Inicio > Historia > Nuevos momentos estelares de la humanidad > Tarzán vampiriza a Edgar Rice Burroughs
Tarzán vampiriza a Edgar Rice Burroughs

Parece pertinente considerar que la capacidad de alguien que escribe historias para tener cautivos a millones de lectores a lo largo de décadas es una prueba irrefutable de sus dotes para la narración. Sin embargo, no es garantía de que el 19 de marzo de 1950, cuando se puso el punto final a la existencia de Edgar Rice Burroughs, uno de los escritores estadounidenses más leídos y prolíficos, fuera ascendido al mismo panteón de las letras donde se honra la memoria de Nathaniel Hawthorne, Herman Melville o Mark Twain. Una cosa es la gloria que dispensa el academicismo —nace… escribe… muere…— y otra, muy diferente, la que conceden las cuentas de resultados de la industria editorial. Ninguna es más digna ni mejor que la otra.

Ahora bien, difieren entre sí tanto o más que el Tarzán creado por Burroughs y el que el cine comenzó a adaptar a partir de aquella primera versión de 1918, debida a Scott Sidney, y protagonizada por Elmo Lincoln. Al ser una cinta aún silente, el grito característico del rey de los monos —ese alarido agudo, que en las novelas de Burroughs no aparece ni por el forro— no se escuchó hasta 1932. Lo más probable es que obedeciese a un afán de sus impulsores por mostrar las excelencias del cine sonoro, que no a una inquietud de Burroughs por resaltar el salvajismo de su personaje, la vida adulta de un niño feral, criado entre los simios.

"Cabalgase o no con el mítico regimiento, conoció el Far West, como el gran Ambrose Bierce. Buscó oro en California y fue cowboy"

Frente al del cine, muy dulcificado —incluso en esa versión pre-código con los fugaces desnudos de Jane (Maureen O’Sullivan) buceando junto al rey de la selva—, el Tarzán literario desde su primera historia, Tarzán de los monos (1902) es más complejo y tortuoso. Crecido en la selva, come como una bestia y no deja de debatirse entre la barbarie y la civilización. Más cerca de los superhéroes de Stan Lee que de la teoría del buen salvaje de Rousseau, puro y no corrompido por la civilización, a veces ratifica las teorías del enciclopedista, otras no tanto. Tarzán, aunque criado por animales, solo se convierte en héroe al contacto con la civilización, cuando se trata de salvar a las bellas y refinadas inglesas o a los geólogos perdidos en su trabajo de campo en la inhóspita jungla. Sin embargo, John Clayton II, Lord Greystoke —verdadera identidad del hombre mono— vuelve a su solar natal en la Inglaterra victoriana. Y allí, donde comen con cubiertos y se visten de noche para cenar, descubre que lo suyo es la jungla, que no la civilización.

Nacido en Chicago en 1875, Edgar Rice Burroughs, guiado por ese afán de aventura que aguijonea a tantos jóvenes, quiso ser soldado, de ahí lo del 7º de Caballería que aparece en las solapas de sus libros. Cabalgase o no con el mítico regimiento, conoció el Far West, como el gran Ambrose Bierce. Buscó oro en California y fue cowboy. De vuelta al Este se hizo tendero y contable. Así las cosas, no es de extrañar que empezase a imaginar territorios míticos donde el valor de los hombres se medía por su coraje y el de las mujeres por su belleza. Demasiado simple para nuestros días —por no decir otra cosa—, si bien todas sus series siguen contando con decenas de lectores, habrá que hacer notar la corrección política de las últimas adaptaciones de Tarzán, todo un héroe del cine familiar.

"La gloria que le fue dada a Edgar Rice Burroughs tras su último trance fue la de fusionar su recuerdo con el más célebre de sus personajes"

El aliento de Edgar Rice Burroughs fue largo; la inspiración diversa. Cultivó varios géneros. Si hubiera que adscribirle a uno, ése podría ser la ciencia ficción. Imaginó trasuntos de Marte, el Barsoom de las aventuras de John Carter, space operas localizadas en Venus —las aventuras de Carson Napier—; escribió westerns, novelas históricas, así como un número nada desdeñable de textos intempestivos y misceláneos. Con todo, puede que estuviesen en lo cierto quienes hace 75 años, cuando un día como hoy Burroughs murió en Los Ángeles, estimaron que su sitio estaba en el panteón de los mercaderes, que no en el de los escritores. Pasó de ser uno de los más prolíficos colaboradores de las revistas Pulp Al Stories Magazine, que en 1912 vio nacer a Tarzán; Argosy; The Blue Book— a tener su propia compañía, la Edgar Rice Burroughs, Inc. Creada en 1923, solo once años después de la primera aventura de John Carter, Una princesa de Marte, y otro tanto de la primera del rey de la jungla, Tarzán de los monos llegó a facturar hasta los cómics de su primer héroe.

“Si la gente paga por escribir historias putrefactas, yo las escribiré más putrefactas aún”, se jactaba, recordando sus comienzos en las entrevistas, vanagloriándose de ser todo un cuentista popular ya convertido en uno de los grandes mercaderes de la literatura. Vendió tanto que se compró un distrito de Los Ángeles y lo llamó Tarzana, en agradecimiento a su personaje. Y la gloria que le fue dada a Edgar Rice Burroughs tras su último trance fue la de fusionar su recuerdo con el más célebre de sus personajes. Sí señor, el escritor, vampirizado por su creación, se convierte en Tarzán, pasando así a formar parte del acervo colectivo, con entrada entre los aludidos por Sisa en “Cualquier noche puede salir el sol”, canción entrañable y memorable donde las haya: toda una fórmula para hacer humo de la tristeza. Siempre es un momento estelar de la humanidad, la inmortalidad y celebración de uno de sus grandes personajes.

4.8/5 (16 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
reCaptcha Error: grecaptcha is not defined
  • Dos víctimas, el nuevo enigma para el inspector Strafford

    /
    marzo 21, 2025
    /

    Los ahogados es la nueva entrega de la serie protagonizada por el forense Quirkle y el inspector John Strafford, inmersos en la Irlanda de los años cincuenta y en el enigma que comienza con el hallazgo de un coche vacío en el campo y un hombre que cree que su esposa se ha ahogado en el mar. Strafford es llamado desde Dublín, y buscará la ayuda de su viejo conocido Quirkle para resolver el caso de la misteriosa desaparición. Con un estilo preciso y alusivo, Black nos introduce en un caso de desaparición que se convierte en una transición hacia…

    Leer más

  • Cómo engañar a Wikipedia y qué tiene que ver la Reina del Sur con ello

    /
    marzo 21, 2025
    /

    En 2010 un periodista del diario londinense The Times, Hugo Rifkind, se propuso intentar ver si era capaz de engañar a Wikipedia colándoles un hecho falso, sin que además nadie pudiera evitarlo, ya que lo haría siguiendo las propias normas del famoso sitio web. Así que buscó una fecha próxima en el calendario (29 de abril), y entre los hechos históricos ocurridos en tal día añadió este, completamente inventado: “1872 – La reina Victoria de Inglaterra es llevada a un hospital en Inverness (Escocia) tras romperse un dedo del pie mientras pescaba en Balmoral”. Según las normas de Wikipedia, cualquiera…

    Leer más

  • Miedo a salir de la cama

    /
    marzo 21, 2025
    /

    El narrador despierta en una habitación que no conoce, hotel, prisión u hospital, y por algún motivo no puede levantarse de la cama. Quizás sea porque nos lo presentan en ese estado de duermevela, esa aparente confusión al despertar en un lugar extraño en la que Loriga le dota de una extrema lucidez para ir recordando el pasado, preguntando al presente y encontrándose a sí mismo. No se trata del devenir tanto como de lo que ya se es, de la importancia del yo en la juventud y de lo que queda cuando se llega a la edad adulta, una…

    Leer más

  • 3 poemas de Salve, de Aitana Monzón

    /
    marzo 21, 2025
    /

    Dice Luis Alberto de Cuenca que “los versos de Aitana son enigmáticos, pero tan sugerentes y tan hipnóticos como un atardecer samoano en la isla de Vailima con Robert Louis Stevenson oficiando de narrador ante un grupito de nativos ensimismados”. ¿Hace falta decir algo más? En Zenda reproducimos tres poemas, uno de ellos en prosa, de Salve (Espasa), de Aitana Monzón. *** Génesis de una poética: Tener sed quiere decir no tener ojos Un dibujo de Toulouse-Lautrec. Costó que entrara por los ojos. Es una mujer elegante, con ese gesto de dignificación que trae la derrota. Unos guantes larguísimos. El…

    Leer más