Cuando nos despertemos, el 21 de diciembre de este año, Tito Monterroso seguirá aquí. Y podremos celebrar sus primeros cien años. También la Feria Internacional del Libro de Guadalajara lo quiere celebrar, dedicándole, el próximo 23 de abril, su tradicional maratón de lectura en voz alta con motivo del Día Mundial del Libro. La elección no puede ser más acertada y se ha escogido uno de los títulos emblemáticos de este genial escritor guatemalteco de origen hondureño exiliado desde 1944 en México, donde falleció en 2003: el volumen Obras completas (y otros cuentos), su primer libro publicado (en 1959), el cual incluye el mítico microrrelato titulado El dinosaurio («Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí»). La institución ha informado que el maratón de lectura se realizará de manera virtual en la página web, el canal de YouTube y las redes sociales de la FIL Guadalajara, y que habrá doscientos espacios disponibles para quienes deseen inscribirse (solo residentes del área metropolitana de Guadalajara), a quienes se les entregará como regalo un ejemplar del susodicho libro de Monterroso. Por otra parte, el Sistema de Educación Media Superior de la Universidad de Guadalajara ha anunciado también que producirá un vídeo con sus estudiantes, en el que los participantes podrán disfrazarse de alguno de los personajes de Tito para leer algún fragmento de su obra. Así podremos ver vacas, ovejas negras, monos escritores, moscas-águila, cucarachas soñadoras, sabios zorros y sirenas inconformes. En suma: el maravilloso universo Monterroso.
DE POETAS Y PINTORES
El viaje como acto poético y la poesía para entender el arte. Estas son las perspectivas desde las que se asoman la filóloga Asunción Rangel y el poeta Ernesto Lumbreras a la obra de un conjunto de poetas y pintores mexicanos en dos interesantes libros de reciente publicación, ambos bajo el sello de la Universidad Autónoma de Nuevo León: Escritores viajeros (el nomadismo como poética) y De la inminente catástrofe: Seis pintores mexicanos y un fotógrafo colombiano. En el primero, Rangel (Aguascalientes, 1981) se apoya en la idea de que la creación, en este caso la escritura de la poesía, “es un intenso y profuso viaje, una suerte de movimiento pendular en donde la materia o masa que va y viene constantemente es el viajero o el poeta, y el punto de apoyo de la cuerda que impulsa el movimiento es, por así decir, la residencia, la morada. En este caso, la cuerda hace las veces de la manera en que el viajero pone de manifiesto sus peregrinajes, esto es, la escritura: poesía, ensayo, traducciones, narrativa, aforismos, fragmentos, crónicas. La cuerda es el vehículo, el puente que une, pero también la puerta que cierra, para decirlo con unas algunas de las metáforas que Georg Simmel empleó para referirse a la ciudad”. Mediante ese prisma, la autora recorre la obra de cuatro poetas canónicos de la literatura hispanoamericana del siglo XX: el mexicano José Emilio Pacheco, el argentino Juan Gelman, y los chilenos Gonzalo Rojas y Pablo de Roca. Rangel es una convencida de que cuando se lee un poema se abona en un proceso para completarlo, una especie de viaje interior en el que, dice, también pone de su cosecha “para poder entender de qué demonios se está hablando en ese poema”. Al final, este gran viaje deberá completarlo el lector, quien como escribió José Emilio Pacheco, se irá y no volverá aunque regrese. Porque, en todo este proceso, se habrá transformado en otro. Por su parte, el libro de Lumbreras (Jalisco, 1966) recoge una serie de ensayos y artículos de orígenes diversos, a los cuales agrupa una voluntad común: fueron escritos sin asumirse como piezas de crítica de arte o de investigación de estudios estéticos. Los seis pintores mexicanos de los que se ocupa, dice el propio Lumbreras, son ya parte del imaginario visual de nuestros días, “un sexteto de clásicos que surgieron en varios momentos del siglo XX y dejaron una impronta que renovó el discurso plástico en la escena nacional y más allá”. Salvo Ricardo Martínez, cuatro de los pintores seleccionados cerraron su ciclo vital hace poco: Rafael Coronel, Francisco Toledo, Manuel Felguérez y Arturo Rivera. Y con la aún más reciente partida de Vicente Rojo, como señala Lumbreras, se cierra una época y se termina por establecer una línea que delimita las actuales coordenadas de la pintura en México. En cuanto a la inclusión del fotógrafo colombiano Leo Matiz, nacido en Aracataca en 1917, el poeta aclara que viene a cuento en este libro por su estrecha relación con los muralistas Orozco y Siqueiros en la década del cuarenta. Autor de una obra literaria encomiable entre la que destacan títulos como Desmentir la noche, El cielo, Lo que dijeron las estrellas en el ojo de un sapo, Oro líquido en cuenco de obsidiana o Donde calla el sol, Lumbreras es uno de los escritores mexicanos más solventes a la hora de encarar el fenómeno pictórico y sin duda podemos inscribirlo en la tradición de poetas como Octavio Paz, Juan García Ponce o Luis Cardoza y Aragón, quienes han abordado el arte con lucidez y claridad, aportando una mirada singular y penetrante. “¿Literatura sobre asuntos visuales?, ¿recreaciones y transcreaciones?”, se pregunta Lumbreras, y enseguida responde: “Las definiciones cumplen un papel pedagógico. Por eso mismo, digo llanamente que lo que en este libro se ofrece son ensayos sobre arte”. Nada más y nada menos.
¿QUÉ NOS PASÓ?
No le faltan motivos a la escritora Rosa Beltrán (1960) para preguntarse qué le ha pasado a México y a los mexicanos en los últimos veinte años. Como bien dice, antes de terminar el siglo XX había una vida de barrio en las distintas ciudades mexicanas que ahora es imposible por el pandilleo impune que las domina; también existía una libertad para transitar por el país y pernoctar en cualquier sitio sin vivir atemorizados a que te robaran, te secuestraran o violaran. Y sí, todo aquello se ha perdido, como dice Beltrán, desde que con el nuevo siglo la violencia irrumpió de una forma tan despiadada y descomunal, y la inseguridad dejó de ser un fantasma para volverse una presencia continua con la que los mexicanos tienen que lidiar todos los días. Esta preocupación subyace en la próxima novela de Beltrán, que a la sazón llevará por título Radicales libres, la cual aparecerá bajo el sello Alfaguara en un par de semanas. En ella, la autora de obras como La corte de los ilusos, El paraíso que fuimos, Alta infidelidad o El cuerpo expuesto, documenta lo que ha sido México en los últimos sesenta años, desde el crucial 1968 hasta nuestro actual momento pandémico, e intenta reflejar esa transformación del país y de su vida cotidiana. La obra, ha dicho Beltrán, es una exploración de lo que es y ha sido México en esas seis décadas, desde el punto de vista de tres mujeres de generaciones distintas, quienes muestran diferentes usos del lenguaje, del cuerpo y del propio espacio. Sin duda se trata de la obra más ambiciosa de la catedrática, traductora y miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua.
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