Cuando era adolescente y salía de fiesta los sábados por la tarde, uno de mis mejores amigos y yo nos intercambiábamos los nombres. Ese simple juego privado, ese pequeño ritual, nos relajaba, y entonces nos atrevíamos a hablar con chicas desconocidas. ¡Incluso bromeábamos con ellas, las cogíamos de la mano y saltábamos a la pista a bailar! Al cambiarnos los nombres nos librábamos de un peso: nada de lo que pudiéramos hacer tenía consecuencias. Al cambiarnos los nombres éramos libres.
Casi todas las historias nacen de una pregunta. Cuando somos niños, nos lanzamos a contar diciendo: ¿Te imaginas que…?”. En el caso de La intimidad de los viajeros, la pregunta fue: ¿Y si un hombre contrata a otro para que, siguiendo sus instrucciones, seduzca a una mujer y luego la abandone?
Me imaginé esos tres personajes (el hombre que contrata, el seductor y la mujer) en Berlín, una ciudad en perpetua reconstrucción (como los propios personajes), y me pregunté qué los había llevado hasta ahí.
Por supuesto, no parto de una experiencia propia. No me interesa la autoficción. Creo que los escritores deben imaginar. Porque la literatura le da sentido a la vida; le da forma y orden. Y ese es otro de los temas fundamentales de la novela: cómo inventamos ficciones para mejorar la vida.
Por último, hablemos del proceso de escritura. Según Vladimir Nabokov o James Salter, el estilo es la esencia del escritor. Modestamente, me permito añadir que el estilo, además de ser una forma de mirar, de entender la realidad, al mismo tiempo debe servir para contar esa historia concreta de la mejor forma posible. Al escribir esta novela, sentía que la historia me estaba enseñando cómo debía escribirla, lo cual se convirtió una experiencia gozosa. Me lo he pasado en grande escribiendo esta novela. Ojalá vosotros la disfrutéis igual leyéndola.
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Autor: Josan Hatero. Título: La intimidad de los viajeros. Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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