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Svetlana Aleksiévich y el género de las voces

Svetlana Aleksiévich y el género de las voces

A partir de la cita de Flaubert, que decía de sí mismo que era una “persona-pluma”, la periodista Svetlana Aleksiévich sostiene que puede decir de sí misma que es “una persona-oreja”. Se considera la inventora de un género propio, que denomina “el género de las voces”, y que consiste en escuchar atentamente los testimonios de los protagonistas, dejarlos hablar y trasladar lo más fielmente posible sus palabras a los libros.

La editorial Nórdica ha tenido la muy loable iniciativa de publicar en forma de libro el discurso de Aleksiévich —Una batalla perdida— al recibir el premio Nobel de Literatura en 2015. Se trata de una cuidada edición, con ilustraciones de Arnal Ballester y traducción de Marta Sánchez-Nieves, a la altura de un texto que ya es una referencia obligada para lectores y periodistas.

"La labor del periodista es, pues, despojar el alma de esas influencias externas que distorsionan sus palabras"

“¿Y qué hago yo?”, se pregunta la periodista. “Yo recopilo la cotidianidad de los pensamientos, las ideas, las palabras —aclara—. Recopilo la vida de mi tiempo. Me interesa la historia del alma. Los modos de vida del alma. Lo que la gran historia normalmente deja pasar, a lo que mira con altanería”.

En su trayectoria —“casi cuarenta años, de persona en persona, de voz en voz”— a Svetlana Aleksiévich lo que le ha interesado es “este pequeño espacio: la persona…, solo la persona, porque en realidad —insiste— es ahí donde todo ocurre”.

“El ser humano habla desde su tiempo ¡No puede hablar desde ningún sitio!”, asegura. Pero es difícil penetrar en el alma humana, porque “está cubierta de la suciedad de las supersticiones del siglo, de sus pasiones y engaños. Del televisor y los periódicos”. La labor del periodista es, pues, despojar el alma de esas influencias externas que distorsionan sus palabras.

Aleksiévich construye su discurso igual que construye sus libros. Entrelaza las voces de sus protagonistas y fragmentos de su diario hasta formar un todo, una historia completa. Así, nos lleva desde las mujeres, heroínas olvidadas, de la Guerra Mundial (La guerra no tiene nombre de mujer) hasta las personas que vivieron la caída de la URSS y la transición hacia el capitalismo (El fin del homo sovieticus). Pasando entre medias por Los muchachos del zinc de la guerra de Afganistán y las Voces de Chernobyl tras la catástrofe nuclear de 1986.

"Por las noches, en su pequeño pueblo bielorruso, las mujeres se reunían a charlar. Sólo había mujeres, ancianos y niños; los hombres no habían vuelto de la guerra"

Hasta llegar a ese final memorable, desgraciadamente tan de actualidad. “Tengo tres hogares: mi tierra bielorrusa, la patria de mi padre, donde he vivido toda mi vida; Ucrania, la patria de mi madre, donde nací; y la gran cultura rusa, sin la que no logro imaginarme. Todas ellas me son queridas. Pero, en nuestros días, cuesta hablar de amor”.

El pasado mes de octubre la premio Nobel fue investida doctora honoris causa por la Universidad de Granada (dos años antes ya había sido investida por la Complutense de Madrid). En la ciudad andaluza pronunció un discurso menos conocido, donde desgranaba valiosas ideas sobre el periodismo.

Cuenta que, por las noches, en su pequeño pueblo bielorruso, las mujeres se reunían a charlar en los bancos próximos a sus casas. Sólo había mujeres, ancianos y niños; los hombres no habían vuelto de la guerra. Ella, apenas una niña, solía sentarse con ellas a escuchar sus historias. “Allí me di cuenta de que el sufrimiento es una forma especial de transmitir información —rememora—.  Y de que el dolor es un arte; especialmente, de nuevo, en nuestras vidas llenas de tristeza. Ningún libro ha conseguido emocionarme tanto como me sigo emocionando con la voz humana”.

"La escritora dedicó una parte del discurso a explicar el lento proceso de preparación de sus obras"

La escritora dedicó una parte del discurso a explicar el lento proceso de preparación de sus obras. “Para cada libro encuesto a entre 300 y 500 personas. Solo una pequeña parte de lo que escucho pasa a formar parte del libro”. No utiliza cuestionarios, ni prepara preguntas de antemano. “El flujo espontáneo de la conversación da libertad —justifica la improvisación—. Estás más preparado para lo inesperado, listo para cualquier giro en el pensamiento ajeno. La conversación puede tomar una dirección totalmente inesperada. Si preguntas con rigidez, la persona no terminará de abrirse”.

Aleksiévich revela por qué eligió precisamente ese estilo tan suyo de narrar, lo que ella llama su género. “¿Cómo nació mi género? ¿Por qué elegí precisamente este género consistente no en inventar ni fantasear, sino en escuchar y anotar? El género de las voces. ¿Por qué precisamente este género? Porque sólo el alma consigue seguir el ritmo del tiempo, y ni siquiera siempre. Toda persona no lo consigue”.

Sobre la actual situación de Rusia asegura que se ha vuelto a resucitar el pasado más negro. “‘La maquinaria estalinista era historia, ahora es nuestra vida’, me dijo una estudiante rusa que había huido de Rusia para evitar ser detenida —relata—. La maquinaria estalinista funcionó rápidamente. Los estudiantes denunciaban a los profesores, los maestros traicionaban a los alumnos, los científicos eran juzgados por espionaje, por alta traición… Por salir una persona con una pancarta de ¡No a la guerra!, por salir solo y estar de pie en solitario entre la multitud ya está en peligro. Al sistema no le gustan los fallos”.

La premio Nobel ofreció algunos detalles de su tan esperada nueva obra, en la que ahora trabaja. “Mi historia del “hombre rojo” continúa. Busco las palabras… Estoy escribiendo un nuevo libro: ¿Cómo nace el fascismo? ¿Quiénes son sus partícipes? Y resulta que sus partícipes y cómplices somos todos nosotros, los que no hace tanto gritábamos en la plaza ‘¡Libertad!, ¡Libertad!’ y derribábamos los monumentos bolcheviques a los líderes. El libro trata de por qué y cómo puede ocurrir eso. Con exactamente las mismas personas”.

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Autora: Svetlana Aleksiévich. Titulo: De una batalla perdida. Traducción: Marta Sánchez-Nieves. Editorial: Nórdica. Venta: Todos tus libros.

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