Como recuerda Tomás Mazón Serrano en esta entrevista, el día 6 de septiembre se cumplen 500 años del regreso de la nao Victoria a Sanlúcar de Barrameda tras realizar la Primera Vuelta al Mundo, tras un viaje de casi tres años. El 8 de septiembre se cumplen a su vez 500 años de su regreso a Sevilla. Fue un viaje maravilloso lleno de percances, aventuras y peligros.
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—¿Cómo está viviendo estos últimos momentos antes de la culminación de la celebración del centenario?
—Cada vez con más intensidad. La verdad es que con la serie Sin límites parece que se ha vuelto de moda hablar de la primera vuelta al mundo, y después de unos meses en que con la pandemia había bajado un poco el interés creo que ahora ha vuelto a recuperarse, y me alegro por esa parte. Espero que ahora, de cara a acercarnos a la culminación del V Centenario, no pare y siga creciendo. Vamos a ver. Yo ahora de momento estoy que no paro. Tengo muchísimas propuestas, no soy capaz de atender a todo.
—¿Qué le ha parecido la serie?
—Cuando empecé a verla me enfadó mucho porque no respondía a la Historia, la han ficcionalizado muchísimo. Luego es verdad que terminé con un sabor de boca mejor que como la empecé. Al final por lo menos sí llega a transmitir unos mínimos de las ideas más básicas de lo que fue la expedición. Para eso sí que va a servir. El concepto de separar los méritos de Magallanes y de Elcano, que se confunde muchas veces; a Magallanes se le atribuye el mérito de la primera vuelta al mundo y realmente Elcano fue el principal de los que se empeñan en conseguir esto, mientras que Magallanes muere a mitad de camino y sus méritos son muchos pero son otros: perseverar en el estrecho, perseverar en terminar el océano Pacífico… Pero no la vuelta al mundo en sí. Luego la controversia famosa de qué tiene que ver Portugal en esta historia también me parece que la responde bien. Portugal era el reino rival sin más. Así que esa parte, un objetivo de mínimos, está bien.
—¿Y lo demás?
—El resto, lo que es la manera de desarrollar la Historia, es una ocasión perdida, porque la han ficcionalizado, cosa que no entiendo que la hayan ficcionalizado tanto. La historia es tan buena que cambiarla buscando con ello que sea más atractiva creo que no lo logran. Habría sido mejor hacer las cosas tal como fueron, y no ficcionalizándolas buscando atraer a un público que a lo mejor quedaba desencantado con la serie si siempre respondía con la realidad. Ahí yo creo que se han equivocado. Por lo menos la serie ha hecho que se reactive un poco el interés, así que también por ese lado es buena cosa. Me preguntan muchísimo por ella. Hay mucha gente que está indignada con ella. Hay otros muchos que les ha gustado. Hay otros que tienen un parecer parecido al mío: la Historia se la han saltado, pero por lo menos da a conocer esto un poco más. Está bien que haya habido una serie, pero por otra parte tengo pena de que la Historia se haya alterado demasiado en ese sentido.
—De todos modos, yo creo que los que trabajamos temas históricos y hacemos libros nos sentimos muchas veces decepcionados ante las series que hacen. Porque a mí me ha pasado por ejemplo con la serie de Carlos V. Yo creo que es bastante normal que nosotros, quizá, como conocemos los temas muy a fondo, pedimos mucho más.
—Sí, eso es verdad. Te das cuenta de que hay cosas que se pasan por alto y que a ti te parecen momentos muy buenos que habrían aportado riqueza a la serie. Aquí han tenido también el problema de que era una miniserie de seis capítulos de cuarenta minutos. Tenían que abreviar mucho. Podían haber hecho un poco más de esfuerzo cuando reproducen ciertos hechos, haberse ajustado más a la realidad de lo que pasó, porque los ficcionalizan por nada, porque realmente no aportan algo bueno. Pero tiene usted razón también. La serie Isabel la vi de segundas y me gustó muchísimo, pero de primeras, cuando la empezaron a poner, no me gustaba. Me decía: “¿Cómo no muestran mejor la época de Cristóbal Colón, el Descubrimiento de América, la Conquista de Granada, cosas así tan buenas que parece que las pasan por alto y se centran sólo en conversaciones en palacio? Pero una vez que tú mismo asumes lo que hay es cuando puede gustarte más.
—Efectivamente. Ha reeditado su libro Elcano: Viaje a la Historia.
—Es una edición ampliada. Fue una propuesta del editor. Ha ido bien, por lo visto, la primera y me propuso sacar una edición más lujosa, con tapa dura: “Pero además —me dijo el editor— si tienes algo que te gustaría añadir podemos hacer una edición ampliada, porque yo creo que puedes contar muchas más cosas”. Aproveché entonces para explicar los previos de la expedición, que es algo que en la edición original había tratado de evitar meterme mucho en eso. Justamente había buscado antes que el lector se subiera a los barcos en cuanto fuera posible con el mínimo contexto previo, sin meterme mucho en eso. Y esta vez he hecho al revés, centrándome en una cuestión que creo que justifica todo lo que ocurrió después en el Atlántico, los problemas de Magallanes con los demás capitanes, el motín, el tema de la derrota, si la estaba ocultando o no a los demás capitanes… Todo este tema tiene como resultado que al final he alcanzado una interpretación en la que todo esto era algo devenido en el momento de arrancar el viaje, por la problemática de la desconfianza mutua que se había generado entre el rey y Magallanes.
—Se advierte que esa nueva parte del libro está hecha con cuidado e interés.
—Esa parte me ha gustado mucho explicarla y exponerla tal y como la entiendo, en base a las fuentes de que disponemos, y creo que es una parte bonita e interesante. Luego además también he aprovechado para explicar y avanzar en cosas que he investigado, por ejemplo la posibilidad de que la parada en Sanlúcar estuviera relacionada con un brote de peste, con un temor a la extensión de la peste en Sevilla. No hay un documento relativo al viaje que hable de ello, pero sí que hay mucha documentación de la época hablando del miedo que había a que llegara la peste a Sevilla y a Sanlúcar. Entonces, si casas esas informaciones parece que encajan muy bien con el hecho de que se pudiera producir una salida precipitada de Sevilla. Y el resto del libro lo he ido salpicando con muchos datos e información añadida que yo creo que enriquecen un poco más la historia. Así que muy bien, muy contento con esa nueva edición; yo creo que Ediciones Encuentro ha hecho un gran trabajo, con la edición física, porque es un libro muy bonito, muy bien hecho, y por dentro he tratado yo de dar lo mejor —se ríe—.
—Yo seguí con mucha atención los prolegómenos del viaje, lo que aporta al principio.
—Es una parte bonita. Es que esa cuestión de la desconfianza que se genera entre el rey y Magallanes la veo como una cosa muy interesante y digna de tener en cuenta, porque es un problema irresoluble. El rey resulta que se encuentra un capitán que le desobedece, y se lo tiene que tragar, porque es el único que sabe el destino del viaje. Y Magallanes, que su único valor es justamente saber en dónde se encuentran las Molucas, se dice: “¿Cómo voy a contarle yo esto al rey? Yo esto no se lo puedo contar a los demás, porque entonces ya cualquiera vale igual que yo”. Esa información privilegiada no puede compartirla con nadie, porque es lo único que le hace merecer el puesto. Si la comparte pierde ese valor. Entonces, claro, no la comparte, y el rey se dice: “Pero este hombre… ¿cómo no cumple una orden directa que le estoy dando?”.
—¿Y qué ocurre entonces?
—Se pasan así como año y pico, o año y medio, y se va tensando la situación: un capitán que no puede cumplir lo que el rey le pide, porque sabe que le puede relevar, y un rey que no puede prescindir de un capitán que incumple una orden, porque es el único que sabe dónde llevar las naves. Eso es lo que al final revienta. Al final el rey da un puñetazo en la mesa, resuelve quitar de en medio a Ruy Faleiro, limita el poder de Magallanes reduciendo el número de portugueses de la expedición, resuelve elevar a Juan de Cartagena, al que ya había nombrado veedor real y capitán de una nao, y lo asciende como conjunta persona al mismo rango de Magallanes. Todo eso se produce en el mes de julio ya, cuando está todo preparado para salir. Y Magallanes, también a su vez, justo un día antes de partir, deja por escrito que ya ha dado a los demás la derrota, es decir, espera a cumplir la orden agotando el último aliento. Pero la situación ya se ha tensado demasiado y la desconfianza no se recupera.
—Y se supone que Magallanes conoce esa información vital por las cartas que le escribe ese amigo suyo, Serrano, contándole dónde están las Molucas y animándole a que vaya.
—Francisco Serrano, el amigo de Magallanes de las cartas, es quien le había proporcionado a Magallanes la información de la ubicación de las islas Molucas. Magallanes y Francisco Serrano eran amigos, quizá parientes, decía Pigafetta, y habían estado en 1511 en la conquista de Malaca. A finales de ese año zarpan unos navíos a descubrir desde Malaca hacia el Este, en una expedición de Pedro de Abreu que termina alcanzando las islas que hay más al sur del archipiélago de las Molucas. Ahí iba Francisco Serrano. Cuando van regresando a Malaca, la nave de la que él es capitán naufraga y se queda con un grupito de nueve o diez hombres en una isla, y el resto de la expedición continúa viaje hacia Malaca. Aquellos náufragos, con personas locales, acaban llegando a las Molucas, y ya se establecen allí. Pero hay otra expedición portuguesa algún tiempo después que vuelve a recorrer ese mismo camino y se encuentra con Francisco Serrano y su grupito de hombres. Y esa expedición, cuando vuelve a Malaca, lleva cartas de Francisco Serrano, o al menos una carta, a Magallanes, indicándole dónde está la Especiería, y diciéndole que acudiera allí si quería hacerse “presto rico”.
—Ésa es la información decisiva.
—Ésa es la información que hace a Magallanes alguien especial, sobre todo cuando discute en Portugal con su rey y le pide que le deje libre para acudir a servir a otro rey con el que pudiera tener más fortuna. Así que él pasa a Castilla y su principal valor es ése: saber dónde están las míticas Islas de las Especias, y el rey comprende el gran valor estratégico del viaje, sobre todo porque Magallanes, con la información de Francisco Serrano, dice que están tan alejadas con el Oriente que ya se salen del hemisferio del que tiene la influencia Portugal según el Tratado de Tordesillas, y ya invaden el hemisferio castellano. Esa información es la que convence al rey de que debe organizar una armada hasta allí, que no sean los portugueses los que terminen asentándose en ellas, porque no les pertenecen, sino que sea una armada castellana.
—¿Pero Carlos V acepta eso, se lo cree de verdad, o actúa un poco como si quisiera probar?
—Hombre, yo creo que sí se lo cree y apuesta muy decididamente. Quizá si hubiera pensado “vamos a probar” a lo mejor habría concedido simplemente lo que Magallanes pedía, porque esto también es curioso: Magallanes, cuando acude al rey, únicamente le pide que le dé licencia para ir él hasta allí con sus propios medios. Magallanes no quería que pasara lo que terminó pasando: él pedía una licencia para organizar una armada, ir hasta allí, y que tuviera el paraguas de la Corona, pero lo quería hacer como armador, quería organizarlo él. Y tanto le interesa al rey lo que le está exponiendo Magallanes que lo hace suyo y dice: “Este viaje nos interesa, pero me interesa incluso a mí más que a ti. Entonces el viaje lo voy a organizar yo, y a ti te voy a nombrar capitán y te voy a otorgar muchas mercedes si tienes éxito, pero la que va a sufragar esto va a ser la Corona, el que va a sufragarlo voy a ser yo”.
—Entonces lo vincula todo con la Casa de Contratación.
—Ellos van a ser los que se ocupen de organizar la Armada, y a Magallanes el rey le hizo capitán general con muchas prebendas en el caso de que todo fuera bien. El rey no es que le conceda a Magallanes lo que le pide, sino que lo hace propio, lo hace suyo. Eso es lo que nos da idea de que el rey no piensa en probar si lo que dice Magallanes es cierto, sino que se lo cree firmemente, o al menos considera que el posible beneficio es tan alto que merece la pena intentarlo.
—Entiendo. Es un poco la historia de Colón. Es muy parecido.
—Se parece, pero no tanto, porque se reproduce de manera errónea a veces lo de Colón con lo de Magallanes, en el sentido de que Colón sí que ofreció al rey de Portugal hacer el viaje que después ofreció a los Reyes Católicos, es decir, alcanzar las Indias navegando hacia el Oeste. Eso sí lo propuso Colón. Pero no está tan claro que eso lo propusiera Magallanes. Lo que es seguro es que eso no se lo propuso Magallanes al rey de Portugal. Ninguna crónica de la época, ningún documento, cuenta que Magallanes le propusiera al rey de Portugal viajar a la Especiería. Los motivos de que él viniera a Castilla no están relacionados con una negativa o un rechazo a la propuesta del viaje, simplemente están relacionados con que Magallanes no recibió del rey un aumento de la pensión que creía que merecía, y para él eso supuso una deshonra y terminó discutiendo con el rey, con su rey, que como contaba antes, le permitió ir con otro rey con quien pudiera ser más afortunado. El rey de Portugal le espetó que se fuera con quien quisiera.
—Hay ahí una confusión entonces.
—Eso de que Magallanes le prometió al rey de Portugal lo mismo que Colón le había prometido al rey de Portugal, ese concepto aparece ya en la historiografía del siglo XIX. Es un concepto que se había ido arrastrando. Pero si te vas a las fuentes originales no lo vas a encontrar, no existe eso. Simplemente te encuentras a un Magallanes deshonrado que se quiere desvincular de su rey y viene a Castilla y quiere ofrecer este viaje al nuevo rey, Carlos. Y él lo que dice es: “Sé dónde están las islas de las especias y sé que están en el hemisferio castellano”. Tampoco inicialmente está ofreciendo buscar el estrecho.
—¿No se lo ofrece inicialmente?
—Ya había muchas expediciones desde Colón que buscaban el estrecho. Las expediciones castellanas, muchas de ellas, ya habían tratado de localizar el estrecho; habían explorado la costa americana buscando precisamente esquivarla y continuar. Sobre todo desde que seis años antes Vasco Núñez de Balboa descubriera el Mar del Sur, el Océano Pacífico. El último intento había sido tres años antes por Juan Díaz de Solís en 1516. Murió en el Río de la Plata, y ésa era la última costa explorada. Habían pensado que aquel Río de la Plata terminara siendo el paso, y que si no, continuarían buscándolo, pero eso no nace de Magallanes al principio.
—¿Entonces cómo fue?
—Eso parece ser una cosa que después, con el tiempo, se pacta entre Magallanes y el rey, pero no es una cosa que inicialmente parezca que nazca de Magallanes proponer eso. De hecho, en las capitulaciones de Valladolid, que es el contrato que firman en marzo de 1518, las concesiones que hace el rey a Magallanes a respuesta de su propuesta no mencionan nada de buscar el estrecho, simplemente hablan de ir a la Especiería. Ése era el objetivo. Y parece que sí, que luego evoluciona y se introduce el objetivo secundario de tratar de localizar el estrecho, pero como objetivo secundario. Lo principal era llegar a su destino, porque, claro, podía ser que el estrecho no existiera. Es que ese punto es clave. Para comprender bien esto hay que ponerse en situación: el estrecho podía no terminar existiendo, y la expedición, no obstante, tenía que alcanzar su objetivo, y para ello tendrían que navegar por el hemisferio portugués, necesariamente, y esa opción está siempre abierta a que ocurra.
—Además, se supone que navegar sí que se podía.
—Eso es. Yo ahora en esta edición ampliada de mi libro he explicado este tema, porque yo mismo tengo aquí una pequeña contradicción. Yo me leo el texto del Tratado de Tordesillas y mi interpretación es que también divide mares, no sólo tierras, es decir, que el mundo queda repartido íntegramente, tanto las tierras como los mares. Pero es un texto farragoso, y he escuchado a otras personas opinar lo contrario. Igualmente se leen lo mismo que yo e interpretan que sí se puede navegar, aunque no detenerse en tierra. Entonces me dije a mí mismo: “Esto es demasiado importante como para que quede abierto a la opinión”. Es posible que el Tratado de Tordesillas esté escrito en unos términos que cada uno lo entendamos de una manera. Pero ¿cómo se entendió en su época? Tiene que haber algo de eso.
—¿Y qué hizo?
—Fui buscando documentos que pudieran dar respuesta a esto, y los hay. Por ejemplo, que el rey de Portugal, cuando termina la expedición, cuando llega Elcano con la nao Victoria, reclama a Carlos I que se le entreguen las especias que traen, que se den grandes castigos a la tripulación, pero lo hace argumentando que han invadido unas islas que están en su demarcación, considerando que las Molucas están en su hemisferio, pero nunca jamás en las cuatro o cinco páginas de esa queja que formula incluye ninguna mención a que hubieran navegado por tierras que fueran suyas, lo cual ya da que pensar.
—Efectivamente, sí que da que pensar.
—Y después hay otro documento muy bueno sobre el factor Cristóbal de Haro, que era el factor de la Especiería, un mercader burgalés (él había sido también armador de este viaje), ya años más tarde, en una especie de juicio que hay cuando se terminan de cancelar las expediciones a las Molucas posteriores, cuando los Reyes de Castilla y de Portugal acuerdan por el Tratado de Zaragoza que se empeñan las Islas del Maluco, y el rey de Castilla recibe del rey de Portugal 350.000 ducados para que Portugal se quede con la posesión de las islas. Se negocia eso. Pero, claro, las expediciones quedan canceladas, y hay una reclamación de los armadores que tenían dinero en esas expediciones y reclamaban el lucro cesante: “No sólo me tienes que pagar lo que me he gastado, sino lo que esperaba haber ganado”. Y entonces ahí hay unos interrogatorios, y él, Cristóbal de Haro, argumenta que las expediciones portuguesas terminaban teniendo un beneficio X, y ese beneficio es el que él reclamaba como lucro cesante. Y decía: “Pero es que los portugueses van por un camino que es más fácil que por el camino que estamos yendo nosotros”. Y Cristóbal de Haro añadía: “Si no vas por ahí es porque no quieres”.
—Que se podía.
—Lo único es que tenía una importante cortapisa, el Tratado de Tordesilllas: aun permitiendo navegar por esas aguas lo que impedía era detenerse en tierra. Eso hacía el viaje muy arriesgado, porque obligaba a hacerlo entero sin escalas. También ése es una factor que ayudaba a que los castellanos prefirieran bordear América y no recorrer medio mundo sin escalas, en sentido contrario.
—Que eso es lo que hará Elcano, hacer el viaje sin escalas prácticamente.
—Eso es. Pero lo de Elcano es así, ésa es la intención, hacerlo sin escalas, aunque no tiene más remedio, porque se están muriendo, que buscar ayuda en Cabo Verde. Pero su intención era no detenerse en ningún momento. De hecho, llega a Cabo Verde bajo engaño, porque saben que como lo descubran lo van a detener.
—Una curiosidad: ¿Magallanes era un marino de verdad?
—No sólo un marino. Magallanes en realidad era más bien alguien de la mediana nobleza que tenía una gran experiencia militar, aunque por otro lado desde su juventud había participado en expediciones navales. ¿Hasta qué punto Magallanes tenía un alto dominio de la cosmografía de la época, de dominar el mar? No lo sabemos. Se traza un perfil sobre él como que era una persona que ése era su punto débil, quizá, y no necesariamente tendría por qué ser así, porque Magallanes sí era una persona muy culta, muy instruida en estas cuestiones de cosmografía de la época. Desde luego, no era un marino que se ocupase de manejar el barco personalmente, como sí Elcano. Es decir, su contacto con el oficio del manejo del navío no tenía por qué ser alto, pero sí se manejaba a un gran nivel de conocimiento, para lo que era esto en la época. Es decir, creo que Magallanes sí era una persona con mucho saber y un perfil muy adecuado para ocupar la capitanía de la expedición.
—Otra pregunta que te quería hacer: Magallanes tiene problemas con las tripulaciones y llega a haber un motín, un motín que se resuelve con mucha sangre. ¿Hasta qué punto era culpable de esto, o eran culpables otros?
—En realidad yo creo que el motín es una consecuencia final de esos recelos mutuos entre Magallanes y el rey antes de partir. Eso genera desconfianza del rey hacia Magallanes; esa desconfianza se contagia al resto de capitanes de la expedición. Magallanes además es alguien que viene de Portugal; muchos, de forma natural, podían considerarle un traidor, o un posible traidor. Magallanes no hace nada para evitar que los demás piensen así de él; se muestra como alguien muy hosco, sin compartir sus decisiones con ninguno, funcionando de forma muy autoritaria, así que cuando llegan al puerto de San Julián estaban más allá del borde del mapa conocido, y el estrecho no aparecía, y el clima se iba volviendo cada vez más duro, la costa más inhóspita, no había recursos, y ahí se encuentra Magallanes en una encrucijada, y tiene que tomar una decisión: “¿Qué hacemos? Se nos echa encima el invierno”.
—Sí, ¿qué hace?
—Decide detenerse y pasar el invierno allí. Y cuando comunica eso a los demás, los demás se lo discuten, creo que con criterios de peso, y no se justifica la discusión nada más que por la desconfianza. La discusión nace en el sentido de que los demás le dicen a Magallanes que no se detenga, que o bien continúe avanzando por América hasta que el tiempo se lo impida verdaderamente, o hay otros que le dicen que se vaya al destino de su viaje, pero por África. De manera que al final están los capitanes poniendo en cuestión la decisión de Magallanes, porque entienden que hay otras alternativas con las que llegarían a cumplir su objetivo de mejor modo.
—¿Qué está ocurriendo ahí entonces?
—Se está tratando de dirimir cumplir del mejor modo el objetivo del viaje, que era alcanzar las Islas de las Especias. Le dicen a Magallanes: “Renuncia a encontrar el estrecho, que en el fondo es un objetivo secundario, porque si el estrecho no aparece…”. Es que ése es el problema: porque si no aparece el estrecho… Si no aparece el estrecho Magallanes después de haberse detenido y de haberse pasado meses allí, consumiendo los víveres, cuando reanudara el viaje y terminara encontrándose que no hay modo de pasar no tendría alternativa ya, porque en los navíos no quedaría comida suficiente para entonces decidir llegar a las especias por Asia. Tenían un problema de autonomía.
—¿Cuánta comida llevaban en un principio?
—Habían salido con comida para dos años, y si te entretienes a pasar el invierno ya no vas a tener comida cuando reanudes el viaje y te encuentres con que el paso está cerrado. Así que en ese sentido tenían razón los que le discutían esa decisión. Ése es el problema al detenerse, que lo apostaba todo a que existiera el paso. Cuando se detienen van a necesitar consumir víveres, y ya pretender detenerse ocho meses, como estuvo parado… implicaba apostarlo todo a que terminara existiendo el estrecho.
—Entiendo. Y su idea era si no existía el estrecho pasar por el Cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África.
—Exacto. Eso es.
—Un cambio total.
—Por eso los demás le dicen: “Pues no te esperes, vamos ya por el Cabo de Buena Esperanza, porque es que si no, después de que estemos tanto tiempo esperando, es posible que no aparezca, y entonces ya no tendremos comida para recorrer medio mundo hasta las Islas de las Especias por el Cabo de Buena Esperanza. Nos tendremos que volver. Ése es el tema cuando se produce el motín. Es decir, los capitanes discuten por diferentes maneras de entender el mejor modo de cumplir su misión, más que por egos o por otro tipo de cuestiones.
—¿Y por qué Magallanes les dice que no?
—Quizá de manera bienintencionada. Magallanes dice ahí que él le ha prometido al rey buscar el estrecho, y que será lo que haga. Dice que no va a renunciar. Persiste en buscar el estrecho. Convierte la búsqueda del estrecho en un objetivo tan prioritario como el final, como el de alcanzar las Islas de las Especias. Porque para él volver sin haberlo descubierto hubiera sido una especie de humillación o de deshonor. Eso es lo que les dice a los demás. En realidad lo dije mal; Magallanes les dice: “El rey me pidió que buscara el estrecho y yo le dije que sí, de manera que aquí vamos a estar, porque el rey me lo ha pedido”.
—Pero usted me ha dicho hace un momento que ése no era el objetivo, que el objetivo era ir a las Islas de las Especias.
—Eso es, el objetivo principal, primario. El objetivo principal era llegar a las Islas de las Especias, pero aparte de eso el rey le terminó pidiendo buscar el estrecho. Pero fue el rey el que se lo pidió. Los demás le dicen a Magallanes: “Calibra: ¿lo principal de nuestro viaje qué es, encontrar el estrecho o llegar a las Islas de las Especias? Vámonos ya por África para llegar a las Islas de las Especias, pero si nos pasamos aquí tantos meses y luego no hay estrecho, no hemos conseguido nada, ni encontrar el estrecho ni llegar a las islas”.
—Un apunte. Cuando uno lee la historia de la vuelta al mundo y se encuentra con Elcano, con Magallanes… cuando se encuentra con el carácter de Magallanes que usted ha dibujado bien, y se encuentra con el de Elcano, el carácter de Elcano lo suelen describir los autores como un buen líder, una persona que escucha, alguien completamente distinto a Magallanes.
—Estoy de acuerdo en dibujar a Elcano así, aunque por otro lado Elcano escuchaba a los demás cuando las decisiones a tomar tenían todas las alternativas malas, y ponía la decisión en manos de los demás: “Hagamos lo que hagamos lo tenemos crudo”. Pero si Elcano veía más clara la manera de resolver cómo hacer las cosas, entonces hacía lo que él creía. Eso lo vemos claro comparando cuando cerca ya de Cabo Verde están todos muriéndose y somete a votación si acudir a Cabo Verde a pedir ayuda a los portugueses o continuar viaje. Ahí sabe que las dos situaciones son malas; por un lado podían detenerlo y se acabó, pero si continúa sin parar podían morir de hambre todos, de modo que ambas opciones son malas.
—Ahí somete a votación.
—Sin embargo, cuando tiene que abordar el viaje de regreso él se empeña en meterse por el Índico Sur, cuando sabemos que los principales oficiales que estaban con él en la nao Victoria, el piloto y el maestre, decían que querían venir por Malaca, es decir, cerca de la costa, cerca de la ruta portuguesa, y Elcano, “el capitán que era vizcaíno, no quiso”, decía así textualmente la relación de Martín de Ayamonte. Es decir, se negó a hacer lo que le pedían sus oficiales porque él estaba convencido de que por ahí les iría peor que por donde les terminó llevando. Pero eso fue iniciativa propia suya. Y se empeñó en ello, y ahí no quiso saber nada de lo que los demás le decían. Así que ese perfil de que se comunicaba con los demás, de que era buen líder, sería cierto, pero también tenía la suficiente seguridad en sí mismo como para imponerse cuando las cosas las tenía muy claras.
—Sí, entonces cuando él tenía claro lo que había que hacer decidía hacerlo y lo hacía, y ahí no preguntaba.
—Eso también es en el fondo ser un buen líder. Un buen líder hace lo que tiene que hacer cuando está convencido de algo, y cuando tiene dudas las comparte con los demás, de manera que efectivamente podemos considerar que Elcano era un buen líder. Magallanes esta cuestión del liderazgo la ejerció de una manera mucho más discutible, porque por un lado tenemos que actuaba sin dar razones o compartirlas con nadie. Tenemos testimonios de muchos de los que iban con él, que lo apreciaban verdaderamente, tenemos a Pigafetta, que es quizá el más famoso de los amigos que hizo Magallanes en su viaje, alguien que lo admira profundamente. Cuando uno lee la relación de Pigafetta se da cuenta de que sentía una verdadera admiración por Magallanes, y además tenían entre ellos amistad. Hay testimonios de Nicolás de Nápoles, o hay otro marinero que antes de partir decía que había sostenido en sus brazos al bebé, al niño de Magallanes, que había estado muchas veces en el Alcázar con el niño y con la mujer. En fin, hay otro Magallanes diferente a esta persona autoritaria, y sí, tenía una buena relación con una parte de la tripulación. Así que el perfil de Magallanes es más complicado, es más complejo, en ese sentido.
—Parece que era un hombre muy atormentado.
—Sí, claro, da esa sensación. Él parece que de los demás capitanes recela muchísimo. Eso era mutuo: los demás capitanes castellanos recelaban de él, y Magallanes a su vez de los demás, pero con personas que ya no eran castellanas, como este Nicolás de Nápoles, por ejemplo. No sé hasta qué nivel se sentía más a gusto con otro tipo de compañeros de viaje que no fueran los capitanes, pero sin duda había otras personas con las que era mucho más afín. Así que es difícil. A Magallanes es difícil cogerle bien el carácter, porque se muestra muy dual en función de con quién esté tratando.
—Pero el rey, da la impresión, se lo pone muy difícil, porque por una parte le nombra capitán general pero por otra parte le quita el mando, digamos, se lo hace compartir con otro.
—Sí, se lo pone bien difícil, pero todo esto es después de lo que hemos hablado, después de que él no proporciona la derrota, la ubicación de las islas. Claro, es que ahí se ha estado jugando que el rey le relegara de la expedición.
—Así que, si no le he entendido mal, él parte sin que el rey sepa adónde va.
—No, él el día antes de partir sí afirma por escrito haber dicho a los demás la derrota y dónde están las Islas Molucas. Pero claro, lo hace ya tan tarde que durante todo el tiempo en que el rey le ha venido pidiendo por escrito que dé esa información a los demás, el rey evidentemente llega un momento en que tiene que tomar una decisión, y es cuando pone a su mismo nivel de mando a Juan de Cartagena. El hecho de que Juan de Cartagena termine siendo nombrado sólo un mes antes de partir conjunta persona a Magallanes, que lo ascienda el rey, es respuesta a esto, al recelo que ya Magallanes despierta en el rey. Pero Juan de Cartagena había sido nombrado en abril, unos meses atrás, capitán y veedor del rey. Ya era alguien vinculado a la expedición. Y en julio, con la tensión máxima, es cuando el rey sube a Juan de Cartagena al mismo rango que Magallanes. Y en agosto, un día antes de partir, Magallanes dice: “Ya he dado la derrota a los pilotos”. Un día antes de partir.
—Además, que este Cartagena era un noble importante.
—Era contino del rey, es decir, era un caballero al servicio continuo de su rey. Tenía un sueldo pagado directamente por el rey por estar a su disposición. Los continos eran una especie de caballeros que tenía el rey en reserva a su servicio, para que estuvieran a lo que les mandara. Era su trabajo: hacer lo que en un momento dado le viniera en gana al rey pedirles. Él era de ésos. Hay una fuente, una crónica, que además habla de Juan de Cartagena como familiar de Juan Rodríguez Fonseca, el obispo de Burgos, y a quien los Reyes Católicos le habían confiado la creación de la Casa de Contratación de Indias de Sevilla. Si fuera cierto o no, ambos eran burgaleses, de la nobleza burgalesa, y entre ellos tenía que haber un trato estrecho, es decir, familiares o no familiares directos, pero tenían que ser personas muy cercanas. Así que Juan de Cartagena además no sólo es que lo pone el rey ahí y le da un cargo como el de Magallanes, sino que es alguien de la Casa de Contratación de Indias.
—Y muy del rey.
—Claro, claro. Es alguien de la plena confianza del rey porque es contino, y de la plena confianza de Juan Rodríguez de Fonseca, es decir, de la Casa de Contratación de Indias.
—Yo he llegado a leer que a lo mejor era su hijo.
—Su hijo bastardo.
—Efectivamente.
—Pero esa información de la relación yo he dedicado mucho tiempo a saber de dónde sale, y no sale de ningún sitio. Es otra invención que termina copiándose después de un sitio a otro. Y en las fuentes originales lo único que se llega a ver es que se refiere a ellos como parientes.
—O sea, que eso es muy probable que fuera verdad, quizá un sobrino.
—O hijo bastardo. No lo descartamos, pero hasta donde las fuentes nos ayudan a comprender su relación sí tenían que ser personas como mínimo muy próximas. Que se conocían seguro, y que eran muy afines entre sí, que se conocían de años, con toda certeza. Ambos burgaleses, cercanos al rey, de la nobleza de Burgos… Todos los caminos conducen ahí: a Burgos.
—Usted siempre muestra su admiración por las fuentes, por los archivos, que le apasionan. Sobre este tema se sabe mucho, hay mucho donde investigar, ¿no es cierto?
—Uno de los principales inconvenientes que yo encontré es que no había una recopilación, un corpus documental de las fuentes primarias que tratan del viaje. Entonces, el principio de investigar esto era como un universo en los archivos de documentos que hablan sobre este viaje y que estás continuamente leyendo y explorando, y que parece que no se va a acabar nunca. Terminar recopilando toda esa documentación me llevó años. Lo tengo compartido en la web, en rutaelcano.com, un listado enorme, más de doscientos y pico documentos. Es un mundo inagotable. A mí me encanta estudiarlos, leerlos, me parece que es la manera más bonita de estudiar la Historia, y no ya sólo porque se trate de la fuente original de la que emana el conocimiento que podemos tener hoy, sino porque leerlos es para mí como meterme en una cápsula del tiempo, es estar en ese momento en la expresión, en la cabeza, en la mente, de la persona que escribió eso hace 500 años, y me parece muy evocador y muy bonito.
—Además es un privilegio, ¿verdad?
—Tener eso a nuestro alcance, que hayan pasado 500 años, que se conserve toda esa ingente información original, es una cosa casi milagrosa, y me parece fantástico. Así que leer esa documentación para mí siempre ha sido un placer. Cuando yo le dedico tiempo a meterme en la fuente de las cosas estoy disfrutando de hacer lo que más me gusta de la investigación de la Historia.
—Navegando un poco por Internet vi que usted había llegado a este tema por un podcast de radio, de Memorias de un tambor.
—Exacto
—Yo lo he oído y es muy bonito.
—A mí me gusta mucho la Historia de España. Viajo mucho, y en los viajes me gusta oír programas de este tipo. Este de Memorias de un tambor a mí me gustó muchísimo, y ahí fue donde descubrí la historia del viaje. Yo hasta que no lo escuché y empecé a interesarme a raíz de ello sobre este viaje no sabía realmente nada, lo que cualquier persona: que Magallanes había muerto a mitad de camino, que acabó el viaje Elcano, pero nada más. Ahí es donde descubrí la historia, y sobre todo descubrí que existía el derrotero de la nao Victoria, donde habían ido apuntando día a día dónde ellos estaban. Así que ese documento me interesó mucho. Me llamó mucho la atención que eso se conservara, por mi desconocimiento, porque luego supe que se conservan un montón de derroteros de expediciones de aquella época. Pero tuve la curiosidad de buscarlo, de ir marcando en Google la posición que iban dando, e iba comprobando si respondía a la realidad de la costa que contaban, y me di cuenta de que sí.
—Para usted fue una sorpresa.
—Yo pensaba que no iban a tener precisión, pero la tenían. Tardé tres meses en trasladar el derrotero al mapa, y cuando lo tenía hecho me pareció una cosa bonita e interesante, y aunque yo lo había hecho sólo pensando en mi propio entretenimiento, lo hice público, pensando que a alguno de vez en cuando le gustaría verlo, y empezó a recibir miles de visitas. Así que eso me animó mucho a crear la página web. Pero sobre todo ahí me di cuenta de que estudiando ese derrotero esos marinos me habían enganchado, esa historia me había enganchado ya, y seguir tratando de profundizar en ella es algo que cinco años después sigo haciendo.
—Porque fue hace cinco años cuando oyó el podcast de Memorias de un tambor.
—Sí, ya un poquito más.
—Luego ha recibido premios. Recientemente el de Casa Asia.
—Sí, todo esto es una cosa increíble, inesperada, no buscada. Yo al principio creé la página web para compartir ese mapa, para contar cosas de la expedición; después me alegré mucho cuando salió en las noticias que se iba a crear una comisión para conmemorar el quinto centenario. Cuando yo creé la web era el año 2017 y todavía no se hablaba de los 500 años, pero fue al poco cuando surgió en las noticias que se había creado una comisión para ir preparando la conmemoración cuando se cumplieran los 500 años del viaje. Y me alegró un montón. Eso hizo quizá también que en la gente empezara a despertarse un poco el interés por esta historia. La web rutaelcano.com empezó a tener una actividad enorme, yo trataba a través de redes sociales de contar conforme iba a avanzando en el conocimiento de la historia. Ha habido mucha gente que a través de las redes sociales me ha acompañado en mi progresión en el conocimiento de la historia, porque yo leo algo que me gusta y lo comparto. Ha habido una bola creciente de personas que me han acompañado en este viaje mío a la Historia. Y terminé escribiendo el libro, éste de Elcano: Viaje a la Historia, que también ha sido muy bien acogido, estoy encantado. Ahora vamos a por otro.
—Sobre Gómez de Espinosa.
—Exacto.
—Va a publicarlo pronto.
—Va a salir el 5 de septiembre. Esa semana es la semana clave, en la que el día seis se cumplirán 500 años del regreso de la nao Victoria a Sanlúcar, el día ocho a Sevilla. El lunes, el día 5, saldrá el libro. González Gómez de Espinosa es un personaje muy desconocido, pero a mí ha sido de los que más me han cautivado de todos los que intervienen en esta historia. Es el que fue el último capitán, el que quedó con la nao Trinidad y el que sufre toda clase de penalidades y la cara amarga de esta historia. Es como la cara B del disco.
—¿En qué sentido exactamente?
—Está la nao Victoria, que cobra la gloria y el honor, pero está esa tripulación de la que es capitán Espinosa, que trata de hacer un regreso alternativo, le sale todo mal, y las penurias que pasan cuando él se muestra además un hombre tan recto y de honor, tan fiel a su palabra. Le han puesto en el mando, igual que a Elcano, sus compañeros. Es un personaje además que escribe. Hay mucho escrito por Espinosa. De Elcano hay poco, pero Espinosa dejó mucha documentación escrita, por lo tanto somos capaces de acercarnos más a su manera de ser, lo podemos conocer algo mejor quizá, y lo conocemos cuando está atravesando los peores momentos, momentos muy duros, amargos, con prisión en Portugal, perdida toda esperanza de volver… En fin, es una historia que a mí me cautivó, y creía además que Espinosa merecía que se hablara de él, que se le dibujara hacia arriba. Está la expedición de Magallanes… Empezamos el V centenario tratando de que Elcano alcanzara el mismo nivel de Magallanes, de fama, de conocimiento en el público, porque siempre ha estado por detrás. Se ha pretendido que Magallanes y Elcano alcanzaran una fama similar, que no quede Elcano por debajo de Magallanes. Y ahora falta Espinosa. Yo creo que a Gonzalo Gómez de Espinosa también tenemos que acostumbrarnos a meterlo ahí y a acordarnos de él, porque fue un personaje que verdaderamente lo merece.
—¿Y se ha conseguido colocar a Elcano a ese nivel de Magallanes?
—Se ha avanzado mucho. Yo en ese sentido sí estoy contento, porque entre el público general tengo la percepción de que no tiene nada que ver la situación con la que había hace algún tiempo. Yo pienso que sí.
—Yo siempre le he oído decir, en conferencias, como que tiene una maldición Elcano.
—Sí, sí —se ríe—. Me he referido a eso, porque la historia de Elcano necesitas contarla bien y al detalle para comprender su dimensión y su mérito. Es una historia la suya que no se ajusta bien a los titulares cortos y adquiere un mérito inmenso cuando conoces los porqués y sus profundidades. Pero si no, parece ser lo que no es. Es decir, parece que Elcano vuelve por donde lo hace de una manera devenida, como que es la manera que encontró más cómoda o más fácil de terminar el viaje, y yo lo que siempre me he esforzado en explicar es que no, que Elcano tomó esa decisión de volver por donde lo hizo pese a que era más difícil que otras opciones que tenía. Y que en él lo que primaba era el deseo de conseguir dar la vuelta al mundo, que el objetivo de dar la vuelta al mundo no era algo que se encontró al llegar: “Pues mira, aprovechando que hemos buscado la manera más cómoda de volver, ya de paso hemos dado la vuelta al mundo. Qué buenos que somos”.
—No fue esto lo que pasó, en su opinión.
—No, no, Elcano lo que hizo era de una magnitud imposible, que era recorrer medio mundo sin escalas, y lo hizo así, en vez de otras opciones que no suponían ese esfuerzo tan enorme. Lo hizo por algo, porque había algo que le impulsaba a tomar esa decisión. ¿Qué le podía impulsar?
—Sí, ¿qué le podría impulsar?
—La ilusión de trascender, de ser los primeros en dar la vuelta al mundo. Y yo lo comprendo así cuando Elcano termina el viaje y escribe al rey una carta, fantástica, en la que le dice: “Majestad, hemos cumplido encontrando el estrecho. Encontramos un gran océano que tardamos tres meses en atravesar. Descubrimos las Islas de las Especias. Están dentro de su demarcación. Pero eso no es lo más importante que hemos hecho”. Es decir, todo lo que habían ideado antes de zarpar, que era la misión que llevaban, Elcano dice que no es lo importante: “Lo que más hemos de estimar y tener es que hemos descubierto y recorrido toda la redondeza del mundo”.
—Deja bien claro que eso es lo más importante para él.
—Elcano pone en valor la hazaña de dar la vuelta al mundo, como máximo logro de su viaje, y ahí es donde nos está contando en realidad que él ha tomado un camino de vuelta arriesgadísimo, de no pararse en ningún sitio, buscando conseguir ese logro. Ésa es la gran cuestión sobre Elcano, y requiere de una pequeña explicación para ser bien comprendida, porque normalmente cuando contamos la expedición no tenemos tiempo. Son tantos los sucesos que hay a lo largo del camino que cuando le llega el momento cronológicamente a Elcano de tomar el mando y a tomar esta decisión, ya has estado hablando mucho tiempo, ya has consumido el tiempo del que disponías, ya no te queda tiempo para hablar más, y lo tienes que resolver como Pigafetta: en tres páginas resuelves la vuelta de Elcano. Ésa es la gran maldición de Elcano, a la que a veces me he referido. Aquello que pasa con Pigafetta, que ni lo nombra, y que le dedica tres páginas de un libro bastante extenso solamente al camino de vuelta, termina pasando muchas veces cuando los demás queremos contar el viaje. Nos extendemos demasiado en lo previo, y esta cuestión, que creo que es fundamental, termina por no poderse abordar, por falta de tiempo o de lo que sea.
—¿Y por qué Pigafetta no nombra nunca a Elcano?
—Ésa es una cuestión sobre la que también he reflexionado bastante. Muchas personas dicen: “Como no lo nombra es porque se llevaban mal”. Y refuerzan esa postura diciendo que cuando regresa y el rey le pide a Elcano que acuda a verle con dos personas de los suyos, Elcano no elige a Pigafetta, por lo cual resuelven: “Ya está: Pigafetta no menciona a Elcano porque no lo puede tragar, y Elcano no se lleva a Pigafetta a ver al rey porque se llevan mal, seguro”. Pero creo que hay otra visión de esto.
—¿Qué piensa usted?
—Yo pienso que no tenían por qué llevarse mal. En realidad, si nos fijamos, Pigafetta, aparte de no mencionar a Elcano no menciona a nadie de los que regresan. Creo que es un dato importante. ¿Sería entonces posible que se llevara mal con todos? No parecería eso muy razonable. Porque es que no menciona a Elcano, no menciona a Gómez de Espinosa, no menciona a nadie. Solamente menciona en su relación a personas que han muerto. Luego, aparte, Pigafetta es el primero que cobra cuando vuelve. No hay ningún superviviente que empiece a cobrar hasta el año siguiente, excepto Pigafetta. Pigafetta es el único que cobra y marcha. Si Elcano hubiera hablado mal de Pigafetta, Pigafetta no habría cobrado, o al menos no se le hubiera tenido esa atención; hubiera cobrado como los demás, cuando toque. Pero no se le hubiera atendido. Por tanto, yo pienso que Elcano no tenía nada en contra de Pigafetta. La interpretación de todo esto es que no nombra a nadie vivo en su relación porque lo que no quería era compartir el honor y la gloria. Él al principio de su relación cuenta que se embarcó porque quería hacerse un nombre para la posteridad, y con ese mismo objetivo escribe la relación y se dedica a repartirla en diferentes cortes europeas. Entonces creo que Pigafetta no menciona a los demás en esa relación porque su relación en el fondo lo que busca es otorgarle a él la fama, una fama que no quiere compartir.
—Sí, está bien pensado.
—Ésa es mi manera de verlo. Por llevar la contraria un poco también.
—Cuando se escribe sobre la primera vuelta al mundo los escritores ponen mucho énfasis en que Elcano, prácticamente al llegar, poco después, ya se embarca otra vez.
—A mí eso me parece heroico, porque nos ofrece una manera de ser de las personas muy diferente a la que al día de hoy sería más normal. Cuando alguien consigue un enorme logro, como en su momento hizo Elcano, parece que ya se puede retirar, y en aquella época esa mentalidad no parece que existiera. Elcano dijo que volvieron flacos como jamás hombres estuvieron, y al cabo de un mes, sin haberse recuperado físicamente, volvía a pedir al rey embarcarse de nuevo a las Islas Molucas, pese a que era un hombre ya con reconocimiento, sabía que iba a hacerse rico, y que tenía todos los honores y todo el mérito del mundo. Había alcanzado la cúspide, pero no busca esto. Y si esto lo hubiera pedido tiempo después podríamos interpretar que como era un hombre de mar no se llegó a acostumbrar a una vida rodeado de comodidades, y echaba de menos el mar… No, no, no. El hecho de que lo hiciera al cabo de un mes después de haber vuelto, solo nos da muestras de que no le había dado tiempo a disfrutar de la nueva vida que se había ganado. En su cabeza no estaba más que volver a servir. Y volver a servir al rey, que yo creo que eso es una de las grandes motivaciones de la gente de esta época. El hecho de que el rey confiara en uno, nombrándolo capitán en una expedición, era algo que esta gente tenía muy a gala, era un orgullo para ellos.
—¿Ganaron mucho dinero los expedicionarios?
—Sobre todo los principales oficiales. Tenemos una dificultad, y es que no sabemos trasladar las monedas de entonces a las actuales, pero podemos comparar o calibrar un poco las cifras si tomamos en consideración cuáles eran los sueldos mensuales. Entonces un marinero de la expedición ganaba entre 1200 y 1500 maravedís al mes. Elcano cobró 610.000 maravedís. Es decir, mucho dinero. Después, el segundo en orden fue Miguel de Rodas, que se llevó cuatrocientos y pico mil maravedís. Pero si te vas ya a lo que terminaron cobrando los marineros rasos, esa gente se embolsó unos 80.000 maravedís, que era mucho dinero, pero no tanto como para poder dedicarte ya a otra cosa.
—Entiendo. Una curiosidad. Cuando Elcano llega otra vez al Pacífico antes de morir ahí tiene relación con Urdaneta, que es un grumete.
—Aparece listado en esa expedición como criado de Elcano. Urdaneta era un chico joven cuando Elcano está en su cúspide. Es alguien famoso y además está nombrado capitán de una de las naves de la expedición de Loaysa, la siguiente que se organiza a la Especiería, y está además ocupándose de los astilleros donde se construyen algunos de los navíos en el País Vasco, para la expedición. Ahí es donde Andrés de Urdaneta, este chico, aparece en escena como alguien vinculado ya con Elcano, como criado. Entonces ese chico termina siendo una persona sabia. Los que le conocían le describían como alguien sabio. Era alguien de una inteligencia extraordinaria, y quizá Elcano se dio cuenta, y por eso era alguien que iba con él. Es una imagen bonita, la de un chico joven que encuentra un maestro, el marino de más fama y de más mérito que había en Castilla, que era de cerca de su pueblo, y se quiere ir con él, y Elcano ve en ese chaval a alguien especial. Y lo trata como si fuera de su familia.
—Lo que yo me pregunto es que algo debió de aprender con Elcano, mucho, para hacer lo que hizo luego.
—Y además alguien con esa inteligencia y esa agudeza mental que tenía Urdaneta, claro. Urdaneta demostró ser inteligente en que por sí solo podría haber alcanzado lo que hizo. Quizá Urdaneta no hubiera necesitado ser discípulo de Elcano para convertirse en quien fue, pero el hecho de que se enseñara con Elcano al lado sin duda tuvo que aportarle muchísimo, hizo que su aprendizaje fuera exponencialmente rápido. Y Urdaneta era lo suficientemente inteligente como para aprender en seguida. Ese tiempo que compartiera con Elcano, siendo Urdaneta una esponja de aprender, tuvo que ser para él un período de enriquecimiento personal enorme. Y a partir de la muerte de Elcano es cuando Urdaneta empieza a cobrar relevancia entre los marinos de aquella expedición. Empieza a destacar entre ellos. Se convierte en uno de los principales. No hace falta esperar a su madurez para que alcance a conseguir el tornaviaje y con ello obtenga un gran logro. Ya en la expedición de Loaysa, siendo Urdaneta joven, muestra su valentía, su inteligencia y su astucia… Aprende los idiomas locales, es capaz de verse con la gente del entorno, viaja y hace incursiones por allí, hace incursiones por territorio portugués de noche, muy arriesgadamente… Es un personaje total, que cubre un montón de facetas, y todo eso lo hace muy joven, después de que muriera Elcano.
—Para terminar, porque podríamos hablar mucho tiempo y yo no te quiero quitar tanto, ¿crees que se ha conseguido transmitir el mensaje con la celebración del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo? ¿Crees que le ha llegado a la sociedad ese mensaje, que han sido un éxito en ese sentido los esfuerzos que se han hecho?
—Habrá que esperar a que veamos cómo se culmina el V Centenario. Estamos todavía a mitad de camino. Lo más importante creo que está pendiente por venir, y ahora mismo yo también tengo la sensación de que se podía haber hecho mucho más. Por eso estoy expectante a lo que todavía pueda venir. Ojalá crezca el impulso que le dé desde los estamentos oficiales al V Centenario, porque creo que se podía haber hecho mucho más. Se ha mantenido un perfil muy bajo, que creo que ni ha calado ni ha llegado a la cantidad de público que debería. No he visto que se haya apostado decididamente por esto. Sí es verdad que se ha metido entre medias la pandemia, que lo paró todo, y la reactivación de las cosas después de la pandemia parece que ha dejado atrás el impulso que inicialmente sí tenía la celebración del V Centenario. Y por eso le digo que espero y confío que en lo que nos queda esto repunte y gane. Ojalá. Porque si no me habrá parecido también una ocasión perdida de dar a conocer al gran público esta historia, que es muy bonita y debería contarse más y estar más cerca y más en el conocimiento de la gente.
—Esto es Historia de España con mayúsculas, con supermayúsculas.
—Es Historia de España y de la Humanidad. Sobre todo nuestra, española, pero es un logro de la Humanidad. La Primera Vuelta al Mundo es un logro de todos. Y en ese sentido, desde España, que es el país donde se gestionó todo esto, se ha perdido la ocasión de exportar el conocimiento de esta historia no sólo internamente al público español, sino al resto del mundo. Ha habido actividades, iniciativas, desde las embajadas de los países por donde fue la expedición, que a nivel local han tenido éxito, pero que además podría habérsele dado a esto un enfoque mucho más universal. Es decir, no me conformaría sólo con que en España se alcanzara un mayor conocimiento de esta historia sino que se podía haber aprovechado para explicar esto en el resto del mundo, en todas partes. Porque esto es algo parecido a cuando el hombre llegó por primera vez a la Luna, y nadie habla de un primer estadounidense que llegó a la Luna. Hablas de que el hombre llegó a la Luna. Es como algo de todos. Sí, fueron los de Estados Unidos, pero es un hecho tan relevante que cualquiera se puede sentir orgulloso de eso. Pues lo mismo ocurre con la Primera Vuelta al Mundo: cualquiera puede sentirse orgulloso de ella; es algo de todos. Pero principalmente y evidentemente nuestra, de los españoles.
—Sí, que además parece que por otra parte los españoles sentimos como complejo de nuestro pasado.
—Es como vergüenza de los hechos históricos del pasado. Y esto combate esa sensación, porque es un logro tan asombroso que quién puede renegar de esta historia, si es una historia absolutamente fantástica de superación. Sólo te trae virtudes de las personas que lo consiguieron. No puedes tener vergüenza ninguna de quien hizo esto. Al revés, lo que te trae son sensaciones positivas: “Hay que ver estas personas, cómo lo consiguieron, sin medios, por honor, por su propia iniciativa.” Es una historia que te trae los mejores valores de la persona. Así que en ese sentido es una buena historia y un buen punto de enganche para conocer la Historia de España.
—De todos modos uno se encuentra también con mucha gente con mucho amor por nuestra Historia, por las novelas históricas, por los libros de Historia, con gran curiosidad, inquietud, pasión incluso, en España.
—Desde luego. Si te pones a ver en este V Centenario ha habido infinidad de publicaciones sobre la Primera Vuelta al Mundo. Ha habido un intento, pero muchas veces por parte de las personas particulares sin el respaldo… Yo no he tenido el respaldo de ninguna administración nunca jamás. Rutaelcano soy yo el que lo paga. Ahora me han dado un premio que agradezco enormemente precisamente por haber hecho esto por mis medios y de manera completamente altruista, porque pongo el dinero yo. Creo que es algo que había que hacer y yo he disfrutado haciéndolo y por lo tanto estoy encantado, pero lo hago no por mí, lo hago porque creo que estoy en deuda con aquellos marinos a los que tanto me ha gustado investigar y estudiar, y creo que mi obligación es darlos a conocer, por lo menos con los medios que están a mi alcance darlos a conocer a los demás. Así es como les devuelvo lo que ellos me han dado a mí, el disfrute que ellos me han dado.
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