el concepto de la muerte entre los animales no humanos, porque la zarigüeya tiene este mecanismo de defensa según el cual se hace la muerta de una forma muy elaborada. Lo que yo argumenté en el libro es que esto nos muestra que entre los depredadores habría un concepto de muerte, que sería lo que habría actuado de presión selectiva, y habría dado forma a este comportamiento.
—La compresión de la muerte en cierta manera nos acerca a los animales. Quizás la diferencia es que nosotros intentamos buscarle una respuesta, a través de la religión, la ciencia y los mitos, y ellos la aceptan como un proceso más de la vida. ¿Es la muerte un tabú para los seres humanos?
—Sí, yo creo que sí. La muerte es algo que de lo que no nos gusta hablar. Lo vemos en muchos contextos. Es de muy mala educación decir abiertamente de una persona que va a fallecer que se está muriendo; que una mujer hable de un aborto que ha sufrido; o que alguien muestre abiertamente su duelo. Estas son cosas que no nos gustan y creo que tiene que ver mucho con el miedo que nos causa la muerte. Preferimos ignorarla todo lo que podamos, como si así no fuera a ocurrir. Y ahí se alimenta también nuestro miedo. Quizás si tratásemos este tema como algo más natural no nos daría tanto pavor. De hecho, ocurre en otras culturas —donde la muerte es más una celebración, una excusa para celebrar la vida del difunto— donde se la ve de otra manera diferente, con otras connotaciones.
—¿Debemos entender la muerte de una forma binaria? ¿Todo o nada? ¿Hay otras variantes?
—La verdad es que la interpretamos —se ha hecho durante mucho tiempo entre los filósofos— de una forma muy binaria, o todo o nada, pero sí que hay otras variantes. En el libro comento que el concepto de la muerte debería entenderse como un espectro, como algo que admite mayor o menor complejidad y que puede tener un montón de matices. No es simplemente algo que tú captes y ya está, sino que es algo que vamos aprendiendo cuando somos pequeños y que a medida que nos vamos haciendo mayores no solo adquiere este concepto mayor complejidad, sino que se suman distintos matices y asociaciones. Estas distintas concepciones de la muerte están también en otras especies. Ese concepto de la muerte como un espectro nos permite hablar de su presencia en especies no humanas.
—¿El antropocentrismo está en declive? ¿Vemos ahora a los animales y analizamos sus comportamientos de una forma diferente?
—Eso quiero pensar (risas), pero no lo sé, porque luego veo cómo estamos tratando al mundo natural… Estamos inmersos en la sexta extinción masiva, con orígenes antropogénicos. No sé si está en declive, pero sí que hay mucha gente que estamos intentando luchar contra ese antropocentrismo, que estamos tratando de cambiar un poco la óptica para hacernos ver que nosotros somos también animales, que somos parte del mundo natural y que tenemos que entendernos como tal. Porque al final pasa por ahí el luchar contra el cambio climático.
—¿Qué es la filosofía de la mente animal?
—Esta es una disciplina de la filosofía que es bastante reciente. Surge hace un par de décadas, cuando se oficializa. Es una subdisciplina que se dedica a la mente animal. La filosofía, desde sus inicios, tiene una disciplina dentro de ella que es la filosofía de la mente, pero que se ha centrado siempre en la mente humana y no en la mente animal. Lo que dice la filosofía de la mente animal es: «Vamos a ampliar la óptica y hablar también de todas las demás mentes, no solamente de la humana». Esta es una forma de aproximarse a la mente animal desde la filosofía, utilizando sus métodos, que son básicamente el análisis conceptual y la argumentación. Estas son las herramientas del filósofo, que es esa persona un poco molesta, que siempre viene a poner el dedo en la llaga, a hacer que nos cuestionemos nuestros presupuestos y que miremos las cosas desde otro ángulo.
—En su libro observamos comportamientos muy parecidos a los humanos incluso entre los insectos. Por ejemplo, la necroforesis y necrofobia de las hormigas. En realidad, son dos formas de prevenir infecciones, no muy diferentes a las que los humanos hemos adoptado ante plagas como la peste o más recientemente con el COVID. Ellas expulsan de su hormiguero a las que huelen a muerto y nosotros tuvimos nuestro Palacio de Hielo en Madrid lleno de féretros en plena pandemia.
—En el mundo animal hay mucha continuidad. Al final, todas las especies evolucionamos de un ancestro común. Hay cosas que están muy conservadas en el mundo animal. Y una de ellas es esta idea de tener mecanismos que nos ayuden a lidiar con el hecho de que los cadáveres son fuentes de patógenos, a no ser que seas un animal que se alimenta de carroña y hayas desarrollado una serie de defensas contra esos patógenos. Para otras especies que no se no se alimentan de alimentos en putrefacción esos cadáveres son peligrosos. En el caso de los insectos eusociales, como las hormigas, lo que vemos es que llevan a cabo conductas como enterrar a los cadáveres o sacarlos del nido, que son conductas más o menos rígidas, y las vemos también en los humanos. Por ejemplo, está el caso de la necrofobia, que es una reacción, una aversión innata, no aprendida, a los cadáveres, que nos dan asco por su aspecto y su olor. Esto es algo que es muy común en muchas especies animales, porque nos protege de estas fuentes de patógenos.
—En 2018 una orca apareció en los medios de comunicación arrastrando con el hocico a su cría muerta. Se le dio un seguimiento mediático durante los siguientes meses inusitado. ¿Por qué nos obsesionan tanto casos como ese?
—Este fue un caso muy dramático. Porque fueron muchos días, al menos diecisiete, y más de mil millas, durante las cuales esta orca —que es un animal que no tiene manos, y para quien resultaba un esfuerzo enorme cargar con la cría, porque apenas comía, si lo hacía no podía mantener a flote el cadáver— arrastró a su cría muerta. Yo especulo en el libro que nos atraen estos casos porque nos vemos reflejados en una historia que podemos entender. Ahí vemos a una madre absolutamente destrozada por la muerte de su cría y que no quiere dejarla ir, que quiere mantenerse en contacto con ella. Pero siempre queda un poco la duda de si realmente eso es lo que estaba ocurriendo o es nuestra interpretación humana. A lo mejor la orca simplemente estaba jugando, le parecía un juguete muy divertido. Siempre está ese peligro de antropomorfizar a los animales.
—Uno de los capítulos de su obra se titula «El perro que confundió a su humano con un tentempié». Un hombre se suicidó, y al poco rato su pastor alemán le pegó un mordisco y se merendó un trozo de su cara. ¿Por qué se produce un comportamiento así?
—Es una incógnita por qué ocurre eso, porque no tenemos ninguna duda de que los perros nos quieren. Sería muy raro que de repente el perro perdiera toda noción de quién eres, sobre todo porque estos comportamientos muchas veces ocurren realmente muy poco después de la muerte de la persona. Es como si estuvieran deseando que estiremos la pata…
—Para darnos un bocado.
—(Risas). Sí. Es un poco inquietante que nuestro propio perro nos identifique como comida. Pero no tiene por qué ser una muestra de que no nos quiera. Nos cuesta verlo porque el canibalismo también es un tabú entre los humanos. Los perros también son animales carroñeros. Cazadores, y carroñeros también, cuando viven en libertad. Cuando se alimentan de cadáveres en la naturaleza suelen empezar a comer por el torso, porque ahí están los órganos que son más ricos en nutrientes. Pero cuando vemos perros que se comen a sus humanos lo que observamos es que se suelen comer la cara, y esto es lo que da escalofríos. La cara es el centro de la comunicación, entonces seguramente lo que está intentando es obtener una respuesta de su humano. El humano no responde, y ante la falta de respuesta, quizá por frustración, empiecen a chupar, morder… Eso empieza a saber a sangre, y ya como que no puedan evitar… comer.
—Cada vez más estudios demuestran que animales como sepias, pulpos y bogavantes, que forman parte de las cartas de muchos restaurantes, sienten a un nivel muy parecido al nuestro. ¿Cómo debemos actuar?
—Ahora mismo se está planteando el tema de si debiéramos tener granjas de pulpos. Creo que hay muchas razones por las que esto es problemático. No solamente por el hecho de comer a estos animales, que son muy inteligentes. Esas granjas estarían hacinando a animales que no son muy sociales. Estaríamos metiendo en un espacio muy pequeño a muchos de ellos. No sabemos cómo sería su vida, pero tiene toda la pinta de que sería bastante difícil. Yo creo que hay muchas alternativas a comer animales. Incluso si no te importan los animales, hay muchas razones de tipo medioambiental por las cuales deberíamos inclinarnos por una dieta basada en plantas más que en animales. Creo que la solución a lo que estamos viviendo no es criar nuevas especies animales en granjas.
—¿Qué sentimientos puede experimentar un toro de lidia? ¿Está de acuerdo con la afirmación de que están hechos para morir en la plaza?
—(Resopla). Este argumento es muy absurdo. Este animal no está hecho para morir en la plaza. El toro es un animal que nosotros hemos domesticado. Sí. Pero eso no quiere decir que su uso sea correcto, natural, y aunque fuese natural no tiene por qué ser bueno; eso una falacia. Algo que sea natural no tiene por qué ser bueno, pero esto ni siquiera es natural, es cultural.
—Antes en los pueblos la muerte de los animales era un proceso ritual del que formaba parte toda la comunidad. Ahora los urbanitas nos comemos los manjares —embutidos ibéricos, solomillos de ternera, alitas de pollo con sabor barbacoa…— empaquetados en plásticos. ¿Nos da miedo aceptar que somos unos depredadores?
—Sí. Nos da miedo aceptar que somos depredadores. Es una realidad muy complicada, no solo que seamos depredadores, también lo que viven esos animales. Hay una frase que he visto atribuida a Paul McCartney —no sé si la dijo él realmente—: “Si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos”. Creo que muy pocos de nosotros podríamos soportar ver lo que pasa en estos mataderos, lo que viven estos animales. Preferimos obviamente mirar hacia otro lado. Hay toda una serie de mecanismos que están hechos para que no pensemos en el animal que nos estamos comiendo, la vida que ha tenido. Nos los venden empaquetaditos. Si viene una imagen, no es una foto de un animal: es un dibujo, una representación muy idílica, que no muestra realmente el sufrimiento que hay detrás. Hay una disonancia cognitiva. Casi todo el mundo al que preguntases diría que sí, que claro que le gustan los animales, le encantan los perros, le encanta ver los documentales de La 2, los animales le parecen adorables. Para compatibilizar eso con comer carne hay que tener una serie de mecanismos para poner entre paréntesis o no pensar en esas realidades.
—A lo mejor dentro de unos años, igual que en las cajetillas de tabaco aparecen esas imágenes, tan explícitas, de enfermos de cáncer, también se empieza a concienciar del sufrimiento de los animales destinados a nuestra alimentación en los paquetes de comida.
—No me extrañaría, porque simplemente creo que tarde o temprano vamos a tener que ponernos las pilas con el tema del cambio climático. Este tipo de alimentación es una de las principales causas de emisiones de efecto invernadero. Tarde o temprano se nos va a forzar, de alguna manera, a que comamos menos carne. Y eso que comentas podría ser una de las maneras en las que se intentase concienciar a la gente para un cambio.
—¿Puede ser sostenible la ganadería?
—(Piensa). Desde luego que no es posible siendo tantos humanos como somos y comiendo tanta carne como queremos comer. Simplemente no hay recursos suficientes para eso.
—Para terminar, ¿cuál es su próximo proyecto de escritura?
—Bueno, ahora mismo no estoy pensando en ningún libro porque estoy más centrada en artículos más pequeñitos, pero sí que me gustaría en algún momento dado escribir un manual de filosofía de la mente animal, porque no hay nada en español y es una disciplina que está creciendo mucho. Creo que estaría bien que hubiese algún manual en español.
La muerte nunca ha sido tabu hasta hace cuatro días. Por lo demás, esta gente urbanita toma a todos por tontos. Como todos los miembros de esta secta de charlatanes, no tiene ni idea de ganadería, ni de su papel en la ‘sostenibilidad’, ni ha pisado el campo más que para ir de fin de semana, ni se aplican su propio sermón de comer grillos y no carne. A ver que día entrevista Zenda a un pastor de Soria, con seguridad aportará más ciencia y sensatez que muchos de estos listillos urbanitas.
Sin entrar en temas manidos como la sostenibilidad de la ganadería, que constituye un 6% de las emisiones (industria y transporte son los que contaminan, pero ese debate no interesa), yo invito a Susana a visitar un matadero; puede que le resulte muy diferente de la imagen preconcebida que tiene. Hoy día, todos los aspectos relacionados con bienestar animal son muy importantes en produccion animal y, especialmente, en matadero. El periódico tiene mi correo electrónico.
Hablar por hablar,de casi todo,sin conocimiento teórico ni práctico…..por ejemplo :»el toro es un animal domesticado»,si hombre,si,»domesticado»para embestir,para defender su poderío,enfrentado al poderío del torero/hombre,en un ritual estremecedor,donde las «suertes»se desarrollan según el canon de las artes clasicas y dónde se muere o se puede morir de verdad….¡y no siempre y con una salvedad!: el que tiene la potestad para indultar es el hombre;el toro,si puede,no lo hará jamás….(filosofía de la mente animal)….»no hay más sordo que el que no quiere oír»…
o no puede entender.
Un cordial saludo para todos(«pros»y «contras»)