Nacida en la ciudad de South Bend (Indiana) en 1993, la estadounidense Tess Gunty es la ganadora más joven de los últimos sesenta años del National Book Award gracias a su primera novela, La Conejera, donde ofrece un retrato de la sociedad contemporánea a partir de los residentes de un destartalado bloque de pisos.
Gunty ha reflexionado sobre que hay teorías de la extrema derecha «con mucho éxito y que comportan consecuencias reales, desde asesinatos a tiroteos, porque lo que ocurre en Internet es inmaterial, pero tiene consecuencias materiales, y eso es lo que me interesa».
En La Conejera, publicada en castellano por Sexto Piso y en catalán por Edicions de 1984, sigue a varios personajes durante tres días de un caluroso mes de julio, aunque el que más peso tiene es la joven Blandine, «la heroína que quería ver en la literatura, cuando la empecé a escribir con 22 años». Durante cinco años ha ido amasando este artefacto literario, con esta joven al frente de la historia: «Insiste en ser la protagonista de su propia vida, y se me presentó con claridad, porque se me apareció un día y la vi bebiendo una bebida azul en una gasolinera». En aquel momento se dio cuenta de que era una muchacha que «llevaba tiempo sin dormir, y supe en seguida que era un personaje de carácter etéreo, espectral, mística, aunque no necesariamente religiosa. Fue el disfrute del libro, siempre mostrándose con claridad, un personaje muy activo, al que le di la fortaleza que siempre he admirado en los demás. La echo en falta ahora».
La relación que tiene con el misticismo le interesó porque «lo trata no tanto como una práctica espiritual que viene de la teología o de una religión concreta, sino que lo que le interesa es alcanzar el éxtasis divino respecto a lo que lee. Es alguien atrapado en su cuerpo, que creció bajo la tutela del Estado, sin familia, sin otras vías de escape, pero cuando encuentra la descripción de lo que es el éxtasis divino, ve allí una escapatoria».
El ecologismo, el urbanismo desaforado, la soledad o la pobreza son otras cuestiones que aparecen en la obra. «Ahora mismo, tengo la sensación de que hay mucha presión para vivir o habitar solo las cualidades del yo, de que nos quedemos en una perspectiva muy restringida, muy estrecha, de todo. Yo quería hacer algo más colectivo, coral, comunitario».
Es por ello que a Blandine, de dieciocho años, la acompañan otros personajes, desde un profesor bastante mayor a ella a sus otros vecinos, como una joven madre con un secreto inconfesable, una septuagenaria que lleva a su marido a batallar con los vecinos por unos ratones, u otros tres adolescentes, criados también en hogares de acogida.
Gunty ha argumentado que «gran parte de los problemas sociales que investigo en el libro a menudo vienen provocados por el individualismo extremo». A la vez, buscaba una novela «con un ecosistema muy diverso, quería celebrar algo inclusivo, comunitario». El consentimiento es algo que aborda, asimismo, e «ir más allá de eso, porque en la ética de una interacción sexual hay más cartas sobre la mesa».
Tess Gunty acaba de regresar de una residencia de escritura, donde ha estado trabajando en su segunda novela.
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