Todo a la vez en todas partes es, en la tesitura cinematográfica actual, más bien un milagro que un mero soplo de aire fresco. La producción independiente más taquillera de su productora, A24, cuna de realizadores alternativos como Robert Eggers, Peter Strickland, Sofia Coppola e incluso Joel Coen con su reciente MacBeth, es un experimento inclasificable y a la vez plenamente comercial que ha logrado mantenerse en la cartelera americana por la mítica vía del boca-oreja. Casi 60 millones de dólares en EEUU en época post-pandémica, post-streaming y post Spider-Man y Doctor Extraño no son en absoluto moco de pavo (y siguen subiendo).
La obra de los apodados Daniels (Daniel Kwan y Daniel Scheinert) es un trabajo alejado del mundo de secuelas, propiedades intelectuales y spin-offs que domina Hollywood. Es, sin embargo, un trabajo totalmente contemporáneo y referencial en su (aparente) anarquía; una comedia dramática de ciencia ficción y acción que logra vehicular en una crisis nerviosa, la de la inmigrante china en EEUU Evelyn (Michelle Yeoh, en un papel escrito inicialmente para Jackie Chan) una suerte de Matrix de la Nueva Normalidad. Porque, como rezaba el tagline de la película de los Wachowski, lo de Todo a la vez en todas partes es mejor verlo para creerlo.
La odisea en tiempo mental en plena auditoría fiscal que vive Evelyn, mujer abnegada pero más bien poco afectuosa, sirve en bandeja a los Daniels la oportunidad de brillar en todos y cada uno de los aspectos de la puesta en escena de una película. Todo a la vez en todas partes comienza con una concurrida presentación del reparto que recuerda a los largos travellings de La maravillosa Sra. Maisel para, a continuación, erigirse como una parodia de Matrix mientras el personaje de Michelle Yeoh transgrede la realidad de un mundo limitado, mediocre y efímero, pero a la vez terriblemente desaprovechado por una mujer que —como todos, me temo— ha dado demasiados palos de ciego.
Entremedias de todas las aventuras que sobrevienen lo que incluso el espectador más descreído del invento puede observar y admirar es la infinita capacidad de observación de los Daniels, cuyo olfato cómico destaca en multitud de detalles capaces de convertir cada una de las secuencias de acción en los que se convierte el relato en una suerte de tira cómica donde el humor bestia o inusuales elementos humanos conviven en absoluta armonía y continuidad cinematográfica, como pequeñas viñetas payasas en una splash page que, sin embargo, delatan que el trayecto heroico de Evelyn es también un profundo viaje interior. Su dominio de la mecánica del chiste visual es para que todos los realizadores de todos los universos, recurriendo al propio lenguaje del film, tomen nota inmediatamente.
Michelle Yeoh fabrica aquí un papel digno de una nominación al Oscar. Una heroína completamente inusual, perfectamente compatible con los tiempos de inclusión y representación social, racial y de género que vivimos, pero a la vez absolutamente natural y entrañable en manos de los Daniels. A fuerza de vivir en su propio mundo, Todo a la vez en todas partes es una de las películas que mejor hablan de la clase obrera y de la crisis de madurez de una mujer vistas en la cartelera reciente. Y lo hace articulando una mitología sci-fi que, además, habla directamente al espectador actual, porque funciona no solo como híbrido perfecto de la cultura audiovisual china y la norteamericana sino como parodia de la espectacular concepción de la mitología y los universos narrativos paralelos que ahora mismo están rentabilizando a saco las películas Marvel o DC.
Obra poética sobre la búsqueda de significado en un mundo que amenaza con no tenerlo, sobre el vacío existencial de una mujer y también cine familiar a la antigua usanza, Todo a la vez en todas partes lo hace todo y todo lo hace bien. La película atempera sus frases de charlatanería mística con 1) el mejor título posible, tanto en V.O. como en español, y 2) el constante jugueteo de los Daniels con el espectador, que sin embargo no tapa o se toma a mofa la angustia interior de una heroína de la calle incapaz de darse por vencida. ¿Obra maestra? ¿Alguien necesita que lo sea?
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