Un amor imposible. Una niña rebelde que acabó en la Real Armada de la Marina española. Y el Tesoro de los Cinco Reyes como telón de fondo…
La razón por la que uno de repente se mete literalmente dentro de un libro y empieza a mirar a través de los ojos del protagonista, a sufrir con él, o a disfrutar con él, se me sigue antojando un misterio. Es simplemente algo que se produce de repente. Suele ser al principio pero, a veces, puede suceder más adelante. Un diálogo, una escena, el magnetismo de un personaje… y estás dentro. Y no puedes, ni quieres, salir. Esto es lo que me ha pasado a mí, por segunda vez, con esta magnífica autora que es Montserrat Claros y su libro El periplo del Talismán. Hay algo en Claros que me recuerda a Verne. A O’Brian, e incluso a Hergé. Algo que irremediablemente te mete de lleno en la Aventura, con mayúsculas. Y es que ella sabe muy bien qué ingredientes usar y cómo usarlos.
“Algún día encontraría el tesoro de la cueva del acantilado en donde las legendarias maravillas de los cinco reyes antiguos, seguían ocultando su brillo a la codicia del mundo. Pero antes viajar al Gran Sur, y a su glorioso regreso encontraría el tesoro”
La historia no podría empezar mejor: el enigma del Tesoro de los Cinco Reyes que reunía las riquezas que el emir almorávide Aben Gania arrebató al Rey de Aragón Alfonso el Batallador en 1134 y escondió, según la leyenda, en la conocida como Cueva de los Cantales, situada en tierras malagueñas de Al Ándalus. Durante siglos el mito permaneció en silencio, hasta que seis siglos después se reanudase su búsqueda, precisamente en el escenario donde Claros nos conduce en esta novela: el Real Colegio Náutico de San Telmo de Málaga, lugar donde tradicionalmente se preparaba a los futuros marinos de la legendaria Real Armada Española. Se trata de la escuela más prestigiosa de la historia naval de nuestro país. Estamos en 1787, y Claros recrea con una reconstrucción minuciosa, artesanal, cómo fueron las enseñanzas de estos niños que una vez licenciados iban a vérselas con la Pérfida Albión y el mismísimo Nelson en las traicioneras aguas atlánticas. Una niña, Benilde Letrán, estudiará allí al quedarse huérfana tras morir su padre mientras éste trataba precisamente de localizar el anhelado Tesoro siguiendo las pistas de un misterioso libro que su hija acabará custodiando. Benilde, tras quedarse sola, sobrevive en un mundo de hombres, aprendiendo el oficio de los marinos en silencio, observando y escuchando tras las puertas las precisas lecciones académicas de náutica.
“Aquellos chicos tenían la suerte de haber nacido hombres. Pensó. Muy pronto estarían surcando mares en sus embarques para realizar las prácticas navales. Mientras, ella se pasaría la vida doblando sábanas limpias, remendando prendas gastadas por el uso o ayudando en lo que pudiese en la Enfermería” “La única idea fija que le rondaba en la cabeza es que las embarcaciones son puentes para la libertad de los hombres. Mientras que las mujeres doblan sábanas y remiendan ropa el resto de sus vidas”
La vemos crecer mientras se va forjando una personalidad muy fuerte, esculpida a base de soledad. Enamorarse de la persona equivocada la llevará a huir de aquel lugar, y a conocer a la mujer que cambiará su destino para siempre. Benilde decide hacerse a la mar dispuesta a alcanzar el Gran Sur vestida de hombre, para alejarse físicamente de ese amor devastador que está acabando con ella. Pero al hacerlo un nuevo giro del destino hace que acabe envuelta en una de las mejores batallas navales que jamás he visto descritas, a bordo del Santísima Trinidad. Tras una soberbia recreación de la Batalla del Cabo de San Vicente (1797) contra la flota del mismísimo Nelson, se sucede una vicisitud tras otra hasta llegar a ser la capitana de un barco corsario, abjurando de su cristiandad, y partir en una razzia para encontrar el Tesoro de los Cinco Reyes. Toda una odisea la suya, en la que debe adoptar diversos papeles para sobrevivir. En su largo viaje por el mundo, a través de mares y desiertos, lo único que quiere es olvidar al hombre que casi la destruye, pero en el camino, lo que hace en realidad es construirse a sí misma. Una mujer formidable, amada y deseada por su arrojo y determinación, y odiada, precisamente por lo mismo.
“Cuando se quedaba a solas, en Benilde Letrán afloraba siempre la misma idea. Que la vida solo era una inmensa estafa en el juego infame que el azar pergeñaba con los hilos de la suerte” “Amar es devastador. No deberíamos nunca amar”
El talismán que Benilde lleva consigo es un secreto que no voy a desvelar. Me gustaría que el lector lo averigüe, y descubra esta historia de hombres y mujeres que cometen las más temidas locuras, simplemente por amor. Las conquistas más imposibles. Y la aventura interior de esta extraordinaria mujer que no es otra que el descubrimiento de ella misma, que crece al tiempo que avanza la novela.
“De alguna manera, los objetos y las personas regresan a nosotros en algún momento”
“Tenía la extraña sensación de que el mundo entero tenía un patrón único de interpretación. Por muy lejos que viajase y por mucha gente que conociese, todos y todo se parecía, inexorablemente, entre sí”
El periplo del Talismán es una novela extraordinariamente narrada, llena de sorprendentes giros argumentales. Un regalo para los sentidos, y diría que de lectura obligada a todos aquellos a los que les gusten las novelas navales, de aventuras, y de amor. Esta novela ha sido el libro más leído en Amazon en Literatura y ficción, “Aventuras en el mar”, tanto en Kindle como papel y actualmente sigue en el top 100 de los más vendidos de la misma categoría. Claros atrapa cuando escribe, porque siente lo que escribe. Cree en ello. Hay mucho oficio, mucha pasión, y mucho trabajo. Y además, está la magia. Esa que te hace no querer salir de un libro, que te dé pena que se acabe. Montserrat Claros tiene mucho mérito y valentía en lo que hace, y merece que su nombre entre, de una vez por todas, por la puerta grande de la literatura naval de nuestro país.
Montse, me alegra mucho poder volver a charlar contigo tras nuestro encuentro a raíz de “Hijo de acero”. Con “El periplo del Talismán” regresamos a una sensacional aventura marina. Cuéntanos un poco la historia de este libro.
Gracias, Susana. Soy yo la que se alegra y la que te agradece la oportunidad de hablar de El periplo del talismán para tus lectores en Zenda. La idea de escribir esta novela comenzó, como en las anteriores, leyendo sobre Historia naval. Durante esas lecturas, que en esos momentos se centraban en el siglo XVIII, comencé a encontrar muchas referencias sobre un libro, un manual en el que se desarrollaba el contenido de las materias que un chaval de la época tenía que aprender si quería aspirar a alguna de las plazas de Piloto de la Real Armada o de los navíos mercantes. De ese libro, cuyo título resumido es “Compendio del arte de la navegación” publicado en 1717, encontré un facsímil con el que pude hacer una inmersión en profundidad de lo que los jóvenes estudiaban para convertirse en Pilotos. Desde que un niño de ocho años ingresaba en el Real Colegio Náutico de San Telmo, hasta que resultaba apto para hacer frente a la dura circunstancia de un combate naval a bordo, por ejemplo, del buque insignia de la Armada Santísima Trinidad, tenía que pasar por las aulas de Primeras Letras, así se llamaba el lugar en el que iniciaban su carrera naval, hasta llegar a las de Astronomía, Cartografía, Maniobra, Navegación o Artillería. No te puedes imaginar lo emocionante que fue descubrir que hubo un Real Colegio Náutico de San Telmo en Málaga en el siglo XVIII. Una institución poco conocida y casi olvidada en la historia de esta ciudad. Cádiz y Sevilla, históricamente, siempre han gozado de un gran prestigio naval. De hecho, es mucho más conocida la existencia de esta institución en Sevilla. Pero, para mí, fue un acicate enorme mostrar la dimensión naval de Málaga en el siglo de las Luces. La pasión por el asunto fue creciendo hasta tal punto que en poco tiempo empecé a pensar sobre el tema en clave de novela. Entonces, comenzaron los meses de lectura sobre todo el contexto histórico que podría acarrear enmarcar el Real Colegio en los últimos años del siglo XVIII. Me resultó apasionante. Realmente apasionante.
¿Hay algún escritor o escritores que te hayan inspirado a hacer una literatura ambientada en el mar? Se me ocurren nombres como Conrad, Melville, Stevenson, Pérez-Reverte y tantos otros. O quizá sí ha sido algo innato en ti…
Me he criado siempre junto al mar. Eso ayuda. Pero no creo que la capacidad para escribir novelas sea innata. Se forja con muchos años de lecturas. Toda la vida, diría yo. Siempre fui una niña a la que le gustaba mucho leer. Y no cabe duda que los novelistas somos lo que hemos leído. Aunque luego cincelemos nuestra obra con estilo propio. Tengo en mi biblioteca títulos de estos cuatro escritores que mencionas. Conrad, Melville y Stevenson me acompañaron siempre. Recuerdo muy bien el regusto que me dejaron algunos párrafos inolvidables de sus novelas. Por ejemplo, me viene a la cabeza el capítulo “Kril” de Moby Dick. Con Pérez-Reverte empecé mucho después, en los años noventa. Y desde luego que ha sido un referente desde entonces. Muchos de sus libros, como “La carta esférica” o “El pintor de batallas” son parte de mi bagaje literario. Y déjame decirte que también sus artículos. Hay uno, ya bastante antiguo, “El hombre de la rifa”, que no he podido quitármelo de la cabeza.
Me consta que tu proceso de documentación para recrear la escuela de futuros marinos en San Telmo de Málaga para la novela ha sido minucioso. La ambientación es sensacional y uno parece que se pueda mover por esas aulas a través de tus páginas. Cuéntanos.
Gracias por reseñar esto porque una de mis prioridades, al escribir la novela, era recrear el ambiente en el que aquellos niños y jóvenes vivían durante sus estudios en el Real Colegio Náutico. Siempre sentí admiración por las obras literarias que prestaban atención al mundo del aprendizaje. Entre ellas, recuerdo cómo me conmovió la novela de Amicis, Corazón, un relato en que el autor cuenta las vivencias de un niño con sus compañeros, describiendo muy bien el crecimiento emocional durante sus años de escuela. Mi prioridad consistió en todo momento en reflejar la realidad vital de esos colegiales, cuya formación estaba dirigida a ser Pilotos. Pero no sólo de navíos mercantes, sino Pilotos de navíos de línea que, tarde o temprano, se iban a encontrar con las velas de las escuadras enemigas en el horizonte, y por consiguiente, con las andanadas de sus baterías. Cómo se formaba a esos niños y jóvenes en el siglo XVIII para la guerra, qué se les decía para que comprendieran que eran un pilar fundamental para mantener las bases del Imperio. Porque eso es lo que eran. Fundamentales. Sin Pilotos, no hay navíos, y sin navíos, no hay Imperio. En esa parte de la novela, el lector tiene acceso a los rincones más secretos de ese Real Colegio Náutico, a las vidas de sus colegiales, a la de sus Maestros y Catedráticos. Al personal que allí trabajaba. En general, al funcionamiento de aquella prestigiosa e injustamente olvidada institución. Y para ello, entre la documentación que he manejado están las Ordenanzas del Real Colegio. Un conjunto de reglas de convivencia, organizativas y educativas, que cubrían todos los aspectos. No sólo los docentes, sino también los económicos. Tenía mucho interés en resaltar esta idea porque en la literatura naval, generalmente, se glosan las gestas de los grandes oficiales de la Real Armada. Yo misma lo he hecho escribiendo sobre Alejandro Malaspina e Isaac Peral en mis dos primeras novelas, La biblioteca del capitán e Hijo de acero. Pero tenía claro que en El periplo del talismán, los protagonistas serían los que fueron imprescindibles para que navíos de línea como el Santísima Trinidad o el Infante Don Pelayo pudieran maniobrar tal y como lo hicieron en mitad de un combate naval como el que narro en la novela. Para ello era necesario que Pilotos bien formados supieran ejecutar las órdenes que llegaban hasta ellos en la cadena de mando. Y si seguimos hacia abajo en el escalafón, es importante hasta saber hacer bien los nudos marineros, por lo que era imprescindible una buena formación en materia de Cabullería. Pues hasta eso se enseñaba en el Real Colegio Náutico de San Telmo.
Y el tesoro. ¿Existió ese Tesoro de los Cinco Reyes? ¿Dónde se supone que está enterrado?
En los libros escritos por el investigador Don Manuel Laza Palacio se sostiene la teoría de la existencia de ese fabuloso tesoro y que fue escondido en la Cueva del Cantal situada en unos acantilados próximos a Málaga. La peripecia histórica del Tesoro de los Cincos Reyes es fascinante y forma parte de la línea argumental de El periplo del talismán, así como los escenarios que lo enmarcan. La Cueva y la Torre Vigía del acantilado. La novela arranca con el episodio poco conocido de la historia medieval en el que el este tesoro almorávide es escondido en la costa malagueña.
¿Y qué hay de ese mechón de cabello que custodia uno de los cofres del Tesoro, qué significado tiene?
En realidad, ese misterioso mechón de pelo es una licencia literaria que me he tomado utilizada para dar relevancia al aspecto corsario de Argel, desarrollado en la última parte de la novela. Tengamos en cuenta que Argel fue, durante siglos, uno de los puertos desde donde zarpaban las naves corsarias que tenían atemorizado, no sólo al Mediterráneo, sino a multitud de puertos del Norte de Europa. A pesar de que el Almirante de la Real Armada española, Antonio Barceló, estuvo al frente de operaciones anti corsarias, manteniendo a raya las temidas razzias, a finales del XVIII, Argel aún tenía poder para hacerse con galeras y navíos Cristianos comerciando, después, con todo el cargamento que llevaran dentro. Con todo. Incluidas las personas. Para los corsarios argelinos, y para los corsarios berberiscos en general, cualquier cosa era moneda de cambio en su beneficio. Por eso, en la novela, la sugerencia de la existencia de una reliquia sagrada para los cristianos, guardada entre el inmenso Tesoro de los Cinco Reyes, no hacía más que reafirmar la idea de que Argel tenía en su poder un objeto inmensamente valioso para comerciar con los reinos de la Cristiandad.
Y el libro que mencionas con el que el personaje de Altagracia intenta ayudar a Benilde de su “Aegritudo Amoris”, el “Tratado sobre el amor heroico”, ¿es también real?
Absolutamente real. El Tratado sobre el amor heroico es uno de los libros escritos por el médico medieval del siglo XIII Arnaldo de Vilanova. En él, este autor abordaba la pasión amorosa no correspondida como una enfermedad a la que llamaba Aegritudo Amoris. Basándose en la medicina que le precedió con Galeno o Avicena, Arnaldo de Vilanova hablaba de sus síntomas y de los posibles remedios para la dolencia. Incluso afirma que si la enfermedad no llega a curarse, podía desembocar en la muerte del que la padece. Yo creo que la trama amorosa de la novela es especial porque no es una historia de amor corriente. En ella, la protagonista, Benilde Letrán, debe recorrer un camino difícil que le permita salvar su vida. Pero no deja de ser un camino hermoso que requiere pertrecharse de valor y fuerza de voluntad.
Siento predilección por el joven Antonio Castellanos, enamorado de Benilde. Intuyo que con tu novela podían arrancar muchas historias a la vez. Esa historia de amor inconclusa, por ejemplo.
Sí, es cierto. La mayoría de los lectores con los que he podido hablar, opinan lo mismo. Incluso me “han regañado” por esa historia de amor inconclusa. Hasta ese punto les han llegado al corazón esos capítulos de la novela. Pero en mi humilde opinión, la vida, y sus historias amorosas, no siempre son concluyentes. No siempre son una línea recta que se resuelve como querríamos. Todo lo contrario. Existen las historias de amor complicadas que caen del lado de la incertidumbre y el desasosiego. La vida real es así. El “amor lineal”, si se me permite la expresión, es una falacia. Amar mucho no garantiza nada de nada. Antonio Castellanos, el segundo Piloto del Santísima Trinidad es un personaje que complementa a la perfección el personaje de Benilde Letrán. Es su contrapunto. Y es cierto lo que dices, Susana. Los lectores, cuando acaban la novela, sienten que necesitarían otra novela para saber qué fue de Benilde y de Antonio Castellanos.
El Santísima Trinidad hace acto de presencia en un magistral capítulo del libro, el de la Batalla del Cabo de San Vicente. Es absolutamente extraordinario cómo lo has descrito. ¿Te lo pasaste bien escribiendo esa parte, verdad? ¿Existió el granadero que se enfrentó a decenas de ingleses para impedir que ondeara el pendón de la Pérfida Albión en el barco San Nicolás?
Pocas veces me lo he pasado mejor escribiendo que cuando redactaba los capítulos que se desarrollan en el buque insignia de la escuadra española en esa batalla. El Santísima Trinidad. Una contienda naval en el siglo XVIII, y teniendo entre las líneas de combate a ese coloso disparando los ciento cuarenta cañones de sus baterías, debió de ser algo aterrador. Y la vivencia de ese terror es lo que quise que Benilde Letrán encarnara en esos capítulos. Me interesaba desarrollar la idea de que la guerra es una manifestación de la naturaleza humana tan habitual como lo es el amor. Yo creo que hasta mucho más frecuente de lo que parece. En esos capítulos se constata que en cualquier escenario, por muy dramático que sea, la naturaleza humana desarrolla muchas facetas. El odio, el amor, la piedad, el instinto de supervivencia, la camaradería, la valentía, la cobardía. Todo se manifiesta. El episodio histórico del granadero Martín Álvarez es verídico y corrobora todo esto. Luchó denodadamente junto al pendón del navío español San Nicolás. Se enfrentó cuerpo a cuerpo a un puñado de oficiales ingleses del trozo de abordaje que mandaba Nelson, muy diestros en el arte de la esgrima. Todo el mundo iba escaso de munición, por lo que la lucha con las espadas y sables duró bastante. El desenlace final que aparece En El periplo del talismán es lo que realmente ocurrió y demuestra la complejidad del espíritu humano. Cómo es posible que en mitad del fragor de un combate, el reconocimiento y la bondad hagan su aparición. Imagínate lo que aquello significó que en España, en el Tercio de Armada aún le rinden, hoy por hoy, un sentido homenaje al granadero Martín Álvarez.
Le has dado un papel breve pero relevante al mismísimo Nelson. ¿Cómo te lo has imaginado?
Me lo imagino siendo un hombre con cierta soberbia y con bastante arrojo. De hecho, algunos de los éxitos navales de Nelson llegaron a serlo porque se saltaba a la torera muchas de las órdenes de sus oficiales superiores; en este caso, en la batalla que nos ocupa, el oficial al mando de la escuadra inglesa era el comandante John Jervis. Nelson obvió el plan de la escuadra que Jervis ideó para el ataque y usó el navío que capitaneaba para ejecutar una estrategia de combate al margen de todos y de todo. Aquella estrategia hoy lleva su nombre. Así era Nelson. Pero a la vez, podía ser capaz de hechos tan compasivos como el que se describe en El periplo del talismán. Y que ocurrieron realmente.
Hay un momento en que un oficial español prisionero le contesta a Nelson: “Siento decirle que esta pretendida victoria sobre nuestra Escuadra no ha sido de ustedes. La Historia otorgará dicho honor a los meteoros desfavorables que llevábamos sufriendo en el Estrecho de Gibraltar, impidiéndonos formar una adecuada línea de combate”. ¿Sucedió realmente así?
Sí, así sucedió. El desarrollo de la Batalla de Cabo San Vicente es bastante complejo. Es cierto que pudo haber errores por parte del General Córdova mandando virar al lado equivocado. Pero no deberíamos olvidar dos aspectos. El primero fue que la Escuadra española estaba protegiendo a un convoy de navíos mercantes desde Málaga hasta arribar al puerto de Cádiz. El convoy de mercantes estaba compuesto por barcos mucho más lentos que los navíos de línea de la Escuadra, por lo que la distancia entre los primeros navíos que se encontraron con los barcos de Jervis y los que iban en la retaguardia protegiendo a los mercantes rezagados era abismal. Y segundo, cuando eso ocurre, en el golfo de Cádiz y frente al Cabo San Vicente se levantó un grueso temporal. A causa de ello, la mayoría del convoy de mercantes no pudo arribar al puerto de Cádiz con lo que se complicó la posibilidad de reunir a los navíos de guerra que los escoltaban para formar una línea de combate decente frente a los ingleses. Así que las fuerzas de la Naturaleza se aliaron a favor de la Escuadra inglesa y en contra del General Córdova. Esto es un hecho.
He tenido que leer algunas escenas con diccionario naval en mano. Conoces muy bien el mar. ¿Qué te ha dado el mar en tu vida? ¿Cómo has aprendido tanto de él?
El mar es el corazón del mundo. Late con cada ola que se estrella en la orilla. Y es la dimensión en donde he decidido vivir. O más bien en la que vive mi literatura. El mar me ha proporcionado una perspectiva poética de la realidad que uso en mis novelas. Su furia y su calma me inspiran siempre. Incluso mucho antes de comenzar mi primera novela, mi vida cotidiana estaba vinculada al mar. Tengo el título náutico que me acredita como patrón y piloto de embarcaciones de doce o más metros de eslora. Tuve mi propio velero y he navegado bastante. Y todo ello me sirvió para corroborar lo que siempre había intuido desde la orilla. Que el mar genera un vínculo profundo con la vida. Si se está cerca de él, el dolor o la tristeza se atenúan bastante. Y yo creo que todos mis personajes han sabido esto siempre. Por eso nos hemos entendido tan bien mientras los creaba. Desde siglos atrás, la navegación ha tenido un código muy estricto. Si no aplicas bien las reglas de ese código, el mar te mata. Por eso, el navegante tiene su propio lenguaje para nombrar todos y cada uno de los aspectos de la navegación. Es un idioma que hay que aprender bien para sobrevivir en el mar. Por eso reivindico la terminología naval y marinera usándola, con rigor, en mis novelas. Pero lo justo y necesario. Son muy sanas las consultas al diccionario que tú has hecho, Susana. En realidad, los lectores siempre hemos consultado glosarios durante las lecturas. ¿Por qué no hacerlo con los términos náuticos, que es tan patrimonio lingüístico nuestro como cualquier otro?
¿Existe algún testimonio de mujeres que para poder entrar en la dotación de navíos de guerra se hicieran pasar por hombres? Recuerdo la novela dedicada a Catalina de Erauso, “La monja alférez”, de Ricard Ibáñez.
Pues casos documentados no hay demasiados. Uno de los más famosos es el que aparece en El periplo del talismán, el de Ana María de Soto. La primera mujer que sirvió en los Batallones de Marina en el siglo XVIII. Y otro muy conocido es el que mencionas, el de Catalina de Erauso, el personaje de la monja alférez en la novela de Ricard Ibáñez, que aunque su vida militar no se desarrolló en la Armada, sí la inició como grumete de un navío con rumbo a las Indias. Estos son dos de los casos verificados de mujeres usando el disfraz de hombre para servir en la Real Armada. Pero estoy segura que a lo largo de los siglos ha habido muchos más de los que se han registrado oficialmente. Las ha habido que no han tenido que disfrazarse para brillar como mujeres en la Historia naval, como Isabel Barreto, primera mujer en el mundo que ostentó el cargo de Almirante en el siglo XVI. Y no debemos olvidar a las miles de mujeres que navegaron con las naves en los viajes a las Indias que ayudaron a fundar ciudades, llegando a ser Gobernadoras y Adelantadas del Nuevo Mundo. O a las aguerridas expedicionarias como Mencía Calderón o Ana de Ayala entre una lista interminable de ellas, así como muchos nombres femeninos entres las armadoras o empresarias relacionadas con la Real Armada. Pero, como siempre, muy silenciadas. La Historia nunca les ha prestado demasiada atención. Y retomando tu pregunta, no era un fenómeno demasiado raro que hubiese mujeres a bordo, disfrazadas de hombre, que se enrolaban para estar cerca de sus maridos o amantes durante los embarques que podían durar meses o incluso años. Disfrazarse implicaba actuar como un enrolado más y, con ello, efectuar las faenas propias del oficio recibiendo a cambio el sueldo correspondiente de la Real Armada. Pero no sólo por motivos románticos las mujeres decidían mimetizarse con el ambiente de la cubierta de un navío. Algunas lo hacían por motivos patrióticos. En tiempos de guerra aumentaba el fenómeno. Otras, lo veían como una solución a sus problemas económicos por lo que no se arredraban en absoluto frente a un trabajo muy duro.
Benilde Letrán es nuestra heroína femenina en esta aventura. Tiene algo hermético y misterioso. Háblanos de ella.
Mi protagonista es una niña huérfana que acaba viviendo sola en un mundo enteramente masculino. Una niña inteligente que se da cuenta muy pronto de que está fuera de lugar. En el sitio equivocado. Con la mala suerte de que admira profundamente ese mundo en el que no la dejarán encajar en ningún eslabón del engranaje, a no ser que se dedique a doblar sábanas y a remendar ropa. Su inteligencia le permite adaptarse a las circunstancias. Pero el destino le juega una mala pasada y se enamora de quien no debe. Entonces, usará su inteligencia para salir de esa trampa mortal. Creo que ese hermetismo y misterio que desprende el personaje, se lo da su carácter discreto. Aunque su espíritu es combativo. Benilde lucha hasta contra ella misma. Pero la prudencia es su seña de identidad.
Ella evoluciona al tiempo que avanza la novela, y con ella, su vida. ¿Huye por el amor devastador del hombre que no puede tener, o está huyendo de algo más? ¿A qué le teme?
Benilde tiene la capacidad camaleónica de mimetizarse con el entorno para sobrevivir. Es un “Boina verde” de la vida. Yo estoy convencida de que ha habido personas, a lo largo de la historia, que han tenido una existencia tan intensa como la de Benilde Letrán. De hecho, todos nosotros hemos interpretado roles distintos a lo largo de nuestra biografía ¿verdad? Pero quizás, no hemos arriesgado tanto al hacerlo. En un principio Benilde se aleja de su entorno para esquivar la trampa que el destino le tenía preparada. Pero ese alejamiento se convierte en una huida hacia adelante impregnada de cierto grado de ambición. Porque es cierto que, como tú dices, teme a algo. Teme volver al Ropero del Real Colegio para seguir doblando sábanas.
Esa mujer, Benilde Letrán, ¿eres tú misma?
Puedo ser yo misma. Pero también puedes serlo tú, Susana. O pueden ser todas y cada una de las mujeres que han decidido tomar sus propias decisiones sin tener que dar explicaciones a nadie. Benilde puede ser cualquier mujer que haya decidido por sí misma cómo debe ser su vida. Aunque, en el siglo XVIII, ella lo hizo nadando a contracorriente y escapando de lo convencional. Habría sido mucho más cómodo si sus inquietudes hubiesen coincidido con sus circunstancias, porque no hay nada malo en ordenar ropa de cama en el Ropero de una Institución como el prestigioso Real Colegio Náutico de San Telmo si, a cambio, te pagan un sueldo. Pero el personaje de Benilde tiene intereses que en aquel siglo eran poco menos que disparates en una mujer. El cacareado siglo de las Luces seguía siendo un tiempo duro para las mujeres. En ese contexto histórico, el personaje de Benilde Letrán tiene ese punto de valentía que ha gustado tanto a los lectores.
¿Cuál es la Ítaca de Benilde?
Yo creo que la ciudad corsaria de Argel. El lugar en el que ella se sintió realmente independiente, dueña de sí misma y respetada. Benilde Letrán tiene que jugar sus cartas en partidas muy peligrosas. Pero sabe lanzar sus naipes a la mesa de juego, y gana. Su inteligencia ya no le sirve sólo para adaptarse al medio y sobrevivir. Finalmente la usa para ganar. Es una luchadora y por eso me encanta. Un personaje que no pide perdón por saber llegar a donde quiere ir.
Sin duda es una mujer con Baraka, como le dicen en el desierto. Sortea y se expone a los más aterradores peligros. He llegado a pensar que su vida en momentos le es indiferente, ¿es así?
Cierto. Cuando no tienes nada que perder, es mejor arriesgar. Y eso es lo que hizo ella. En el mundo de los corsarios berberiscos, una mujer cristiana apresada en las temidas razzias, si no entraba a formar parte de las cautivas de rescate, por las que pedían un elevado precio a sus familias para devolvérselas, su destino no era otro que el oficio de prostituta o convertirse en una paridora de nuevos corsarios para, en este caso, la ciudad de Argel. El personaje de Benilde Letrán supo escapar del infierno que suponía no ser cautiva de rescate. Arriesga su vida para esquivar al destino. Y yo creo que para arriesgar la vida debe haber un componente de indiferencia no sólo hacia la propia vida, sino hacia la muerte.
Me gusta esto que dices en la novela de que “De alguna manera, los objetos y las personas regresan a nosotros en algún momento”. Por mucho que huyamos de algo, ese algo en realidad viaja con nosotros, ¿cierto?
Absolutamente. La vida es cíclica y todo aquello que ha condicionado o ha sido relevante para nosotros en algún momento, vuelve indefectiblemente como el cometa Halley. Pero no cada setenta y cinco años, sino cuando menos te lo esperas. Por eso, huir de uno mismo es un esfuerzo tan absurdo como estéril. Nuestra realidad con los fracasos, las decepciones o los logros y satisfacciones nos acompañan siempre y se materializan para presentarse de nuevo ante nosotros, con toda naturalidad, en cualquier momento.
Abres, como decía antes, muchos giros argumentales que dan origen a muchas aventuras a lo largo de la novela, aventuras no solo por mar pues Benilde acaba en mitad del desierto de Argel. ¿En algún momento pensaste en llevar la novela por otro camino?
Si te digo la verdad, la línea argumental de El periplo del talismán podía haber sido de mil maneras distintas. Había tantas posibilidades, tantas cosas interesantes que contar que me resultó difícil salir del laberinto. Pero el novelista tiene que saber elegir la novela que quiere escribir y apostar por ella. Elegir la que mejor se adecue a la idea que realmente quiere transmitir y comunicar.
Me interesa mucho este punto. Ahondemos en ello: ¿cómo trabajas tus historias?
En el proceso creativo de una novela histórica hay muchas horas de lectura previa. Muchas. Yo no escribo ni una sola palabra de ningún capítulo hasta que no tengo la sensación de que voy pisando por terrero seguro. En el caso de El periplo del talismán debía documentarme a fondo sobre las Ordenanzas del Real Colegio y los acontecimientos históricos de la Málaga de la época. Eso me llevó a conocer el famoso descubrimiento que se hizo en los archivos de la Catedral referido al Tesoro de los Cinco Reyes. Ese fue el momento en el que comencé a documentarme sobre cómo llegó a esconderse en la costa malagueña. Y si quería contar eso, no me quedó más remedio que conocer el funcionamiento de las Torres Vigía que jalonaban las orillas para su defensa. Un estudio desemboca siempre en otro que lo complementa para poder recrear con fiabilidad un ambiente histórico. La Batalla del Cabo San Vicente fue un trabajo arduo porque debía comprender muy bien qué pasó en alta mar con ambas escuadras antes de escribir una palabra sobre ello. Creo que la novela histórica requiere mucho estudio, mucha voluntad de conocer los detalles más nimios porque son los que dan credibilidad en la recreación del espíritu de la época en cuestión. Cuando tienes todo eso, comienza reaLmente la creación; el ejercicio de dar vida a los personajes, hacerlos caminar por las cubiertas de los navíos o por donde se tercie. O sumergirlos en historias de amor memorables. El novelista crea sus vidas para acabar viviéndola con ellos. Es un trabajo tremendamente emocional.
De las tres aventuras que conviven aquí, el amor, el tesoro y el mar, parece que todas lleven a un mismo lugar, la búsqueda de la libertad.
Sí. Es cierto, Susana. Y no sabes cómo te agradezco que hayas visto esto. Es una de las ideas que perseguía plasmar en la novela. La posibilidad de experimentar la libertad personal, como valor fundamental. La libertad de acción y la libertad de pensamiento. Me interesaba mucho crear un personaje que decidiera no renunciar a eso. Y que fuera un esfuerzo añadido, ya que la acción se desarrolla a finales del siglo XVIII para una mujer. El personaje de Benilde Letrán intuye esa libertad casi desde el principio, aunque no sepa materializarla. Pero el lector, mientras lee la novela, va descubriendo con ella esa posibilidad. He intentado que esa búsqueda esté impregnada del aroma que desprende la aventura.
¿Te resulta difícil abordar la temática de la Historia naval, como mujer me refiero, en literatura? No he conocido muchas mujeres que lo hayan hecho…
Siguiendo con lo de antes, yo diría que para emocionar al lector, o simplemente, para interesarlo por lo que se cuenta, el escritor tiene que sentir eso, interés por lo que escribe. En este caso, soy novelista y soy una mujer cuyos intereses están vinculados al mar, a la navegación, a la vida en el mar y con ello a la Historia naval y marítima. Por lo que no sólo no me resulta difícil, sino que es de lo que me gusta y de lo que me interesa escribir. Si tengo alguna dificultad en ello es la de enfrentarme a la ingente documentación que debo consultar para escribir novela histórica. Pero a la hora de elegir los personajes reales adecuados de entre toda esa documentación, de crear los personajes de ficción que entrarán en juego en el argumento, o de seleccionar, o recrear los hechos y circunstancias más novelescos, no tengo ninguna. No creo en la literatura masculina y en la femenina. Creo en la literatura a secas. Muchos buenos títulos literarios deberían leerse sin saber su autoría a priori. Habría muchas sorpresas. Pero es cierto lo que dices. La literatura naval ha estado, mayoritariamente, en manos de escritores masculinos. Espero que pueda ir cambiando gradualmente esa tendencia.
Me interesa mucho el Mapa de Piri Reis del que hablas en la novela. Tenemos ambas buenos amigos escritores que aún tratan de descifrar sus misterios. Háblame de él.
Es cierto, Susana. Ellos llevan mucho tiempo dedicados a su interpretación. El Mapa de Piri Reis es el fragmento de un mapa elaborado por un almirante otomano llamado Piri Reis a principios de siglo XVI. Es famoso porque arrastra incógnitas y aspectos que son inexplicables. Los especialistas y estudiosos todavía le están dando vueltas al trazado que aparece en él del cono sur de América, rebatiendo algunas teorías que afirman que el dibujo representa el continente unido a la Antártida, con sus costas aparentemente sin hielo. Considerando que la Antártida fue descubierta, oficialmente, en 1820, eso ha supuesto un misterio insondable. Ahora parece ser que lo realmente misterioso del mapa es que los trazados de las costas del sur de Brasil y Patagonia son de una perfección difícil de explicar para la época. Otros afirman que el dibujo sólo representa la costa brasileña con una definición sorprendente. Habrá que esperar para saber qué concluyen los estudiosos. El Mapa de Piri Reis simboliza en la novela la cartografía de lo ignoto. Dónde está dibujada la frontera de lo indómito. Ese lugar al que aspira llegar Benilde Letrán, cuyo motivo no vamos a destripar aquí. Espero que sorprenda a los lectores.
¿Quieres hacer justicia a nuestra historia a través de tus obras, rescatarla del olvido?
No sé si yo puedo hacer justicia sobre nada, lo que sí te puedo decir es que me da una pena tremenda que instituciones históricas, tan prestigiosas como el Real Colegio Náutico de San Telmo de Málaga, hayan caído en el agujero negro de la indiferencia y el olvido. Debo confesarte que me ha encantado tratar este tema histórico en clave de novela, dar vida a esos colegiales que tenían nombres y apellido, y como tales, aparecen convertidos en personajes de El periplo del talismán, o el de los Catedráticos, el Impresor del Colegio o los tertulianos del Archivo de la Catedral de Málaga. Así como Nelson o el General Córdova. Me resulta apasionante crear una historia en donde aquellas personas, convertidas en personajes literarios, puedan volver a respirar, hablar entre ellos y ellos con nosotros. Es un trabajo que me encanta. Interpretar la Historia en un juego de palabras nuevas. Descifrar las emociones que nos visitan desde el pasado. Me pasó con los tripulantes de las corbetas de Malaspina en La biblioteca del Capitán y con la dotación del submarino Peral en Hijo de acero. Y ahora, de nuevo, al escribir esta novela, percibo que aquellos colegiales, aquellos jóvenes que existieron como el Piloto del Santísima Trinidad, Antonio Castellanos, o el Granadero Martín Álvarez del navío San Nicolás, nos vuelven a dirigir la palabra. Es una sensación que no está exenta de cierto estado de sugestión. Es cierto. ¿Pero qué es la literatura sino un tipo de encantamiento? Y si con ello consigo hacer que un solo lector se emocione, a mí me vale.
Las ventas en Amazon y críticas están siendo muy buenas, no solo en nuestro país, también en EUA, Inglaterra e incluso Australia. ¿Se te está reconociendo más fuera que dentro de nuestro país?
No sabría qué contestarte a eso, Susana. Pero me ha alegrado mucho saber que en esos países que mencionas hay librerías con El periplo del talismán en sus catálogos, en formato papel. Se han molestado en realizar el trámite que les permite vender un ejemplar de El periplo del talismán. Cosa que en España, aún no ha hecho nadie. En Estados Unidos hay tres puntos de venta. En Inglaterra, cuatro. A mí me parecen una barbaridad para ser un libro que avanza solo por el proceloso mundo de la visibilidad literaria. Y las críticas en los foros de lectores bilingües no pueden ser mejores. En ese sentido, estoy contenta. En cuanto a mis otras novelas históricas, son bastante más conocidas en nuestro país. Sobre la que ha salido publicada en febrero de 2018, El último brazo de la espiral, que es la única que no es novela histórica, pero sí de temática náutica y marítima escrita en clave de ficción contemporánea, aún es un poco pronto para emitir un juicio. Aunque se está defendiendo bien. Dicho esto, no sé qué contestarte a lo que me preguntas. Es difícil saberlo. Sólo espero que los lectores sigan interesándose por mis novelas. Los escritores deseamos ser leídos, ser comprendidos. Necesitamos comunicar. Los novelistas hacemos un esfuerzo de años para ofrecer lo mejor de nosotros. Escribimos con la ilusión de compartir con los lectores nuestros propios intereses, nuestra profunda admiración por el aspecto del mundo sobre el que hemos elegido escribir. Con un poco de suerte, la conexión llega a producirse.
Es una novela que le has dedicado a tu padre. ¿Quien fue él para ti?
Mi padre me transmitió la pasión por el mar. Y el gusto por la lectura. Él fue el que se ocupó de comprarnos nuestros primeros tebeos, a mi hermano y a mí, los primeros cuentos para habituarnos a leer. Luego, acabé leyendo los libros de su biblioteca. Siempre le he oído hablar de las maravillosas aventuras que vivió a bordo del Juan Sebastián Elcano, en los submarinos, o en otros buques. Sin duda, eso ha condicionado mi modo de entender la literatura. Una de las anécdotas que me contaba a menudo es la del día en el que, con unos seis años, estaba con él en el Observatorio de la Casa Vigía del Monte Hacho en Ceuta en donde estaba destinado como Semaforista de la Armada. Los Semaforistas tenían que registrar minuciosamente todo lo que acontecía durante sus guardias en un Libro de guardia, en este caso, sobre el Estrecho de Gibraltar. Pues bien, encima de todo lo que él había anotado, y sobre lo que otros Semaforistas ya habían registrado, a mí no se me ocurrió otra cosa que copiar la plana de caligrafía que tenía entre manos encima de todo aquello. Los informes para el Servicio de Inteligencia sobre el tráfico marítimo del Estrecho de Gibraltar tuvieron que leerse, en aquella ocasión, garabateados con letra infantil. Mi padre, con los años, contó que me vio tan concentrada en la tarea que no quiso interrumpirme. Él siempre dejó que hiciera lo que tenía que hacer.
Siempre es un placer charlar con la mujer que amaba el mar, como he bautizado a Montserrat Claros. Sus obras son fruto de un trabajo artesanal, en el que pone sumo cuidado, cariño y respeto.
Muchas gracias, Montse, por toda la detallada información que proporcionas a los lectores de Zenda, y por la vehemente pasión que transmites.
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