Cuando pensamos que el camino está bien allanado y nada puede frenar nuestra marcha, aparece una piedra que nos hace tropezar, mientras nos preguntamos si habría sido posible evitarla. Cuando pensaba dominar una lengua extranjera, salen a mi paso términos o expresiones difícilmente clasificables. Solo las lecturas y las conversaciones ayudan a salir del escollo. Si ya alerté en su día sobre estas “trampas de la lengua”, vuelvo a la carga con más enredos que amenazan a la comunicación.
Recuerdo mi extrañeza cuando un amigo francés me preguntó por primera vez si tenía “la forme”, tras un escueto saludo. Sin un contexto que me ayudara a descifrar sus intenciones, no entendí por qué quería saber si estaba en forma. Respondí, torpemente, que no practicaba deporte desde hacía un tiempo, sin entender que se trataba de una pregunta de cortesía más, cuya respuesta es lo de menos, equivalente al manido “ça va?” (¿cómo estás?). “Avoir la forme” alude a un estado de ánimo, pero también se puede aplicar a la “forma física”, claro está. Otro término cuya traducción tiene su guasa es el de “Judas”. ¿Cómo adivinar que los franceses llaman así a la mirilla de una puerta? Pensándolo bien, su función (delatar a quien llama al otro lado) se puede comparar a la del personaje bíblico. Para que luego digan que no son religiosos. Si en estos casos la traducción directa francés-español no sirve de nada, en muchos otros la vía español-francés encuentra serias dificultades, como sucede con la palabra “sobremesa”, que no tiene homónimo, incluso si a los franceses también les gusta alargar la conversación que sigue al postre o al café.
A quienes les gusta divertirse con la lengua y sus trampas, les recomiendo el célebre “cadavre exquis” (cadáver exquisito), juego literario surrealista que consiste en continuar una frase sin saber lo que se ha escrito antes, siguiendo la estructura sujeto-verbo-complemento. El insólito resultado es una serie de palabras que no guardan relación con las precedentes. El juego, que se ha extendido a todas las artes, debe su nombre a la primera frase que fue creada con dicho método. Pues un cadáver nunca puede ser exquisito. Aunque, para salir de dudas, tal vez tendríamos que preguntar a un “croque-mort” (muerde-muertos) que es el nombre que reciben quienes trabajan en una funeraria, pues antiguamente se decía que mordían los pies de los cuerpos que recogían para comprobar si estaban realmente muertos. Pero no hay que confundirlo con un “croque-monsieur”, que no es quien muerde a un señor, sino un sándwich caliente de jamón York y queso, todo un clásico francés. Y para que no se alarmen los defensores del lenguaje inclusivo, también existe el “croque-madame”, que se trata del mismo tipo de sándwich, pero con un huevo frito por encima, sin que nadie sepa por qué se asocia al huevo con la señora y no con el señor.
Si damos un repaso a las expresiones, nos encontramos con alguna que otra joya. Cuando alguien “pose un lapin”, no quiere decir que “ponga un conejo”, sino que ha dado plantón y no ha acudido a una cita, sin prevenir. Si bien lapin era sinónimo de fecundidad en la antigüedad, su significado ha ido cambiando con el tiempo. Pero la palma de las expresiones incomprensibles se la lleva “pisser dans un violon”, que quiere decir, literalmente, “mear en un violín” y se aplica cuando se hace algo sin ninguna utilidad. Ante esto, uno se puede preguntar cómo alguien ha podido ilustrar esa situación con semejante imagen. En su origen, esta expresión del siglo XIX hablaba de “souffler” o “siffler dans un violon”, lo cual tiene su lógica, pues de nada sirve soplar en un violín, que no es un instrumento de viento. La frase acabó vulgarizándose y calando hondo en la cultura popular.
Espero que esta sucesión de rarezas no cambie la romántica e idealizada imagen que se tiene de la lengua de Baudelaire, sino que permita suscitar la curiosidad necesaria para superar cualquier obstáculo lingüístico que podamos encontrar.
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