Tortilla de patatas y una copa de JB. Eso fue lo que pidió Rita Barberá, alcaldesa de Valencia durante casi catorce años, para su última cena. Una extraña combinación gastronómica, un maridaje imposible para las últimas horas de una de las figuras públicas más controvertidas de las últimas décadas. La protagonista de la última novela de Alicia Giménez Bartlett —La presidenta (Alfaguara, 2022)—, Vita Castellá, también murió en un hotel, en extrañas circunstancias, cuando su mejor momento en la política ya había pasado y lo único que podía hacer ya era hacer saltar por los aires a su “partido” —un ente amenazante y oscuro que sobrevuela toda la obra— en los juicios que tenía por delante. La realidad acaricia la ficción, la ficción suplanta a una realidad pintoresca, en esta brillante novela de una autora —ganadora de premios como el Pepe Carvalho y el Planeta— que lidera con maestría y pulso firme el género policiaco en nuestro país.
Lo que ocurrió en la Comunidad Valenciana durante la década de los 90 y principios del siglo XXI da para una novela que podría superar ampliamente las 1.267.069 palabras de En busca del tiempo perdido. Y todavía se quedarían fuera muchos muertos, corruptelas y desfalcos varios, por falta de espacio. Alicia Giménez Barlett sitúa la acción en esa Valencia —convertida en un personaje más de la trama; negra, decadente y llena de encanto— con resaca de pelotazos y disparates urbanísticos, en la que la sombra del “partido” sigue siendo demasiado alargada. Cuando descubren el cadáver de Vita Castellá, la presidenta de la Generalitat Valenciana, las “cloacas del Estado” se ponen a pleno funcionamiento. El plan es sencillo, y de una ejecución tan fácil que se desvanecerá como un suflé mal cocinado. Hay que descartar cualquier duda sobre un posible asesinato, y para ello los altos mandos policiales, a instancias de los “compañeros” de Vita, ponen al mando de la investigación a dos hermanas, “las Miralles”, Berta y Marta, recién salidas de la academia. ¿Qué puede salir mal? Todo. Porque las tontas no son tan tontas, y los listos lo son menos de lo que piensan.
“No se trata de una derecha europea y civilizada, es lo peor de lo peor: juergas con putas, borracheras, comilonas, tirar el dinero que no es suyo por la ventana, alardear… Son machistas, homófobos, racistas, defensores de la educación religiosa y del Estado confesional, pero luego viene el papa y no le robaron la mitra porque se la había dejado en el Vaticano“.
Después de renovar la novela negra de nuestro país —atestada de hombretones quejicosos y llorones que solo encuentran alivio en la botella, de policías tan brillantes como previsibles en sus andares— con Petra Delicado, Giménez Bartlett nos regala dos personajes frescos y deliciosos, “las Miralles” —las hermanas Gilda metidas a investigadoras 4.0.—, obsesionadas por cumplir con su deber, que nos guían con una sonrisa en los labios por los territorios más ponzoñosos de Levante. Si con Petra Delicado la autora había modificado ya el rol del policía amargado y alcohólico, con las hermanas mellizas le lava la cara de nuevo a la novela policiaca española, y de qué manera. Todo cambia, y para bien, en este comienzo del siglo XXI. Las mujeres no tienen que demostrar nada, son ellas mismas desempeñando el papel que quieren, sin estridencias. Ya no son pioneras, son simplemente seres humanos con sus aciertos y sus miserias, con sus logros y sus fracasos, sin la necesidad de una reafirmación constante por su género.
La ecuación espacio tiempo quiebra mientras pasas las páginas de La presidenta. Durante su lectura te trasladas a una nueva dimensión, la del entretenimiento absoluto. El único problema llega al final, cuando te das cuenta de que solo quedan los hielos y no hay ni gota de güisqui en el vaso; que ya no hay más que diminutas migajas de patata y huevo en el plato. La verdad es que no sé cómo voy a llenar el tiempo hasta que vuelvan “las Miralles” a mi existencia.
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Autor: Alicia Giménez Bartlett. Título: La presidenta. Editorial: Alfaguara. Venta: Todostuslibros
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