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La tercera temporada de The Crown en 10 flashes

La tercera temporada de The Crown en 10 flashes

Por los pelos, pero The Crown pudo terminar de filmar su cuarta temporada antes de que comenzase el confinamiento por el coronavirus. Somos muchos los que esperamos seguir disfrutando con las historias de este magnífico biopic televisivo de la reina británica y poder ver los nuevos capítulos de la serie estrella de Netflix.

Isabel II parece decidida a resistir a otro primer ministro más —el inefable Boris Johnson seguro que no será el último de su lista— y a que las temporadas de esta serie no tengan un final. La reina se aísla en Windsor con su incombustible Duque de Edimburgo —Elisabeth y Philip juntan casi dos siglos de vida entre los dos a sus espaldas—, me imagino que con unas buenas reservas de vino y ginebra, a la espera de superar otra crisis mundial más, y van… La II Guerra Mundial no pudo con ella; esperemos que la COVID-19 la respete también.

Los 10 capítulos de la tercera temporada de The Crown en 10 parpadeos

Antes de que podamos disfrutar de los nuevos episodios de The Crown, he querido preparar un repaso a la que para mí ha sido, hasta ahora, la mejor temporada de esta producción, la tercera, formada por 10 episodios maravillosos, la mayoría de los cuales podría haber sido una película por su gran calidad.

Un espía en Buckingham Palace. (Capítulo 1. Olding)

En este reencuentro con la ficción he de confesar que estaba un poco nervioso: parecía complicado olvidar a la extraordinaria Claire Foy, la actriz que interpretó a la soberana inglesa en las dos primeras temporadas. En esta tercera entrega llegaba el ansiado momento de ver a Olivia Colman como Isabel II. Sus actuaciones en series como Fleabag o Broadchurch pronosticaban un éxito seguro, y así fue. En este comienzo de la tercera temporada la acción se centra en la elección de un nuevo primer ministro, Harold Wilson, que comenzó su andadura señalado por su supuesta relación con el KGB. El primer flash que quiero recordar es ese primer encuentro entre la monarca y el político. La desconfianza inicial irá dando paso, a través de los años y de los episodios, a una sólida relación de ¿amistad? Quién le iba a decir a la reina británica que a su adorado Winston Churchill le sucedería en su «corazoncito» un político laborista y progresista. En uno de los capítulos finales descubrimos que la reina fue a cenar al 10 de Downing Street cuando Wilson anunció su dimisión, un honor que solo tuvo Churchill.

Everything’s Coming Up Roses (Capítulo 2. Margaritología)

Esta segunda entrega se centra en una de las grandes protagonistas de la temporada, la princesa Margarita, a la que da vida de forma sobresaliente la actriz Helena Bonham-Carter (Una habitación con vistas, El club de la lucha). La ex de Tim Burton crea un personaje con el que enseguida empatizas: perdedora, disfrutona, juerguista y cuando quiere —y la dejan—, brillante. Su estilo y personalidad —cuántos habríamos disfrutado hoy día con un perfil suyo en IG— sobresalen de forma abrumadora en esta temporada. Su escena metiéndose en el bolsillo al presidente de USA Lyndon B. Johnson es memorable.

La lágrima (Capítulo 3. Aberfan)

Es difícil elegir con qué capítulo de esta estupenda tercera temporada de The Crown me quedo. Sin duda, el tercero es uno de los mejores, una historia dramática —el hundimiento de una escombrera en una mina en Gales que causó la muerte de 116 niños y 28 adultos— llevada con un gran pulso narrativo y una poderosa fuerza dramática. Nunca como en estos sesenta minutos a la reina británica se le ha visto más humana. Arrinconada, aislada y obligada a demostrar que es una persona de verdad, de carne y hueso, que se cuestiona el papel para el que la han educado toda su vida: ser una fría e insensible monarca que no puede mostrar emociones en público. Esa lágrima en el rostro de Isabel II es uno de los grandes momentos de las tres temporadas que llevamos hasta el momento.

Madre olvidada (Capítulo 4. Bubbikins)

Quizás es el capítulo más desconcertante, en el que aparece un personaje peculiar y olvidado, la madre del duque de Edimburgo, la princesa Alicia de Grecia y Dinamarca, y que acaba teniendo un emotivo reconocimiento al final del episodio. Si por algo destaca The Crown es por su magistral fotografía, que nos ha regalado encuadres maravillosos como los del entierro de Churchill, y que en este episodio nos regala momentos brillantes como el que nos descubre a la madre de Felipe en una Grecia convulsionada.

Vidas cruzadas (Capítulo 5. El golpe)

Quién no ha imaginado cómo habría sido su vida de haber tomado solo una decisión —pequeña e insignificante— diferente en un momento concreto de su pasado. En este episodio la reina es la protagonista absoluta. Después de mostrar su lado más humano, descubrimos a una mujer sin corona, que se cuestiona su derecho a amar y a ser una persona diferente a la que su destino la ha obligado a ser. Esa cena interrumpida por el deber es uno de los momentos en los que Isabel se muestra más humana, frágil y accesible, como la persona que nunca pudo ser.

El eterno heredero (Capítulo 6. Tywysog Cymru)

Carlos será siempre el hombre que pudo reinar. Y eso es algo que ya se intuye en esta serie. El joven príncipe se ve obligado a viajar a Gales —a regañadientes— como fórmula para acabar con el incipiente nacionalismo que amenaza la unidad de Gran Bretaña. Durante un trimestre el supuesto heredero aprenderá el idioma, estableciendo una estrecha relación con su profesor, un destacado regionalista. La relación que surge entre ambos mantiene la tensión narrativa de forma brillante.

El príncipe que quería ir a la luna (Capítulo 7. Polvo lunar)

Su partenaire en esta nueva temporada tampoco le va a la zaga. Tob Menzies es un gran Philip. Seguro que lo recuerdas como el maravilloso villano de Outlander, uno de los tostones más tremendos a los que me he enfrentado en los últimos años. Yo le descubrí una de las grandes series de HBO, Roma, en el papel de un ambicioso Brutus, y volví a encontrarme con él en Juego de tronos intrepretando a Edmure Tully. El duque de Edimburgo también tiene su propio capítulo. Es curioso que el suyo sea el dedicado a uno de los hechos históricos más relevantes que afronta la ficción, el viaje del hombre a la luna. ¿Acaso es una metáfora de ese «principito» del relato?

La oveja negra (Capítulo 8. El hombre en suspenso)

Resurge en este capítulo una de las historias más emotivas y también más controvertidas, la del príncipe que renunció al trono por ¿amor? La historia del Duque de Windsor —durante 325 días, Eduardo VIII, hasta su abdicación— y Wallis Simpson se ha enfocado en demasiadas ocasiones a su lado más romántico, obviando el pasado filonazi de ambos. Geraldine Chaplin no consigue en ningún momento dar una replica adecuada al genial Derek Jacobi, especialmente sublime en la polémica entrevista televisiva. Es en este episodio cuando comenzamos a conocer la bizarra relación del príncipe Carlos, Camilla Shand y Andrew Parker Bowles, un complicado triángulo amoroso al que en breve se unirá una cuarta persona, Diana Spencer.

Nunca serás el rey (Capítulo 9. Embrollo)

A Wilson le sucede Edward Heath, un patán de campeonato que llevó a Gran Bretaña a uno de sus periodos más «oscuros», y no es una metáfora: su prepotencia en la negociación con los mineros dejó al país sin electricidad para alumbrarse. Hasta Windsor sufrió los apagones. En este capítulo tiene lugar uno de los momentos cumbres de esta serie. Esa imagen que vemos de forma subjetiva, como si fuésemos el príncipe Carlos, con su familia al fondo, amenazante, el verdadero enemigo que nunca le dejará ser rey, que nunca le entregará la corona, que no perdonará su relación con Camilla.

Felicidad, qué extraño nombre tienes (Capítulo 10. Grito desesperado)

En esta tercera temporada hay dos grandes perdedores, Carlos y su tía Margarita. Dos aspirantes a todo y que se quedaron en nada. Termino con otra gran fotografía: la de Margarita en la piscina. Cada plano, cada vestido, cada gesto que nos regala Margarita en esta tercera temporada es «oro», pero esa estampa dentro del agua se queda clavada en la retina del espectador.

*****

Dios salve a Isabel II. Dios salve a la Reina. Dios salve a The Crown, a su espléndida tercera temporada y a la ansiada cuarta entrega. ¿Cuántos daríamos una mano por poder vérnosla de un tirón antes de que se acabe esta maldita cuarentena? Yo tengo unas ganas terribles de ver a Enma Corrin en la piel de Lady Di; de conocer todos los detalles de la relación entre Camilla, Carlos y Diana; y de ver a Gillian Anderson —cada día más bella y colosal, como demostró en Sex Education y Hannibal— en el papel, ni más ni menos, de Margaret Thatcher. La temporada más punk de The Crown nos aguarda a la vuelta de la pandemia.

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