Aunque los vencedores hubieran escrito la historia de la guerra, nadie había escrito la suya, todos habían preferido contar leyendas o fantasear, como si todos fuesen literatos o como si intuyeran que Manuel Mena era en la práctica un perdedor de la guerra.
Javier Cercas en El monarca de las sombras, Literatura Random House, 2017
En la última novela de Javier Cercas hay dos modos de intentar acceder a la verdad: el del historiador que describe los acontecimientos y el del novelista que se documenta para elaborar su propio relato. El primero narra los hechos y el segundo ayuda a entenderlos.
Para comprender la realidad necesitamos literatos, gente capaz de dar sentido e intencionalidad a los datos y a las descripciones, escritores capaces de aplicar su imaginación a descifrar lo complejo. El problema de los literatos es que necesitan lectores capaces de superar cierto número de caracteres, sin duda más de 140. Las historias complejas, las que ayudan a comprender lo que sucede, no caben en un titular.
Un libro como el de Cercas se convierte en un examen de comprensión lectora en cuanto sale a la venta. Puede gustarte la novela o no, puedes coincidir con las tesis del escritor o estar en desacuerdo, eso es lo normal. El indicador que señala a quienes no han entendido nada tiene más que ver con la manía de reducir una historia compleja a un titular simplón.
Es algo que hacen quienes no han leído el libro pero se sienten seguros posicionándose dentro de cualquier ciberturba, ya sea a favor o en contra, o quienes lo han leído pero necesitan llamar la atención de algún modo, para generar visitas a su web, parecer más listos, etc. Le ha pasado a Cercas lo mismo que a Los Planetas con su nuevo disco, Zona temporalmente autónoma: muchos ya «sabían» si les gustaba o no antes de escucharlo. Videntes.
Las ciberturbas y parte de la crítica cultural reciben las obras de cierta relevancia con una actitud futbolera, a favor o en contra, antes incluso de dedicar un tiempo suficiente a comprenderlas. Hay que ser el primero y dar el cante, aunque eso suponga manifestar públicamente que no se ha entendido nada. Como si todos fueran literatos fantaseando, pero sin fundamento.
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