Cuando en 1961 el editor barcelonés Carlos Barral le entregó al escritor Josep María Castellet el manuscrito de una novela firmada bajo el seudónimo de Luis Sepúlveda, éste, después de leerla y antes aún de presentar el informe de lectura prescrito al comité de lectura de la editorial Seix Barral, le contestó:
—Carlos, este libro hay que discutirlo en el comité de lectura pero, desde luego, hay que publicarlo.
Seguramente intuyó que tenía en sus manos una de las novelas que pronto se encontraría entre las más importantes de la literatura española del siglo XX, aunque no podría imaginarse todavía el largo recorrido que le ha llevado a vender, desde su publicación, mas de un millón largo de copias; que iba a ser traducida a una veintena de idiomas; que iba a ser una de las lecturas obligatorias del bachillerato español durante varias décadas, lo que terminó de convertirla en un icono para la generación que vivió la transición. La novela, finalmente llevada al cine en 1986 por Vicente Aranda, contribuyó a consagrar a toda una generación de actores y se convirtió en un clásico, repuesto casi anualmente en las pantallas de la televisión estatal, aunque algunos opinan que esta ha envejecido bastante más que la novela.
Tiempo de silencio, sin embargo, tenía todavía una asignatura pendiente, que era su adaptación al teatro, y que por fin la pasada primavera vio la luz a través de una producción del Teatro de la Abadía.
Ha sido José Luis Gómez quien desde hace algunos años puso empeño en promover el proyecto, y que finalmente lo incluyó dentro del reciente ciclo de producciones del teatro dedicado a la memoria histórica, con reflexiones sobre la Guerra Civil, la postguerra y la Transición, con los espectáculos Unamuno: venceréis pero no convenceréis, Azaña, una pasión española y, por último, Tiempo de silencio.
El director escogido para llevar a cabo esta empresa fue Rafael Sánchez, suizo de nacimiento e hijo de inmigrantes españoles, y en la actualidad director del Teatro de Colonia. La siempre delicada labor de adaptar una novela ha sido llevada a cabo por Eberhard Petschinka, dramaturgo austriaco de reconocido prestigio en los espacios teatrales europeos.
La originalidad del proyecto y la procedencia de ambos ha determinado que la versión utilizada para llevar a cabo esta adaptación fuese la traducción al alemán de la novela, publicada por la editorial Eichborn en 1985. Este hecho les ha permitido tomar una distancia y ha proporcionado al proyecto una mirada fresca a la hora de emprender una labor comprometida sobre una novela tan emblemática y conocida en nuestro país como esta. De hecho, ninguno de los dos, ni Sánchez ni Petschinka, había visto antes la película de Vicente Aranda.
Más del setenta por ciento del guion corresponde al texto original, lo que en este caso ilustra cómo la adaptación se ha puesto al servicio de la novela respetando los textos, que devueltos a la vida en la voz de los actores, brilla y emociona en las vertiginosas 48 horas en las que suceden los hechos. Sintetizada con singular habilidad, el espectador, al abandonar la sala, lo hace con una sensación de emoción e impactado por una representación que no decae nunca en el ritmo y unos textos y unos diálogos en los que no sobra una coma.
La acción sucede en el Madrid de los años cincuenta, y es de nuevo Castellet quien nos explica el asunto del libro en su informe para el comité de lectura de la editorial:
“Pedro, joven investigador médico español, vive en una pensión madrileña, regentada por tres mujeres —abuela, madre e hija—. Una noche de juerga se emborracha, se acuesta con Dora —la nieta de la pensión— y es reclamado para un raspado de matriz, a consecuencia de un aborto mal hecho. Medio borracho todavía, no se da cuenta de que está operando sobre un cadáver. Cuando lo averigua huye despavorido y sus amigos le esconden en una casa de prostitución, de donde es sacado por la policía y metido en la cárcel. Pero le sueltan pronto y se promete entonces con Dora. Sin embargo, un día, el prometido de la chica muerta se venga en Dora —apuñalándola— del crimen que cree que el médico ha perpetrado en su novia. Pedro vuelve a su pueblo”.
Visto el éxito de público y de crítica durante su estreno en la primavera pasada, este año el Teatro de la Abadía nos vuelve a ofrecer una nueva oportunidad de verla en sus escenarios en la reposición del próximo 28 de febrero hasta el 17 de marzo.
Esta vez no se la pierdan.
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