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Todavía una noche, de Aroa Moreno Durán

Todavía una noche, de Aroa Moreno Durán

Aroa Moreno Durán es una narradora y poeta nacida en Madrid en 1981. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. En 2017 publicó su primera novela, La hija del comunista (Caballo de Troya, 2017; Random House, 2023), galardonada con el premio Ojo Crítico de RNE a la Mejor Novela del Año y, hasta la fecha, traducida a siete lenguas. Su segunda novela, La bajamar (Random House, 2022)obtuvo el Premio Grand Continent al Mejor Relato Europeo, fue nominada al Premio Bienal de Novela Vargas Llosa 2023, y está traducida a cinco lenguas. También es autora de los libros de poemas Veinte años sin lápices nuevos (Alumbre, 2009) y Jet lag (Baile del Sol, 2016). Recientemente publicó Almudena. Una biografía (Lumen, 2024). Presentamos un adelanto de Todavía una noche, su nuevo libro de poemas, que acaba de publicar Tusquets Editores, un conjunto de textos que atraviesan la biografía de una mujer y al mismo tiempo grandes temas de la literatura, como el miedo, la maternidad, el cuerpo, el final de un encuentro, el deseo, las caídas y las pequeñas ideas que se ocultan en algunos paisajes. Escritos a lo largo de una etapa que duró aproximadamente ocho años, estos treinta y dos poemas son un intento por sostener el torrente emocional que nos desborda como un río en esos instantes en los que nos perdemos tan de vista a nosotros mismos que casi somos incapaces de reconocer nuestro lugar en el mundo.

***

Ultrasonido

Esta es la imagen: blanco sobre negro.
Lo claro es la materia.
Tu adiós fue una punzada.
Tal vez la cesta de la playa.
O alguna pena.
Eso no es posible, dijeron.
Tus dos brazos en cruz.
Eso no son los brazos, dijeron.
Flotas hacia adentro.
Hubo una bandeja de plata.
Hubo un terror muy sórdido en los baños.
Hubo un río que se me escapaba como una carcajada de la noche.
Así es mejor, dijeron.
Y graba estas palabras:
movimientos cardiacos negativos.

***

La cuna

A mi hermana

Todavía una noche en la casa donde solo soy hija. ¿Dejé algo de alimento para ti? Porque es mío el invierno y el invierno siguiente también es solo mío. Dónde está mi hermana. Dónde mi perro. Flotaba en mis rodillas silbando una canción. Solo acepto ese encargo. El cachorro confundió aquel reloj. Recuerda, no era un corazón. Le alimentaba. Pero tú eras nacida. Y esto apenas. Es un nudo sin hueso, una gota de lluvia. He visto a cien doctores, he expurgado cada fotografía con ojos de científica. No hay demasiado nunca para lo pequeño. Yo lo sabía. Yo lo sabía. Quiero verle. Es que yo sí quería verle. Porque en tu mano, hermana, también solo soy hija. Y tengo que llevarlo. Cómo te explico esto. Elegimos un árbol y en verano, olor a fruta hecha. Y entonces. Cómo te explico esto. El estómago quiso. El abuelo también se ensució los zapatos enterrando aquel árbol donde solo soy hija. Cómo te explico esto.

Tuve que contenerlo todavía una noche.

Dime, ¿dejé limpias las sábanas por ti?

***

Invierno del fin del mundo

He llegado a la ciudad más al norte del mundo.
Donde nieva doscientos setenta días cada año
y apenas hay horas con luz.
Siberia se parece a Siberia
y a las fotografías de Masha Ivashintsova.
Traigo una maleta vieja con libros viejos y con ropa vieja
que mi madre remendó tras la contienda.
Vestidos que ojalá
me hubiera destrozado alguna vez
de una forma menos racional.
Recoger una casa no es guardar la botella y los vasos,
no es juntar las camas molidas de un hotel,
meterlo todo en la maleta
y atravesar un país.
Es ver salir a un hombre por la puerta
con nuestros quince años resumidos
en un hijo y algunas fotografías
que le cedes
porque a él no le gustaba hacer retratos.
Y se pronuncian cosas
como tú te llevarás la mesa de comer,
la mitad de los juguetes,
no te preocupes por los huecos
de las estanterías
que dejarán los libros que siempre me decías que leyera
y que yo nunca abrí.
Siempre es de noche en Norilsk.
Y hace tantísimo frío.
Me asomo a la ventana de este destierro.
Un glaciar interior está trepando por la escalera.
No era en su frente del Este,
el fin del mundo es aquí.
No da tregua a los lobos esta casa.
Tampoco se escucha la música nórdica
que yo no soportaba
y metí en mis libros
para pedirle perdón por escribir de nosotros sin permiso.
Viviré exiliada en el lugar más gélido del mundo.
Viviré en el país que podría matarnos.
Viviré en la ciudad de la esperanza más corta.
Viviré en el país de los siempre vencidos.
Y, después, tal vez,

vuelva alguna noche todavía
cuando no estemos aún congelados
pero sí escritos
y respiremos.

***

El deshielo

El hijo de los dos,
la densidad de un deseo,
ha llamado a la puerta y ella ha abierto.
¿Cómo has llegado hasta aquí, dragón?
¿Quién te ha traído a este norte?
Sus ciento diez centímetros de hombre decidido
han pisado la casa,
ha doblegado el espacio y el tiempo del salón.
Ha reconocido el vasto territorio de los nómadas.
Allí hay una piscina, le ha dicho la madre, señalando por la ventana,
como si nunca el desvelo o la esperanza,
como si nunca el temblor o la alegría,
como si no las estrías ni el latido,
donde tendrás amigos y las tardes
no nos asfixiarán en los agostos.
El pequeño hijo ha trazado la luz con su mano todavía pequeña.
Ha creado las sombras necesarias.
Ha medido la urgencia del verano.
Ha contado la mitad exacta de sus cosas.
Ha visto que a la casa también le faltaba la mitad del amor
y una cocina nueva.
Ha comprendido.
No creas que he llorado, le ha dicho la madre.
El agua de ese suelo es solo frío antiguo
que no recogí de madrugada
porque estaba escribiendo.
Y ha repetido para sí:
por mí
y por todas mis compañeras.

—————————————

Autora: Aroa Moreno Durán. Título: Todavía una noche. Editorial: Tusquets Editores. Venta: Todostuslibros. Venta: Todostuslibros.

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