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Teatro de sombras

En el teatro de sombras hay tres ingredientes indispensables: las marionetas, la luz y la pantalla. La luz incide sobre las figuras y su sombra se proyecta sobre la pantalla. Del otro lado, el público.

Algo así es Los años oscuros, una construcción en la que de un lado cae lo oculto, lo privado, y del otro, lo público y visible, la interpretación del lector de lo que ve proyectado sobre ese artefacto-pantalla que ha levantado la ficción. El trabajo consistía entonces en fabricar esa pantalla y enfocar la luz del modo adecuado, de tal forma que me permitiera contar una historia con los elementos de los que disponía: un puñado de piedras y cordeles, algo parecido a personajes —algunos muy difusos y borrados— y un enorme ramo de heridas y dolores.

Dirigí la luz, la mirada, sobre ciertos acontecimientos vitales, no necesariamente propios o personales, y sobre la página —esa sábana tendida entre quien escribe y quien lee— dibujé las sombras que esas figuras arrojaban. La historia fue tomando forma, los personajes fueron adquiriendo volumen, incluso voluntad.

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La escritura fue bastante fluida. Llevaba mucho tiempo lloviendo. El embalse estaba hasta arriba. Una vez abrí las compuertas, la narración fluyó sin descanso durante todo un mes de otoño de 2018. Cada día me sentaba a escribir hasta alcanzar un mínimo de palabras y, si no lo conseguía, al día siguiente intentaba completar el cupo de ambos días. Así se fue desarrollando la historia en su primera etapa, sin relecturas, sin revisiones, sin volver atrás para releer ni retocar. Eso vendría después, cuando acabara de escribir el primer borrador. Una vez terminado unos meses más tarde, lo envié a varias lectoras en cuyo criterio confío, por informado y, a la vez, dispar, que me dieron algunos consejos con los que acabé de redondear la novela.

Ubiqué la historia en mi ciudad y, para darle verosimilitud, mezclé lugares reales y reconocibles con espacios completamente inventados; acontecimientos verídicos con eventos ficticios, artistas famosas con figuras inventadas. Todo ello cosido con una prosa salpicada de imágenes poéticas porque, al fin y al cabo, de la poesía vengo y, como me han dicho más de una vez, parece que no puedo evitarlo. Esas imágenes me ayudaron a describir las sensaciones y sentimientos complejos que todos vivimos en los momentos en los que la vida nos atiza con un palo en la cabeza, y que llevan la mayor parte del peso narrativo.

Los personajes principales estaban ahí antes siquiera de que surgiera la idea de escribir la novela. Una sabe que algún día escribirá sobre ellos, porque a veces por la noche te despiertan para recordártelo. Los demás fueron surgiendo de forma natural, aunque algunos casi necesitaron cesárea o cambiaron de género por el camino. Cada uno de ellos debía contener alguna de las inquietudes y dar lugar a las reflexiones que yo quería tratar en el libro, tenían que poner cuerpo y dar voz a esos gritos, a esas heridas que yo quería mostrar: la enfermedad, los cuidados, la identidad, la necesidad de atención, la construcción del deseo…

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No recuerdo exactamente el momento en que surgió el título, solo que en cuanto me llegó, como un destello, supe que era el adecuado porque contiene ese misterio, esa oscuridad que la protagonista intenta desenredar a lo largo de la historia y, además, es el contrapunto perfecto a toda la luminosidad que inunda la novela. Porque la luz puede tomarse como un personaje más de la narración, nos cuenta unas cosas y nos oculta otras, nos dice verdades a la cara y moldea las formas para engañarnos. Después de todo, Los años oscuros es una novela en la que hay una búsqueda denodada de lo luminoso, de la verdad.

La búsqueda de editorial fue fácil e indolora. Reconozco que a lo largo de mi carrera en esto de publicar no me he enfrentado aún a rechazos editoriales; creo que he tenido siempre mucha suerte al dar con la editorial adecuada en el momento preciso en que está buscando determinado libro. Así fue con Editorial Dieciséis, que me contestó apenas quince días después de haber enviado el manuscrito. Y estoy encantada: el libro está muy bien hecho, es un objeto hermoso y la novela está teniendo una acogida estupenda, aunque aún está en sus primeros pasos por el mundo. Ahora ha llegado el momento de dejarla que haga su camino mientras yo me dedico a ver cómo germina la siguiente semilla.

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Autora: Eva Gallud. Título: Los años oscuros. Editorial: Dieciséis. Venta: Todos tus libros, Amazon y Casa del Libro.

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