El volcán está en plena ebullición electoral. Dos mujeres se rifan la presidencia de México y no sabemos aún cómo quedará parada la cultura, pues sus perfiles distan mucho de aquellos estadistas que lo mismo te hacían un balance geopolítico mundial que conversaban animadamente con gran sentido crítico de las novelas que estaban leyendo. Doña Claudia Sheinbaum es doctora en ciencias mediambientales y por sus ojos han pasado más bien lecturas sobre física e ingeniería, y no se le conocen grandes amistades en el mundillo literario, salvo su cercanía con Paco Taibo II por motivos meramente políticos y no porque le pirre la novela negra. Doña Xóchitl Gálvez viene de orígenes más humildes y se dice que para costearse sus estudios básicos llegó a vender gelatinas y más tarde, cuando estudiaba ingeniería en computación, fue telefonista, así que tampoco su formación se inclina por las humanidades o las ciencias sociales, áreas más proclives a tener en su plan de estudios recomendaciones literarias. Lo cierto es que en su agenda la cultura está porque si no estuviera les lloverían duras críticas y entonces tiene que estar, pero no porque ellas luzcan luminarias, sazonen sus discursos con citas literarias o crean de verdad que la cultura es más que indispensable. Así que los mexicanos y sus proyectos culturales seguirán padeciendo una precariedad que durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador ha sido santo y seña en pos de una austeridad que dejó temblando de inanición a instituciones como el Nacional de Antropología e Historia, el de Bellas Artes y Literatura o la mismísima Secretaría de Cultura, que se convirtió en un puro fantasma. Y encima acontecimientos como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que merecen todo el apoyo o, al menos, las bendiciones de los gobernantes mexicanos pues su labor de promoción del libro y la lectura es harto encomiable, solo obtuvieron el reproche, la descalificación y el vituperio de aquéllos que por una sencilla cuestión de decencia política deberían haberse felicitado de su existencia sin que les costara un quinto. ¿Los libros?, ¿la literatura? Esos son agentes del conservadurismo, resuenan voces en los rinciones de palacio, donde el libro que se editó con más entusiasmo fue una «cartilla moral» que quería convertir a los mexicanos en gente de bien. Y miren el resultado: las calles de las grandes ciudades mexicanas son escenario de batallas a sangre y fuego por ver quién manda más, si los grupos criminales que no tienen empacho en exigir el abyecto «derecho de piso» a quien busca sacarse las castañas del fuego con sus propias manos o la policía y la Guardia Nacional, que tienen que enfrentarlos con mucha menos munición porque el presupuesto no alcanza ni para uniformes. Eso sí, millones de mexicanos cobran una limosna que papá Gobierno decidió otorgar a jóvenes y abuelos para pararse el cuello y decir que en México ya no hay pobres. No habrá más pobres, vale, pero tampoco habrá más lectores. Y todo parece indicar que en los próximos seis años la situación de la cultura irá a peor. Tiempo al tiempo.
UNA PULITZER MEXICANA
Cristina Rivera Garza ha sido galardonada con el Premio Pulitzer 2024 en la categoría de Memorias o Autobiografía por su obra El invencible verano de Liliana, un libro que escribió con la intención de buscar justicia al feminicidio de su hermana menor. En su relato, Rivera Garza documenta y pone al día el expediente judicial, estableciendo negro sobre blanco y con meridiana claridad lo ocurrido, el qué, quién, dónde, cuándo y cómo para no dejar dudas. Pero han pasado 34 años y aquellos hechos siguen sin tener al culpable entre rejas; es decir, después de todo, la impunidad del criminal es el único resultado de una justicia ausente. El libro se editó el penúltimo día de 2021, hace dos años y medio, y ni la ristra de premios que ha recibido, incluido el muy prestigioso galardón gringo, han valido a las instituciones judiciales mexicanas para limpiarse el fango en el que están enlodadas, aunque solo fuera por pura vergüenza. ¿Esto qué demuestra? En primerísimo lugar, que los tinterillos, jueces y demás agentes policíacos no se han leído el libro, lo que no es de extrañar, conociendo un poco el percal. Pero bastaría un resumen de una cuartilla para que espabilaran e intentaran hacer su trabajo, porque las razones y los hechos están muy claros. Rivera Garza se ha esforzado mucho para que así quedaran en su libro. Por eso el Pulitzer. Y es probable que ahora venga una película o una docuserie, como está de moda. Pero la escritora solo quiere una cosa: justicia. ¿Creen ustedes que llegará?
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