Fotograma del vídeo «Tú me dejaste de querer», de C. Tangana.
«Hay otras vidas, pero están en ti», dicen que dijo el poeta Paul Éluard. En mí está, entre otras vidas, Lea Pérez, una escritora desesperada que, muy a su pesar, hoy cita a C. Tangana, Vila-Matas y Joaquín Sabina.
¿Queréis saber qué cita colgó mi ex en su Twitter precisamente el día que conté aquí en Zenda cómo rompí con él?
Pues esta estrofa de C. Tangana:
«Tú me dejaste de querer
cuando menos lo esperaba.
Cuando más te quería
se te fueron las ganas».
Bien. Entremos en materia. Hay citas y citas. Citas librescas, cinematográficas, citas robadas de conservaciones callejeras, de periódicos, de recuerdos. Y citas que son pura pose, citas que intentan dar el pego o que te pegan en las narices.
Enrique Vila-Matas cita mejor que nadie; supera a Borges, que ya es decir. Además, no sólo deslumbra con las palabras ajenas desgranadas en sus artículos y en sus libros. La mayoría de las frases que escribe se pueden enmarcar en solitario, son citas que podemos extraer y releer y usar en nuestras redes o en nuestras vidas o en nuestras obras.
Este texto, desde el título hasta el punto final, se lo debo a Vila-Matas. Lo escribo porque el último párrafo de su Historia abreviada de la literatura portátil comienza con esta frase: «Sólo porque está muerto, somos capaces de leer el pasado».
Una buena cita es una flor luminosa, bella en sí misma, que encierra entre sus pétalos el polen que nos permite luego recrearla con otras palabras y nuevos sentidos. Dicho esto, ahora viene mi modesto homenaje a Vila-Matas, mi cita. Y, con pudor, la voy a entrecomillar: «Sólo porque está muerto, somos capaces de leer el amor».
Sobre el papel, ahora, ahora que estoy sola, sin pareja, sin querer a nadie y sin que nadie me quiera, puedo leer que durante tres años viví una historia de amor como otra cualquiera. Una historia con risas y sexo, con celos y lágrimas. Un amor portátil.
*
Bien. Muy bien. A ver cómo me explico ahora. Mi ex, voy a llamarle sólo así, ya no es mi chico ni mi compañero ni mi nada, tiene cuarenta y seis años. Es un hombre que incluso aparenta más edad, que suele salir de casa recién afeitado, repeinado, impecable, con sus trajes y sus bufandas o sus foulards, que se las da de dandy. Y, que yo sepa, hasta el pasado mes de noviembre la única música que deleitaba su exquisito oído, además de la clásica, eran el jazz y el flamenco. Bueno, más que el flamenco en general, el cante jondo, sólo el jondo, y porque Federico García Lorca lo elevó a los altares en sus conferencias.
Pero, sibilinamente, en Twitter dejó caer esta estrofa a sus miles de seguidores, entre los que están muchos amigos y conocidos, sin más explicaciones, sin mencionarme, a tanto no ha llegado, como decía justo después de que yo desnudara mi alma aquí en Zenda. Y lanzó la piedra y no dijo nada más en dos o tres días. En verso, muy fino, tiró la piedra y no dijo más. Y la pedrada me llegó. «Cuando más te quería / se te fueron las ganas». ¡Zasca!
Y me dio de lleno, sí. Yo acabé enterándome, no estoy enganchada como él a las redes sociales pero me enteré, me llegó una notificación. Y también me avisó una amiga. «Qué cabrón», me dijo. «Vaya capullo», me soltó casi a la vez otra amiga. Y lo peor: «¡Hiciste muy bien al dejarle! Puto machista, cómo se atreve a hablar así del deseo femenino», me wasapeó otro amigo, para rematarlo, o para rematarme.
Yo he olvidado a mi ex. Yo le dejé. Eso lo sé yo y lo saben todas nuestras amistades. También saben que estuve depre, muy decaída. ¿Pero eso da pie para que él suelte que se me fueron las ganas? ¿Qué se cree, que a mis treinta y muchos mis impulsos sexuales han pegado un bajonazo? Pues no, y no se me fueron las ganas. Ganas tuve y ganas tengo. Pero se me fue el amor, que es algo muy distinto.
Termino ya. ¿De quién serán esos versos?, me pregunté, pánfila de mí. Los dos primeros versos me sonaban. Los repetí mentalmente. «Tú me dejaste de querer / cuando menos lo esperaba». Sí, me sonaban, me dije, e intenté buscarlos en la memoria. ¿Serán del Salinas de La voz a ti debida, del Lorca de los Sonetos del amor oscuro? Nada, me di por vencida y los busqué en Google, qué remedio, y zasca, no se me ocurre de nuevo otra palabra mejor. Hoy voy de zasca en zasca y tiro porque me toca hasta la última línea, o casilla, de este texto.
¡Eran de un tema de C. Tangana! Tú me dejaste de querer, según el buscador, es una de las canciones más escuchadas del momento, con millones y más millones de reproducciones.
No salgo de mi asombro. ¿Mi ex escucha a Tangana? El melómano que aburría a las ovejas con sus listas de Spotify, que tenía a gala no incluir jamás una canción de este siglo, ¿ahora escucha a Tangana y lo cita en Twitter?
No soy celosa. No lo fui antes ni lo soy ahora, sobre todo ahora no, no hay motivos, no estamos juntos. Pero me juego mi biblioteca, y la herencia que algún día, espero que sea lejano, recibiré de mis padres, a que el tonto del haba de mi ex se ha liado otra vez con una alumna o con una profesora de su facultad. Y me da igual. Pero esa jovenzuela que mueve sus caderas al ritmo de Tangana le va a dejar de querer en menos de lo que dura la canción. Y no me alegraré, que conste. No es mi estilo. Y se me han quitado las ganas de escribir más.
Bueno, sí que voy a decir algo más. ¿Tú citas a Tangana? Pues yo a Sabina. Pero a mi manera, con un leve retoque, con un retoque corto, muy cortito. Si hubieras recurrido a Góngora, habría replicado con Quevedo, dicho sea de paso. Te voy a decir algo, cariño, para que se te quiten las ganas de hablar de mis ganas. Tienes la frente muy alta, la lengua muy larga y la flauta muy corta.
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