Nos encontramos en plena celebración del V centenario de la primera vuelta al mundo (1519-1522), o primera circunnavegación a la Tierra, realizada por una expedición a las órdenes de Fernando de Magallanes y de Juan Sebastián Elcano, en las dos grandes etapas del viaje.
Tomás Mazón ha impartido múltiples conferencias sobre la primera vuelta al mundo, porque se ha convertido en un verdadero experto, colaborando en medios como RTVE, COPE, Onda Cero, Cadena SER, El País, ABC, La Razón, La Vanguardia.
Elcano, viaje a la historia (Ediciones Encuentro) es un nuevo e importante fruto de sus trabajos sobre esta empresa en plena celebración de los actos del V centenario.
He tenido la oportunidad de entrevistarlo sobre la primera vuelta al mundo y sobre su libro.
—¿Por qué cree que le fascinó tanto la primera vuelta al mundo?
—Es que creo imposible que quien se interese por conocer esta historia no quede atrapado por ella. Fue épica desde cualquier perspectiva desde la que se mire. Personalmente, lo que más me motivó a profundizar en ella fue darme cuenta de lo buenos que eran aquellos marinos, primero a nivel técnico, y después al resultarme cada vez más patente que su manera de actuar respondía a criterios como el honor, el compromiso, la voluntad de servicio a su rey… Todo lo que encontraba tumbaba el tópico tan habitual sobre la gente de aquella época, que les refiere como unos buscavidas que se embarcaban por desesperación. Darme cuenta de la enorme valía de aquella gente fue lo que verdaderamente me enganchó.
—¿Es la mayor gesta realizada nunca por la humanidad? ¿Podría explicarlo?
—Estoy convencido de ello. Solo podría dudar al compararlo con el primer viaje a la Luna, que indudablemente resulta más espectacular, pero creo que los límites del hombre se pusieron a prueba en mayor medida durante la primera vuelta al mundo. Además, el riesgo de no haber vuelto nunca fue mayor para Elcano que para Armstrong.
—¿Qué condiciones reunía Magallanes para hacer lo que hizo?
—Magallanes lo sabía todo acerca de los últimos descubrimientos portugueses en Asia, contaba con información muy valiosa y reservada sobre la ubicación de las islas de la Especiería, supo ganarse el favor de Carlos I y, por encima de todo, era un hombre de un arrojo extraordinario. Su gran ambición y su valentía fueron sus mejores cualidades, aunque también terminaron convirtiéndose en su mayor defecto, porque le llevaron a morir en un combate provocado por él en el que había muy poco que ganar y mucho que perder.
—¿Y Elcano?
—Elcano embarcó como maestre de una de las naos, es decir, que era el principal responsable del gobierno de su barco. Lo hizo por tanto siendo ya un reputado experto en navegación. Más tarde terminó siendo elegido por sus compañeros capitán de la nao Victoria, dato muy interesante, porque implica que se había ganado su confianza. Tras su regreso pidió al rey volver a embarcarse hacia la Especiería, pese a haber recibido honores y mucho dinero. Era sin duda alguien carismático y especial, aunque, por sus obras, lo que podemos asegurar es que era un marino excepcional y dotado de una enorme seguridad en sí mismo.
—¿Qué mérito cree que corresponde a Magallanes y a Elcano en esta magna aventura?
—Magallanes tiene el mérito de encontrar y atravesar el estrecho que permitió por fin navegar a espaldas de América, lanzarse a un enorme océano Pacífico inexplorado, y ser el primer europeo que puso el pie en Filipinas. Sin embargo, probablemente murió antes de poder sospechar que su expedición terminaría siendo la primera en dar la vuelta al mundo. Este es un mérito que recae principalmente en Elcano, sin pretender desmerecer al resto de la tripulación ni al capitán Gonzalo Gómez de Espinosa, que también apostaron por ello hasta que la nao Trinidad encontró una avería y decidió optar por otro camino de vuelta. El riesgo enorme de las decisiones que se tomaron al elegir el camino de vuelta solo me lleva a esa conclusión, y el peso de ellas sabemos que recayó en Elcano. Además, lo consiguió. Cruzar el Índico sur en aquellas latitudes ignotas por las que lo hizo, con aquella primitiva nao, es en opinión de muchos la mayor proeza náutica de la Historia por su dificultad técnica y la precariedad de los medios con que lo hizo.
—¿Se podía pensar antes de partir la expedición que Elcano era tan gran marino como para realizar su hazaña?
—Por la escasa información que ha llegado a nuestros días sobre su vida anterior, no hay elementos que le hagan destacar sobre muchos otros buenos marinos de su época. En cualquier caso, no lo sabemos.
—¿Le resultó difícil superar los escollos lógicos en una investigación como ésta, teniendo en cuenta que no era historiador?
—Si me hubiera planteado afrontar una investigación en profundidad sobre las fuentes desde el minuto cero supongo que habría sido algo abrumador, pero es que no fue así. Al principio yo sencillamente disfrutaba leyendo y aprendiendo más y más. Era un lector voraz y curioso de todo lo que podía tener a mi alcance. Eso fue evolucionando con el tiempo. Cuando me propuse escribir un ensayo y hacer un trabajo más serio ya contaba con una gran base de años en los que había dedicado tiempo todos los días al estudio de este tema. Quizá mi faceta profesional de ingeniero me ayudó a ser metódico y ordenado en el manejo de fuentes, algo necesario cuando uno maneja centenares de legajos diferentes.
—¿Qué dificultades concretas destacaría en su particular aventura como investigador?
—La principal dificultad para quien haga esto creo que es aprender paleografía. Es importante saber leer aquellas formas de escribir que tenían entonces. Al principio no era capaz, pero poco a poco se va familiarizando uno y termina por convertirse en un campo muy bonito de aprendizaje, que da mucha satisfacción resolver. Aprender paleografía te abre la puerta al universo de las fuentes primarias. Es como cruzar una frontera.
—¿Cuáles cree que fueron los mejores momentos de dicha investigación?
—Son muchísimos. Me trato de poner en el lugar de aquellos marinos y de seguir la pista de los que sobrevivieron, y cuando encuentras algún detalle escondido sobre qué pasó después con ellos o con sus familias, o sobre su modo de proceder, muchas veces resulta conmovedor. Y me pasa con mucha frecuencia. Por poner un ejemplo reciente, la semana pasada encontraba referenciado al contramaestre de la nao Victoria, Juan de Acurio, a quien perdíamos la pista dos años después de que terminara la expedición. Esto hacía sospechar que hubiera muerto, pero resulta que catorce años más tarde se disponía a embarcar como piloto mayor de una armada que organizaba Pedro de Alvarado para atravesar el Pacífico desde Guatemala. Supe entonces que le había ido bien a Juan de Acurio, quien pudo disfrutar del dinero ganado en su viaje a la Especiería y que seguía en la brecha. Me alegré mucho por él.
—¿Cómo surgió la idea de escribir este libro, Elcano: Viaje a la historia?
—Les costó bastante que me pusiera a ello, pero fue por la insistencia de mi familia, especialmente mi mujer, y de mi amigo Iván Vélez, quien además me dio buenos consejos para afrontarlo. A mí se me hacía muy largo el camino, pero ellos me empujaron.
—¿Se está celebrando bien el V Centenario?
—Mi percepción es que poco a poco va calando el mensaje, y se ha avanzado mucho en el conocimiento de esta historia por parte del público. En este sentido, creo que entre todos sí hemos conseguido un avance, aunque nos gustaría que la conmemoración llegara a más ámbitos, que hubiera más publicidad, que fuera más “de pública voz y fama”, como decían en el siglo XVI. En eso hay mucho margen de mejora todavía.
—¿Cómo se podría celebrar mejor?
—Solo hay que pasear por Sanlúcar de Barrameda para darse cuenta de lo que, al menos a mí, me parece una buena conmemoración: las tiendas ponen los retratos de Magallanes y Elcano en los escaparates, las heladerías ofrecen sabores con especias, en las bodegas encuentras manzanilla con el nombre de los tripulantes, se hacen cabalgatas con cientos de vecinos disfrazados de época, el Círculo de Artesanos organiza todo tipo de actividades para conocer y disfrutar de esta historia y es punto de reunión de gente interesada, se levantan monumentos, se da nombre a calles, se reclama la presencia de instituciones nacionales e internacionales para dar entidad a lo que organizan, los medios de comunicación locales dan voz a todo ello… Pero para eso hace falta impulso de las administraciones y de la sociedad. Todo va de la mano.
—¿Qué tenemos que celebrar los españoles en este centenario?
—La primera vuelta al mundo es un logro para la humanidad, del que todos podemos sentirnos orgullosos. Es una historia de superación, de sacrificio, de asombrosa pericia técnica, y de hombres de un valor impresionante, que se decían “orgullosos por saberse donde nadie antes había estado”. Estamos hablando de una epopeya sin parangón. Los españoles además podemos sentirla como propia con más justicia que nadie. Eran nuestros los navíos, la logística, la ciencia, el riesgo de perder toda la inversión, y la voluntad de llegar más lejos y antes que los demás. Por otro lado, la tripulación era extranjera en un 40%, y la expedición supuso el descubrimiento de muchas nuevas tierras por nuestra civilización, lo cual abre el abanico a que muchas otras naciones sientan como suya también esta expedición. Esto es una riqueza que debemos aprovechar en favor nuestro y de unas conmemoraciones globales.
—En su opinión, ¿qué mérito le corresponde a Portugal en esta empresa?
—El mismo que pudo tener la URSS en la llegada del hombre a la Luna, en el sentido de que este viaje se organizó por la rivalidad entre los reinos de Castilla y Portugal por la posesión de las islas de las especias. Su pugna hizo que se desarrollara la construcción naval, se mejorara la ciencia necesaria, y cualquier ventaja que uno de los dos reinos ganara era rápidamente asumida por la otra parte. Además de ello, Magallanes era portugués, pese a que su voluntad terminó siendo la de servir al rey de Castilla. Embarcaron otros 27 portugueses, y eran portuguesas las costas asiáticas y africanas que Elcano quiso evitar por no ser apresado. No se puede entender esta historia sin la rivalidad con Portugal por la posesión de la Especiería y, dado que se trata de un país hermano, creo que es bonita su participación en las conmemoraciones, aunque en sus justos términos.
—¿Qué proyectos tiene usted para el futuro, o proyectos en marcha, de este carácter, histórico o cultural?
—Investigar y buscar en los archivos es algo que llevo ya en las venas. Es lo que más me gusta hacer. Este último año he profundizado sobre todo en las siguientes expediciones españolas en el Pacífico, y con ello sigo. Es increíble de lo que era capaz aquella gente, apasionante. Además de enriquecerse uno también hay que dedicar tiempo a contarlo y compartirlo. Lo hago en Internet añadiendo contenidos a la web rutaelcano.com y por las redes sociales, o dando conferencias y atendiendo a medios de comunicación cuando me lo requieren. Ahora estoy ilusionado con poner en marcha algo bueno, en común con unos amigos muy expertos en estas mismas materias. Si tuviera más tiempo estaría escribiendo otro libro, pero son muchas cosas y no me da el tiempo para tanto.
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