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«Todo esto existe»: No tomar una decisión es peor que tomarla

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«Todo esto existe»: No tomar una decisión es peor que tomarla

El arquitecto bilbaíno Íñigo Redondo asegura estar todavía en «shock» por la acogida de su primera novela, Todo esto existe, un libro que, tras sufrir un buen número de negativas para su publicación durante unos años, sale ahora a la venta como un «hallazgo editorial» que está cosechando muy buenas críticas.

En la editorial Literatura Random House cuentan cómo un día, mientras los editores revisaban la pila de manuscritos que reciben a diario, tropezaron con un texto que les fascinó. Su autor, Íñigo Redondo, solo había enviado una sinopsis y las primeras cinco páginas del libro, en el que llevaba ocho años trabajando, pero no hizo falta más para que se pusieran en contacto con él y le pidieran el resto de la novela, recuerdan.

Fue en 2010 cuando Redondo, un arquitecto nacido en Bilbao en 1975 y afincado en Madrid, comenzó a «darle vueltas» a la historia que relata en esta novela, según explica en una entrevista con Efe. Antes había compaginado su actividad profesional de arquitecto con la escritura, de tal forma que quedó finalista en el Certamen de Jóvenes Creadores de Madrid de 2004, en la modalidad de poesía, con la obra Horas. Y había escrito también el libro de relatos Vías de contagio y la obra de teatro Nosotros, vosotros, ellos, ganadora del primer premio de textos teatrales del 101 aniversario del Teatro Reina Victoria. Para documentarse para la historia que tenía en la cabeza viajó a Kiev, porque la novela está ambientada en alguna ciudad de Ucrania, en los años ochenta.

En Todo esto existe, el escritor relata la «fascinación mutua» que sienten entre sí dos personajes desde su soledad, el director de un colegio y una solitaria alumna. Alexei es el director de un colegio a quien su mujer acaba de abandonar. Sus días siguen un patrón inalterable: por las noches bebe hasta perder el sentido y durante el día lucha por esconder sus miserias. Desde su despacho observa a los alumnos durante el recreo, y se empieza a fijar en una chica que siempre anda sola. Pronto ella le revelará la espantosa realidad de la que quiere escapar y él decidirá ayudarla ocultándola en su piso.

Es el principio de una novela que Redondo concibió a partir de su final y en la que la ficción es sencilla porque su trama no habría funcionado con muchos más personajes, explica el autor. El escritor quería descubrir lo que hay detrás de «esas ventanas minúsculas» de las inmensas fachadas de los edificios soviéticos de la época y la intimidad que se esconde detrás de una puerta, y describir las peculiaridades que puede haber detrás de cada una de esas puertas. «No nos conocemos. Restregamos la vida de los unos contra la de los otros, pero no nos conocemos», escribe al comienzo de su libro. Sus dos personajes encuentran un refugio tras una de esas ventanas en una historia que deja muchas cosas al lector porque, dice Redondo, «el lector es alguien inteligente». Como lector, dice, le resulta siempre gratificante que el que le habla desde un libro le trate como alguien inteligente: «Es lo contrario de lo que ocurre en política, donde siempre se da un punto de vista unilateral».

Redondo describe a Alexei, el director del colegio, como uno de esos «héroes cotidianos que no salen en los periódicos», que debe tomar una decisión cuestionable, porque se encuentra en una situación límite cuando la joven Irina le dice: «Secuéstrame». Es una situación en la que no tomar una decisión es peor que tomarla, dice Redondo, que no cree que su novela sea de aprendizaje, en el sentido de una joven que se forma a través de un adulto sino, en todo caso, de «aprendizaje mutuo» entre ambos personajes.

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