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‘Todos rieron’: La última comedia clásica

‘Todos rieron’: La última comedia clásica

Para Peter, In Memoriam

Le regalé a Peter Bogdanovich [1] un libro en francés sobre Howard Hawks, que había visto en una librería de Venecia, y se lo dejé con una nota en la conserjería de su Hotel, el Gran Hotel, en la viscontiana isla del Lido, en la que se celebraba desde poco antes de la Segunda Guerra Mundial la Mostra Internazionale del Cinema. Yo nunca antes había estado en Venecia, un pecado capital que he remediado con creces luego, y si me decidí a ir, en un viaje improvisado casi sobre la campana, fue porque descubrí en un periódico que la Mostra iba a dedicar una retrospectiva sobre Howard Hawks, un cineasta que me apasionaba tanto como Ford y Hitchcock, mi trinidad de empedernido cinéfilo. Con mil problemas para encontrar a mediados de agosto alojamiento y acreditación, esto último lo conseguí merced a la generosa disposición de Vicente Antonio Pineda, el hombre de la Mostra en Madrid. Me planté a primeros de septiembre en Venecia, en la que, amén de conocer en persona a Pedro Crespo y Antonio Pelayo, dos grandes críticos y desde entonces amigos, disfruté de una impecable Retrospectiva Hawks, documentada por un maravilloso y extenso catálogo, coordinada por Adriano Aprà, un gurú de la crítica italiana que, sin conocerle de nada, me abrió todas las puertas. Ya en el Festival descubrí que un cineasta que admiraba, Peter Bogdanovich, presentaba la película They All Laughed (Todos rieron, 1981), con Audrey Hepburn y Ben Gazzara. Ya que estaba allí, convenció a Bogdanovich para que interviniera en una charla sobre Hawks, un cineasta al que había conocido, entrevistado y al que admiraba mucho (personalmente, y tengo pruebas, creo que aún más que a Ford, su otro icono cinéfilo). Hubo un breve coloquio en el que intervine, luego me acerqué a saludarle, estuvo muy amable, le comenté cuánto me gustaba su cine y They All Laughed, que había visto un libro sobre Hawks en francés en una librería de Venecia y que quería regalárselo. Me dio sus señas en el Hotel y allí le dejé el libro al cabo de unos días; tras irse Bogdanovich de Venecia, recibí una llamada en mi Hotel desde el suyo en el que me comunicaban que tenían una carta para mí de Mr. Bogdanovich. La recogí, y en ella, con suma amabilidad, me agradecía el regalo, comentaba el libro, me prometía que me enviaría su monografía sobre Hawks, «porque la gente de Hawks es siempre gente decente y profesional», adjuntándome su dirección en Los Angeles, en Bel Air, Copa de Oro Road, por si me acercaba por allí y para que le enviara mi dirección y hacerme llegar el libro de Hawks, lo que cumplió al cabo de un tiempo. Lamentaba no haber podido quedarse más tiempo, pero estaba atravesando unos momentos personalmente difíciles.

Esto último era evidente nada más verlo, y solo después uno lo entendía. Durante el rodaje de They All Laughed [2], casi reproduciendo lo que le había pasado con Cybill Shepherd en el de The Last Picture Show, se había enamorado perdidamente de Dorothy Stratten, una rubia guapísima, ex playmate de Playboy, a la que había dado un personaje en la película, y con la que pensaba casarse una vez que lograse el divorcio de su marido, un peligroso mafioso de tercer orden. No pudieron hacerlo porque el exmarido, al conocer esos planes, la asesinó brutalmente y luego se suicidó. El infierno se desató para Bogdanovich, que no superó el suceso. La productora de They All Laughed, absurdamente asustada por lo que creía que era publicidad negativa de la película, la estrenó de tapadillo, y Peter, convencido de sus bondades, se la recompró y la reestrenó en un intento ya inútil para que la gente viera y apreciara la película. El cineasta, que confiaba en que la película, con Audrey Hepburn y Ben Gazzara a la cabeza, fuera su tarjeta de presentación en un Hollywood que tras su meteórico éxito le había dado la espalda tras los fracasos de Nickelodeon (Así empezó Hollywood) y At Long Last Love, se vio de nuevo sin trabajo y declarado en quiebra.

"Con Todos rieron volvió a repetirse el fenómeno, porque Bogdanovich continuaba el surco de comedias elegantes y sofisticadas de ambiente neoyorquino que Woody Allen había abierto con Annie Hall y Manhattan"

Recuerdo el estreno en Madrid de Todos rieron, creo que en uno de los Roxy de la calle Fuencarral. Pese al entusiasmo de algunos pocos, la crítica la despachó con displicencia y la gente no fue a verla —y así seguimos, porque Todos rieron es pieza complicada de cobrar en plataformas y televisiones, y en DVD, salvo en USA, por terrenos patrios—. Es curioso que la carrera de Peter Bogdanovich comenzara a hacer agua en Hollywood cuando rodó Daisy Miller (Una señorita rebelde), una película muy personal, muy europea, una fantástica e inteligente adaptación de un relato de Henry James, que nadie apreció pero que anticipaba el cine de Ivory & Merchant de Una habitación con vistas o Regreso a Howards End. Con Todos rieron volvió a repetirse el fenómeno, porque Bogdanovich continuaba el surco de comedias elegantes y sofisticadas de ambiente neoyorquino que Woody Allen había abierto con Annie Hall y Manhattan.

Todos rieron es una excelente comedia, jubilosa, enamoradiza, muy libre, en la que de una manera desembarazada, muy ad lib, Bogdanovich explora y describe el entrecruzamiento amoroso de varias parejas en el escenario tan especial y subyugante de Nueva York. El cineasta corre un riesgo enorme al construir el guion —coescrito con el actor Blaine Nowak, que interpreta en la película a un desinhibido detective de largo cabello rizado— sobre una leve trama —ahí está su impenitente admiración por Lubitsch—, una historia muy coral en la que los itinerarios sentimentales de sus personajes cruzan el borgesiano jardín de los senderos que se bifurcan. Su admirado Hawks lo había intentado, sin éxito, en ¡Peligro, línea 7000!, pero Peter lo logra de manera sutil, trabajando en un ritmo relajado que nunca tensiona pero que jamás se estanca. En la pantalla vemos y conocemos a seres con los que disfrutamos, con los que no nos importaría coincidir o convivir. El hilo de Ariadna de este laberinto de emociones y sentimientos es una oficina muy peculiar de detectives, Odyssey, un guiño homérico a su dueño de origen griego, y la tarea encomendada a un par de detectives, seguir y vigilar a la esposa, Angela Niotes (Audrey Hepburn) e hijo de un magnate griego, por encargo de éste. A su alrededor se engarzan el resto de las historias y trabajos de unos peculiares detectives, muy proclives a mezclarse en inconvenientes relaciones sentimentales.

"El ritmo impecable de la acción, su puesta en escena siempre indirecta, nunca retórica, y la extraordinaria frescura y naturalidad con la que todo el reparto se funde con sus personajes, convierten a Todos rieron en una comedia clásica, llena de risas y diversión"

El centro de todo es una progresiva historia de amor que surge, casi sin palabras, con miradas, silencios y emociones compartidas entre el detective John Russo (Ben Gazzara) y su vigilada, Angela Niotes [3], que Bogdanovich filma con sofisticada elegancia y complicidad, y que culmina con una devastadora despedida sin palabras pero con corazones rotos en un helipuerto neoyorquino. Russo mantiene una relación ya de salida con Christy Miller (Colleen Camp canta una canción country, «One Day Since Yesterday», escrita por Bogdanovich, maravillosamente), una exitosa cantante country, y no le hace ascos a “Sam” [4], apodo que Russo le da a Deborah, una atractiva taxista (Patti Hansen) directamente escapada de otra colega femenina del taxi en El sueño eterno, libre y llena de encanto irónico. Bogdanovich se retrata a sí mismo y a su relación con Stratten, haciendo que otro detective, Charles Rutledge (interpretado por su alter ego en todo, John Ritter), que debe vigilar a la guapa rubia Dolores Martin (Dorothy Stratten) por encargo de su celoso marido, caiga rendido en sus redes, mientras que el latin lover de Dolores, José (Sean Ferrer), lo hace en las de la cantante Christy Miller. En este ajedrez de relaciones entrelazadas, el ritmo impecable que Bogdanovich imprime a la acción, su puesta en escena siempre indirecta, nunca retórica, y la extraordinaria frescura y naturalidad con la que todo el reparto se funde con sus personajes convierten a Todos rieron en una comedia clásica, llena de risas y diversión, en un estado de felicidad total.

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They All Laughed (Todos rieron, 1981). Producida por Peter Bogdanovich, Blaine Nowak y George Morfogen. Dirigida por Peter Bogdanovich. Guion de Peter Bogdanovich y Blaine Nowak. Fotografía de Robby Muller. Montaje de Wiliam C. Carruth y Scott Vickrey. Interpretada por Audrey Hepburn, Ben Gazzara, John Ritter, Dorothy Stratten, Colleen Camp, Patti Hansen, Blaine Nowak, Sean Ferrer, George Morfogen, Linda McEwen. Duración: 115 minutos.

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[1] Hablé en Cowboys de medianoche de Todos rieron hace ya un mes, y a su hilo redacté estas notas que apenas he retocado desde entonces. Sabía de su delicado estado de salud debido a un cruel Parkinson, pero a través de Andrés Moret, nuestro socio y amigo en Hatari! Books, que vive en L. A., estábamos en contacto, y en julio nos mandó, con enorme cortesía y presteza, para el libro al respecto que prepara José Luis Garci, su lista de quince películas favoritas. Teníamos en perspectiva publicar cosas suyas sobre Hawks y Hitchcock. El comienzo de año nos ha traído la noticia cruel de su muerte. Sus amigos lo echaremos de menos aunque, y no es un tópico, nos quedan sus libros y películas, así como su amistad, siempre elegante y cercana.

[2] «They All Laughed» es el título de una canción escrita por George & Ira Gershwin, otro guiño para el Manhattan de Allen que Sinatra canta en la película.

[3] Ben Gazzara y Audrey Hepburn habían mantenido una relación sentimental muy especial durante el rodaje de una película anterior, lo que pudiera ser la razón de la química que desprenden sus actuaciones. Por otra parte, y al parecer, el matrimonio de la actriz se tambaleaba ante las continuas infidelidades de su marido, continuando juntos por el hijo que tenían en común. La película fue la última que rodó Audrey Hepburn como protagonista.

[4] Es otro guiño hawksiano de Bogdanovich, porque Hawks y su mujer Slim se llamaban Steve y Slim en la intimidad, y Hawks y su colega y amigo el cineasta Victor Fleming improvisaban amistosamente ese tipo de apodos imprevistos.

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