«Te amo cuando me llamas para que admire
la huella rosa de un avión sobre el fuego del poniente»,
escribe Nabokov en Pálido fuego, un largo poema de 999 versos, «atribuido» a John Shade.
Dos versos para cada uno de los viajeros que, conmovidos ,
«miran por la ficticia lejanía del cristal de la ventana».
Esa idílica belleza de los aviones en el cielo de la tarde.
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