Coronavirus
Sangre en la alcoba (Arresto domiciliario 71)
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Nadie está listo para ver correr la sangre. No es algo que te puedas tomar con calma, aun si en el fondo sabes que...
El hobby redentor (Arresto domiciliario 70)
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No dudo que los hobbies sean de gran ayuda en el apuntalamiento de la estabilidad emocional, pero temo que ciertos celos sistemáticos ocultan desarreglos...
El organillo mudo (Arresto domiciliario 68)
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A veces lo que duele ilumina, y viceversa. Hoy pasamos al lado de un organillero. Estaba solo al lado del semáforo, en medio de...
Favor de rebobinar (Arresto domiciliario 67)
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Irse a la cama con la conciencia desbordante de dudas es condenar al coco a seguir trabajando sin paga ni provecho. No soy de...
Los abandonados (Arresto domiciliario 66)
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Siempre es perturbador encontrar en el librero ejemplares con el separador clavado muchas páginas antes del final. Buenos libros, de pronto, como buena era...
Madrid lobotomizado: postales nocturnas del último viernes de la fase 0
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En caso de que alguna vez se me olvide, querido lector, haga el favor de reenviarme este artículo. 22:15, Plaza del Dos de Mayo....
Volver a ayer (Tiempos de coronavirus y 28)
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Bajo todas las persianas y escucho un programa al azar de La hora de Bach. Apenas la sinfonía de la cantata 21. Un oboe...
Inapetonto (Arresto domiciliario 63)
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Decir que tengo el tabique desviado suena bien a manera de explicación, pues ya se sabe que un olfato defectuoso dificulta de paso el...
El sombrero sin plumas (Arresto domiciliario 61)
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—¡Mírala! —se horripila de golpe mi correclusa, tras ver al animal en la pared y dar un alarido lovecraftiano que me trae de regreso...
La vergüenza tipográfica
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Hay quien piensa que la tipografía no es importante. Pienso entonces en Paul Renner, quien a fines de los años veinte, con una Alemania...