Teoría del poeta

Luis Feria fue una de las figuras más destacadas de la Generación del 50, un poeta de origen canario que ha sido loado por críticos que, como Antonio Álvarez de la Rosa, lo estiman «un poeta de culto, es decir, un escritor sumamente apreciado por todos los que, de boca a oreja, han ido ampliando la lista de sus lectores devotos que, transcurridos veinticinco años de su muerte, le recuerdan y releen». Recientemente, la editorial EDA ha recogido, en un volumen titulado Destino de la luz, una antología de su obra poética.

Zenda comparte un texto de Luis Feria titulado «Teoría del poeta», un texto que ha estado inédito hasta que la editorial EDA lo ha incluido en la antología del autor tinerfeño (1927-1998).

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En el quehacer poético el poeta está siempre solo, siempre aislado. Ese es el precio tremendo que tiene que pagar por su obra: la soledad. Únicamente lo rodean sus vivencias más íntimas, y ese mundo particular, único, cerrado, en el que nada más que el autor tiene cabida. Nadie puede seguirlo, en momentos de creación literaria, en su gestación más o menos próxima, en el proceso que antecede al hecho material de escribir. Cada autor está tratando de encontrar entonces el porqué y el cómo de todas y cada una de las cosas que lo rodean, que lleva dentro de sí después, y por las que camina y se desvela sin descanso, siguiéndolas hasta el fin, hasta sus últimas consecuencias. El poeta está tratando de explicarlas, de explicarse a través de ellas, y mientras duerme, habla con sus amigos o pasea hay una parte de su ser en la que nadie penetra, en la que está irremediablemente solo consigo mismo, en un doloroso peregrinaje que ha de desembocar, que ha de llevarlo a la expresión poética, al poema. En este, se encontrará la versión única personal, decantada, explicatoria, de ese mundo en el que el poeta se debatía a solas. Amor, duda, dolor, pregunta, han quedado atrás, nunca cerrados, siempre urgiendo a cantar, siempre impeliendo a decir y a decirse, a explicar y a explicarse a sí mismo y a través de él a todo ser humano que lo rodee. La poesía ya ha dejado de ser propiedad del autor: el mensaje está ya lanzado, la voz del poeta ha sido ya recogida por alguien que al leerlo dirá «esto es lo que yo he intentado expresar y no sabía cómo», o bien, «esto lo he sentido yo varias veces de una forma inconcreta y no sabía explicarlo». Creo que cuando un poeta consigue esto de quien lo lee está salvado. El largo camino en soledad, en silencio, le ha llevado a los demás. Buscándose a sí mismo ha encontrado a los que también se buscaban, diciendo lo que ha hablado en su búsqueda dice también lo que los otros encontraron y no sabían decir. La poesía ha nacido. El poeta, de momento, descansa y da gracias. Pero no tardará en seguir adelante, en seguir preguntando, en seguir cantando. Ya es, iluminado ahora por lo que encontró, el que ha de seguir, el que siempre pregunta. Ya es, irremediablemente, porque así lo quiere y por la gracia de Dios, el Desvelado.