La escritora uruguaya afincada en España, Mercedes Rosende, regresa a las librerías con una nueva aventura de Úrsula López, esa mujer obsesionada con su sobrepeso y encerrada en su apartamento de clase media que, sin comerlo ni beberlo, se ve involucrada en crímenes. Uno de los personajes más extraños, y burlones, de la actual novela negra.
En este making of, Mercedes Rosende desvela el origen de Lágrimas de cocodrilo (Alrevés).
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Cuando escribimos buscamos un proyecto que nos enamore. Y cuando empecé Lágrimas de cocodrilo, si bien no tenía claro a dónde iba la trama, sabía que estaba a la búsqueda del proyecto que me enamorara.
Pensé en el potencial de mostrar los distintos ámbitos donde se gesta la violencia: el entorno de los lazos de sangre con sus vínculos patológicos, y el del submundo de la delincuencia. Quise desarrollar esa dualidad antagónica de familia-hampa, mostrar los diferentes escenarios que engendran la furia que lleva al crimen. Avancé en la trama familiar, en el tema del hogar disfuncional que provoca dolor y rencores, e introduje un hecho externo feroz en el que mi protagonista, Úrsula, se ve implicada: el asalto a un transporte blindado de dinero. Busqué literatura de ficción y hechos reales sobre atracos violentos donde hubiera mucho dinero de por medio, y no fue difícil recrear la escena, darle verosimilitud a un suceso de esas características. No había más que sacarlo de las noticias de los medios.
Armé entonces la historia, la doble peripecia familiar y delictual, doméstica y carcelaria, busqué el contraste. Tenía una intriga en la que nada era lo que parecía ser, en la que todo se trastocaba a poco de ir rascando la piel. Sí, me gustaba, pero no podía dejar de pensar que muchas novelas negras terminan pareciédose.
¿Y si buscaba darle carácter por el lado de la voz narrativa, la que construye el relato? ¡Voilà! Un narrador externo que, sin ser un personaje en la peripecia, fuera «un personaje» por sí mismo y por derecho propio: alguien capaz de contar los hechos con ironía o hasta con sarcasmo, que manipulara la historia eligiendo qué decir y qué ocultar, que diera sus opiniones y tejiera sus hipótesis, que tal vez mintiera. Y sobre todo, que mantuviera alto el humor aún en las situaciones más duras, en esos momentos en los que necesariamente se vuelve negro.
Esa voz iría describiendo los hechos, sugeriría qué pensar de los personajes o de sus acciones, exploraría los universos interiores de cada uno: el vínculo de Úrsula con la comida y su voyerismo, la inflexibilidad de Papá, la depresión de Germán, la violencia del Roto, la hipocresía y la meticulosidad de Antinucci, la desilusión de la comisaria Lima. Debía mostrar a los personajes como fieras enjauladas en sí mismas, pero hacerlo sin renunciar a su carácter irónico, hablarle al lector de las discusiones de Úrsula y Papá o de la dura vida carcelaria, sin concesiones pero con mordacidad.
En Lágrimas de cocodrilo busqué contar el lado oscuro de una relación familiar en paralelo con la crónica de un asalto, narrar una serie de crímenes en un entorno hostil y miserable. Y quise hacerlo a través de la voz de un narrador crítico e incisivo, a veces burlón e irónico, siempre peculiar y alejado de la solemnidad.
Cuando escribimos buscamos un proyecto que nos enamore y me enamoró tomarle el pelo al género negro.
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Autora: Mercedes Rosende. Título: Lágrimas de cocodrilo. Editorial: Alrevés. Venta: Todos tus libros.
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