Hace unos años quedé aturdida ante una madre tirana, ávida y voraz. Una Brunelda kafkiana y voluble que hacía y decía lo que se le antojaba. La observé en silencio y decidí escribir sobre ella. De ahí surgió una primera historia con una madre en el centro de mi objetivo. Después quise escribir sobre otras. Y poco a poco nacieron seis relatos en los que las protagonistas eran madres en distintas épocas y en situaciones diversas. Madres cada vez más de mi familia y cada vez menos déspotas. Una tatarabuela, una bisabuela, una abuela, una prima… Siempre atenta a las voces que hablaban a mi alrededor. Voces que recordaban sucesos del pasado. Anécdotas a primera vista sin importancia y sin nexo, que sospeché unidas por un hilo invisible. Por un detalle que se me escapaba. Al final me decanté por que todas ellas fueran de mi familia y la dominadora desapareció del libro, aunque una extraña, ajena a nosotros, es la que en las primeras páginas se encarga de introducir a las demás. Pero atención, dice. Que aquí viene el señor Vias…
Y durante todo ese tiempo que anduve espiando y rumiando para escribir lo que un buen día se convirtió en novela no sólo aceché las voces de mis parientes más cercanos, también las de los objetos que me rodeaban, objetos que a veces decían más que las personas. Como los vitrales de colores en las escaleras de una antigua casa en la madrileña calle de los Hermanos Bécquer. O las fotografías, que también hablan. Cada una de las seis narraciones va acompañada por una instantánea. La séptima, como colofón, alude al fragmento que siempre parecía faltar y que, gracias a las pesquisas de mi primo Juan, aficionado como yo a los árboles genealógicos, nos desveló uno de los documentos que en los archivos hablaban de los Vias en la isla de Puerto Rico. Esas imágenes y esos viejos legajos o los artículos de los periódicos de la época mordidos por los parásitos, el calor y la humedad son los ojos de la memoria. Como La voz de entonces acabó siendo un recorrido desde la esclavitud a la ilusión por la democracia y la libertad. Los libros, como diría una buena madre de los hijos, al final crecen solos.
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Autor: Berta Vias Mahou. Título: La voz de entonces. Editorial: Lumen. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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