Sí, seguimos importado terminología. Porque el “nerd”, persona empollona con pocas aptitudes comunicativas, ha pasado de ocupar un cómico lugar secundario, objeto de burla en los pasillos de tu comedia de instituto, a ser el protagonista de su propia historia. De víctima a protagonista, cuando no verdugo. Porque el camino hacia Stranger Things está lleno de buenas intenciones, y todos estos empollones pusieron su granito de arena para cavarle al nerd su propio agujero… y que, paradójicamente, muchos prefirieran verse reflejados en él.
Claro que Martin Prince también tuvo su parte de culpa a la hora de condenar socialmente a los listillos. El personaje que interpretó la fallecida Russi Taylor en la V. O. de Los Simpson (Taylor también era las gemelas púrpura Sherri y Terri, por no mencionar la mismísima Minnie Mouse) era eso, un trepa que reflejaba la peor faceta de los empollones: su ansia desatada de destacar por encima de todas las cosas. Ojo, que si no está en Los Simpson no existe, y en la serie amarilla también podemos ver dos variedades distintas de nerd: el gordo friqui Jeff (más conocido como el de la tienda de cómics) y la variedad atormentada representada por la mismísima Lisa Simpson.
A ninguno de los dos les faltaban precedentes. Steve Urkel y el recientemente fallecido Screech de, respectivamente, Cosas de casa y Salvados por la campana, ya asfaltaron la carretera del descrédito del pobre nerd. El primero fue el personaje secundario que acabó robando literalmente la serie a sus protagonistas (por lo visto, Carl y Harriet Winslow echaban humo en el plató) y el segundo era el albóndiga en remojo entre los cañones Elizabeth Berkley y Tiffani Amber-Thiessen. Justin Diamond, su intérprete, acabaría más tarde convirtiéndose en una sórdida versión de sí mismo, cayendo por el abismo de las drogas e, incluso, el cine porno. Por eso, y por una biografía más bien sangrante contra sus compañeros de reparto, no fue convocado al reciente remake.
Ross Geller era un nerd algo más real. Pero no solo porque tuviera un mono o por su mala suerte en el amor. Los guionistas ocasionalmente lo recordaban con frases destinadas a recalcar cierta vanidad intelectual y referencias de otros personajes a su insoportable nerdismo. Friends, producto de los noventa por antonomasia, metía a su personaje en la caja de Jurassic Park, taquillazo de los primeros años del CGI devenido en verdadero objeto de culto por toda una generación (la misma que sigue consumiendo Friends en las plataformas de streaming).
Los pistoleros solitarios. Expediente X también tenía sus particulares tres cerditos, y eran ellos, Byers, Langly y Frohike, tres conspiranoicos de los tiempos seminales de internet que parecen inspirados en los entomólogos que asesoraban a Clarice Starling en El silencio de los corderos. El trío servía de cierto alivio cómico a la serie y de fuente de información para Mulder en su cruzada contra el Fumador, y llegó a tener su propia y fugaz serie spin-off (cuya leyenda urbana señala que predijo la caída de las Torres Gemelas).
Willow Rosenberg. In Joss Whedon we trust… hasta que pasó lo que pasó. Cuando el responsable de Buffy, cazavampiros era adorado por una creciente base de fans nerds que alababan su capacidad de volcar ansiedades adolescentes, crear personajes femeninos heroicos y escribir diálogos chispeantes, la buena Willow reivindicó su propio espacio como nerd lesbiana y, finalmente, trasunto de la mismísima Fénix Oscura en uno de los giros más trágicos de la televisión, aquel en el que el alivio cómico se convierte en tragedia de Shakespeare.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: