Las road movies, o películas de carretera, son probablemente uno de los subgéneros más intrínsecamente norteamericanos en el cine. No es que sean completamente originales, porque lo del viaje del héroe ya está ahí en la cultura humana al menos desde Homero, pero sí que Estados Unidos, con esa enormidad física en un país muy variado geográficamente, le ha concedido a menudo en sus obras autóctonas la altura intelectual digna de la mejor literatura de cualquier otro ámbito cultural. Y es que para ser importante, por esa carretera no se puede hacer a trip, un simple viaje turístico, sino a journey, un viaje que te cambie la vida. Estos viajes, casi siempre, solían estar protagonizados por hombres, o como mucho por mujeres acompañadas, pero en esta película la presencia femenina es la que domina la historia por completo. Susan Sarandon es Louise Sawyer, una camarera con novio, y Geena Davis es Thelma Dickinson, casada y ama de casa, ninguna de ellas con hijos. Lo único que querían era pasar un fin de semana de colegas, olvidándose por un rato de sus vidas, incluyendo los hombres con quienes las comparten, pero son precisamente otros hombres los que, a manera de monstruos marinos, les arruinan la experiencia, convirtiendo su viaje de placer en una huida desesperada. Uno de ellos es Brad Pitt, en el papel que lo convirtió en estrella.
Tanto Davis como Sarandon fueron nominadas al Oscar a protagonista principal por la misma película, la última vez que esto ha ocurrido hasta ahora. Ridley Scott también fue nominado a director, y el montaje y la fotografía (Thom Noble y Adrian Biddle) también fueron finalistas. Sin embargo, no fue nominada a mejor película, a pesar de lo cual sí que se llevó un Oscar, el único, a mejor guión original, para Callie Khouri, una debutante que hasta entonces solo había trabajado en vídeos musicales y publicitarios.
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En 1991, Khouri era una treintañera blanca, texana y sin hijos, o sea, el mismo tipo de persona que las protagonistas de su guion (aunque la acción ocurre en Arkansas, estado vecino, sabemos que Louise es también nativa de Texas). Sin embargo, por esas curiosidades del cine, el director de la película es inglés y las actrices son dos yanquis norteñas, de Nueva York y Massachusetts, que imitan el drawl sureño al hablar. Quiere decir esto que los temas universales que trata, junto con el reconocible motivo ya mencionado del viaje del protagonista, hace que la historia se eleve por encima de consideraciones regionales.
La película ha sido siempre aplaudida desde puntos de vista feministas, pero ha dejado mucho debate al respecto: hay quienes alaban ese famoso final en el que las dos amigas se tiran en coche a lo más profundo del cañón del Colorado, viéndolo como metáfora perfecta de lo mucho que las mujeres pueden sufrir en la vida y lo irremediablemente acorraladas que se pueden sentir en multitud de ocasiones, mientras que otros la critican precisamente por esa misma escena: puede que Louise, con dos homicidios a sus espaldas, lo tuviera tan crudo como para decidirse por esa opción, pero Thelma «solamente» ha cometido un par de robos con muchas circunstancias atenuantes, así que, a pesar de que tendría que vérselas con la justicia, tenía mucho más donde elegir que un suicidio. De la misma manera, se pueden ir analizando todos los pasos que ambas mujeres dan desde el ataque inicial a Thelma en el bar de carretera (empezando por haberse llevado una pistola en el bolso desde el inicio del viaje), enfocándolos como errores de bulto por un lado o como pruebas acumuladas de la sociedad misógina en la que viven. Dentro de considerarla una gran película, ha dado mucho que hablar en este sentido.
Y ya que hemos empezado por el final, decir que sorprende la prisa con la que acaba la película, que hasta entonces había llevado un ritmo narrativo con mano maestra. El coche salta, hay un fundido a blanco y varios flashbacks sin audio de las dos protagonistas compartiendo diversos momentos en los últimos días, mientras aparecen ya los títulos de crédito con un apresuramiento chocante. Desde luego, suena a decisión deliberada y meditada del director, pero la ejecución final de la idea no acaba de quedar bien. Es difícil pensar qué otra opción podría haber quedado mejor, aunque se puede justificar con que, ya que esta es SU historia, la de las dos, una vez que ellas saltan no importa qué ocurra después ni qué huella deje en los demás, ya que ellas nunca lo sabrán. Y todavía habrá quien piense que se salvaron de alguna manera.
Otro de los puntos de debate habituales es sobre el papel de los hombres en esta historia. Son unos cuantos, y hay un arco desde los más sensatos a los más despreciables, pero ninguno de ellos sale particularmente bien parado. El peor de todos es seguramente Darryl, el marido de Thelma, con quien se cargan tanto las tintas que parece una caricatura. De todos los oficios aburridos posibles, es vendedor de moquetas, y además se lo tiene bien creído porque es no se qué regional. La verdad es que aquí la creación de personajes no es muy sutil con él. Es un inútil que no sabe cocinar, que se resbala y se cae al subir a su coche rojo con placa personalizada, que pisa la pizza por la casa, que los viernes por la noche no vuelve a casa, que cuando Thelma llama presta más atención al partido de fútbol americano que a ella, que tiene una máquina de pinball en el salón, que pasa de tener hijos y que contesta muy mal a una servicial y mansa esposa. Además, está interpretado, con bigote y rizos ochenteros, por Christopher McDonald, que debe de ser el actor que más capullos odiosos ha interpretado en la historia de las pantallas. El siguiente en capullismo, aunque por poco, es el camionero salido con quien las mujeres se encuentran tres veces en la carretera y, hartas ya de sus gestos de pervertido, primero se asquean, luego lo ignoran y finalmente, ya habiéndole cogido el gusto al gatillo, le revientan el trailer de combustible que conducía. Es una escena en la que merece la pena observar las reacciones de los demás espectadores, la verdad. Del mismo palo es el patrullero de carretera que está justo a punto de llamar por radio para detenerlas cuando Thelma le pone una pistola en la sien, y todo su gesto de «nazi», como lo llama la propia Louise, sin haber siquiera hablado con él, se derrite en un abyecto charco de helado derretido, con recochineo añadido cuando se le para al lado el ciclista con el peta en la mano y el reggae en el Walkman. Ojo, no estoy diciendo que gente como esta no exista, y aún peor, pero en una película de dos horas los dados están muy cargados contra estos tres personajes, y las interpretaciones de sus respectivos actores, sobre todo, están bastante exageradas.
Antes hemos dicho que el peor de todos es Darryl, dejando aparte a Harlan, el que intenta violar a Thelma. Bueno, es que de esos sí que existen, tan babosos como él e incluso más violentos. Primero eres amable o graciosete, pagas los tragos desde la barra, y aunque des un poco de regomello, lo que quiere la otra es divertirse y él es lo que hay a mano, así que venga, va, beber y bailar. Cuántas veces algo así se ha interpretado como permiso para todo lo demás. Por cierto, que hablando de baile, de vez en cuando hay alguna película que pone algo de moda durante un tiempo, y esta fue una de ellas. Si Grease retrajo los 50 a los 70, o Dirty Dancing los 60 a los 80, o el El Bar Coyote lo de bailar en la barra y los chupitos en el ombligo, este fue un breve momento para el line dancing con música country: poco después de esta película Billy Ray Cyrus, el padre de Miley Cyrus, lo petaría con aquella de Achy Breaky Heart. Volviendo a lo nuestro, Harlan es, obviamente, quien obliga al giro total en el viaje cuando Louise lo mata, si no «a sangre fría» en sentido estricto de reflejar la temperatura del cabreo de Louise, sí con todo el ánimo de matarlo, y sin recurso ya a la defensa propia, una vez que él se había apartado de ellas. Esto es lo que eleva la apuesta definitivamente en toda la trama. Louise rechaza entregarse a la policía más por propio interés que otra cosa (ya había matado a otro hombre en Texas en circunstancias parecidas), aunque la excusa de que no habrían creído a Thelma si decía que Harlan la quiso violar seguramente era bastante plausible en el sur estadounidense de los 90 (habría que ver ahora). «No vivimos en ese tipo de mundo, Thelma», se justifica. En medio de la adrenalina, Louise incluso llega a decirle a Thelma aquello de que «si no hubieras estado tan pendiente de divertirte, no estaríamos en estas ahora», lo cual suena peligrosamente a un echarle la culpa a la víctima.
Hablando de sexualidad, ese es otro tema que se puede explorar, más allá de camioneros y cowboys de barra de bar. Al principio de la película Louise está de broma con unas jovencitas en la cafetería, diciéndoles que no fumen, porque eso «te arruina la libido». Corte a un par de minutos más tarde: Louise encendiendo un cigarrillo; dando a entender así la película en qué punto de desgana vital se encuentra Louise. De hecho, la sexualidad y el excitamiento es lo que diferencia cómo han enfocado las dos el viaje: Louise, rodeada de gente a la que sirve durante toda su jornada laboral, parece sentirse más atraída por lo de la cabaña solitaria prestada por su jefe en el monte, lejos de todo (y a la que nunca llegarán), mientras que Thelma, en casa sola todo el día, y probablemente toda su vida desde hace años, tiene ganas de marcha: es ella la que pide parar por la noche, la que pide alcohol del de verdad en el bar (Wild Turkey con Coca-Cola, un margarita con chupito de tequila Cuervo para Louise), quien habla con la gente de alrededor y quien sale a bailar en lugar de amuermarse en la mesa. También es ella quien a pesar de lo que ha pasado con Harlan, al día siguiente se fija en JD (Pitt) sin ningún tipo de trauma, y se lo acaba cepillando en una experiencia de las que le cambian la cara a uno a la mañana siguiente: antes hemos sabido que Thelma lleva con Darryl desde los 14, casada desde los 18, y que ese capullo es el único hombre al que ha conocido. En estas llega y te pilla Brad Pitt.
Lo de Brad Pitt como JD es un auténtico «ha nacido una estrella». Cuando aún la definición de macho de acción, y todavía duraría unos años más, era la exageración muscular de Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone, Pitt llegó para representar algo más normal, y sobre todo, conseguible por el público en general, si es que te entraba de repente el complejo de inferioridad. Él ha dicho que en el rodaje más de uno le preguntó que cómo hacía para tener ese físico, y que les diera consejos, porque una cosa es apuntar hacia algo que requiere anabolizantes y horas interminables de pesas grandes, y otra algo más estilizado, a base de dieta y un ejercicio más sano. Incluso comparado con años más tarde, está muy delgado en esta película, y de alguna manera muchos vieron su físico más descargado, pero todavía de abdominales marcados, como algo asequible al común de los mortales si un día se ponían a ello. Además, Pitt sí es del sur, de Oklahoma, que limita tanto con Texas como con Arkansas («Árkansoh», lo pronuncian allí, esdrújula y con una o muy larga), y resultó perfecto para el papel de caradura mentiroso pero con acento de vaquero y modales de caballero canallita que derrite a las tías e irrita a los tíos (de envidia). En el apartado de cómo se refleja a los hombres en esta película, pues una X para él: por un lado le da a Thelma la noche de su vida, pero por otro lado le roba los 6.700 dólares, que eran todos los ahorros de Louise. Y eso que él ya le había dicho a ella que de ser estudiante nada, que era mangui de profesión, dándole además todo tipo de detalles de sus fechorías anteriores. Supongo que a muchas mujeres les gustan los chicos malos… mientras sean malos solo con los demás, no con ellas.
Siguiendo con los hombres de esta historia, está también la ley, representada en Max (Stephen Tobolowsky, uno de esos secundarios que está en todas las películas) y el detective Hal Slocumb (Harvey Keitel, grande como siempre, por poco tiempo que se le dé). Max, muy secundario, parece tener menos piedad, pero Hal le va tomando poco a poco el pulso al caso, y logra darse cuenta de que aquí hay algo más que un simple «alguien ha matado a alguien». Solo un par de conversaciones telefónicas con Louise son suficientes para hacer desear al espectador un spinoff donde estos dos huyan y se persigan y hablen por teléfono durante un par de horas. O que, al menos, a Hal le hubiera dado tiempo a llegar hasta el coche antes de que Louise pisara el acelerador. «¿Cuántas veces tienen que joderle la vida a esa mujer?», pregunta desesperado, antes de lo inevitable.
En el extremo más accesible está Jimmy (Michael Madsen), el novio de Louise, que es músico de poca monta, fuera de casa a menudo, tocando en hoteles, y que nunca se decide a estabilizar la relación («¿crees que eres la única con sueños que no se han hecho realidad?»), aunque al menos la llama «melocotón» (peaches), lo cual puede ser un punto a favor o en contra. Cuando la vacación se convierte en fuga, acude al rescate, al menos como puede, facilitando a Louise una manera de acceder a su dinero, aceptando su decisión, y apartándose para no estorbar. De paso también traía el hasta entonces deseado anillo de compromiso para Louise. Pero ya es demasiado tarde, y la huida a México es lo único que ella tiene en su futuro. Louise menciona dos veces en la película el concepto de «conformarse» con algo (to settle for something). La primera es a Thelma, cuando paran en el primer bar y esta acaba de quejarse de que su marido, Darryl, nunca le deja hacer nada divertido y solo quiere que se quede en casa todo el tiempo. «Bueno, uno tiene con lo que se conforma», le dice Louise. Y la segunda es precisamente esta otra noche muy poco después, y en circunstancias ya muy diferentes, con Jimmy: «Ambos tenemos aquello con lo que nos conformamos». Este es el detonante, de hecho, de la trama. Las dos mujeres viven esa «vida de callada desesperación» común a mucha gente de clase trabajadora, que ve que la existencia se le va de las manos sin llegar a realizarse plenamente, en parte por su propia culpa y precisamente por ese «acabar conformándose» con lo que se ha alcanzado ya. Cuando más adelante en la conversación, Louise dice que «te amo, pero creo que es hora de alejarse de los viejos errores», seguramente es a ese error al que se refiere, más que al de haber matado a dos hombres. No tenemos mucha información en realidad de los personajes, pero la poca que se da muestra precisamente en lo poco que se han quedado sus vidas, definibles en pocas palabras: Thelma es ama de casa, atada con cadena a la mesa de la cocina y a los deseos del único hombre con el que ha estado en su vida, y Louise es una camarera cuarentona. En el primer borrador del guion, Louise iba a ser una secretaria que se había conformado con eso hasta que un día tuvo a una mujer como jefe, y Thelma iba a haber tenido hijos, pero ambas cosas complicaban bastante el viaje y sobre todo la decisión final, así que se cambió el concepto de la historia.
Pero, en su encarnación final, es normal que estos personajes quieran un respiro momentáneo. Más adelante en la película, como parte de la estupenda banda sonora, que se vendió muy bien, suena «The Ballad of Lucy Jordan», cantada aquí por Marianne Faithfull, en especial la parte donde dice: «A la edad de treinta y siete años, ella se dio cuenta de que nunca montaría por París en un coche deportivo con el cabello al cálido viento». Más adelante, la letra sigue: «Su marido se ha ido a trabajar, y los niños al colegio, y había muchísimas maneras para ella de pasar el día… Podía limpiar la casa durante horas, o recolocar las flores, o correr desnuda por la calle a la sombra gritando a voces todo el camino». Es una letra que ilustra cómo se sienten las dos mujeres, y que, por cierto, acaba con la protagonista de la canción, Lucy, rescatada de un tejado al que se había subido y metida en un «largo coche blanco» (una ambulancia) convencida en su mente de que «había encontrado la eternidad, montando en coche por París con el cabello al cálido viento». Ese es quizá el otro final que le habría esperado a Thelma, aunque curiosamente ella está dormida en el auto de Louise cuando suena la canción.
No es la única vez durante la película en que la música está escogida por sus letras para acompañar a una escena: al salir las dos en el coche se canta sobre «noches salvajes», y unos minutos más tarde sobre que «no me gusta lo que veo ahora, no me gusta adónde vamos (…). Tú y yo nos estamos haciendo mayores ya (…). Quiero saber si es verdad que hay un hogar para la esperanza, para mí y para ti». Al entrar en el bar otra canción habla de «ese lugar con una pequeña pista de baile, dijiste que nunca habías estado allí antes». Cuando Thelma sale a bailar, el grupo en directo interpreta un animado tema de country rock sobre un fugitivo en un Cadillac con matrícula de Tennessee al que busca la policía y sobre una chica de 17 años. Tras llamar a Jimmy en el motel, una nueva canción habla de que «nunca podemos saber qué pasará mañana, pero aun así tenemos que escoger por dónde seguir. Tú y yo estamos parados en un cruce de caminos». Más adelante, en otra canción, se oye que «podrías haber sido todo lo que hubieras querido».
Y es que el breve viaje ha cambiado a las dos mujeres, pero sobre todo a Thelma, que tras su metedura de pata con JD toma las riendas de la situación. Al principio insegura y un poco tontorrona, tanto que no se atreve a decir a Darryl que se va de finde (ni siquiera a «pedirle permiso»), acaba robando tiendas con aplomo y elegancia («bueno, yo creo que, hecho apropiadamente, un robo a mano armada no tiene por qué ser una experiencia completamente desagradable», le había dicho JD), encañonando a agentes de la ley, reventando camiones de cerdos machistas y follándose a modelos de ropa interior masculina. Durante la película va aprendiendo como esponja, no solo a robar cajas registradoras, sino también a soltarle a Darryl por teléfono «eres mi marido, no mi padre», cosa que Louise le había dicho antes. Cuando la huida a México aún era una posibilidad, Thelma le dice a Louise: «No recuerdo haberme sentido nunca tan despierta. Todo parece diferente. ¿Tú sientes también que tienes algo a lo que aspirar?». Es el despertar de una mujer que, de haber podido volver a casa, ya no sería nunca más como era hasta entonces, a riesgo de acabar en un «largo coche blanco», como Lucy Jordan. No está muy claro, sin embargo, cuál es la relación entre ambas, ni siquiera qué edad se supone que tienen. Durante el rodaje, Susan Sarandon tenía 45 años y Geena Davis 35, lo cual ya va siendo un poco tarde para que Darryl siga diciendo que lo de los críos ya se verá más adelante. Louise es ordenada y limpia, dejándolo todo colocado antes de irse, cual si quisiera que si le pasa algo y no vuelve, quien entre allí no se encuentre un desastre, y Thelma, a pesar de ser ama de casa de «profesión», es un tanto desastrosa, haciendo sus maletas por el procedimiento de vaciar un cajón entero dentro de ellas, sin mirar. De hecho, tanta carga se lleva para un fin de semana que el detective Slocumb al principio lo toma por un indicio de fuga premeditada. Y entre toda la impedimenta, una pistola, obviamente, que para eso estamos en Árkansoh.
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