Me gusta mucho el cine, casi tanto como la lectura. Hace treinta años que veo una película cada noche después de cenar. No puedo aplicarme la palabra cinéfilo, pues ésta encierra un sentido formal, erudito, que escapa a mis facultades; pero es verdad que he visto mucho cine, sobre todo si tenemos en cuenta que no conocí la tele hasta los doce años y pertenezco a una generación de estrenos y programa doble que vio en la gran pantalla películas como Ben-Hur, Doce del patíbulo, El día más largo o Tres de la Cruz Roja. El caso es que lectores y amigos, que saben de mi afición, me piden de vez en cuando sugerencias. Mis pelis favoritas. Varias veces prometí hacerlo, y hoy voy a cumplir mi palabra. Al menos, en parte. Películas del Oeste, por ejemplo. Recordando, a modo de epígrafe, lo que una vez me dijo un amigo ya fallecido, Pedro Armendáriz, hijo del legendario actor mexicano del mismo nombre: «El cine sólo era de verdad cuando era mentira».
Esta mañana durante el desayuno, mientras hacía la lista de mis westerns preferidos, anoté 36. Hay más, pero éstos pueden valer. No todos son obras maestras: sólo dos terceras partes, o tal vez menos. El resto son películas que por diversas razones quedaron ancladas en mi gusto y mi memoria. Hay una, por ejemplo, Del infierno a Texas, que en mi infancia me pareció extraordinaria y que volví a ver hace poco con mucho deleite, pero que nunca es mencionada por mis amigos cinéfilos de verdad, aunque a Javier Marías sí le gusta mucho. Con quien más hablo de cine es con Javier, en nuestras cenas de Lucio; y por encima de gustos y discrepancias, coincidimos en lo básico. En películas del Oeste, John Ford es Dios, y John Wayne su encarnación en la tierra, o en la pantalla. Y Howard Hawks y Anthony Mann son el Espíritu Santo.
Así que, ya que me han dado ustedes confianza para montarles una filmoteca del Oeste, y con la prevención de que son mis gustos personales, háganme el favor de tomar nota. John Ford ante todo, como digo: su trilogía de la caballería (La legión invencible, Fort Apache, Río Grande) completada por Misión de audaces –películas de amigotes, dice mi hija– es en mi opinión lo más brillante que se ha hecho como relato épico del Oeste, seguido muy de cerca por las cuatro películas (Winchester 73, Horizontes Lejanos, El hombre de Laramie, Colorado Jim) que Anthony Mann rodó con James Stewart como protagonista. Pero con el gran padre Ford no se acaba así como así, pues además de las de la caballería hay que ver La diligencia, Centauros del desierto, Pasión de los fuertes, El hombre que mató a Liberty Valance («Ése era mi filete»), El sargento negro, Corazones indomables y Dos cabalgan juntos.
En cuanto a Howard Hawks, a él debo mi más amada película de cuantas sobre el Oeste se han filmado jamás –mi segunda favorita es posiblemente La venganza de Ulzana, de Robert Aldrich–. Con Hawks me refiero, naturalmente, a Río Bravo (la escena de Martin, Brenan y Nelson cantando My Rifle, My Pony and Me sigue emocionándome casi hasta las lágrimas), a la que es inevitable añadir El Dorado («Sólo conozco a tres hombres que disparen así; uno está muerto, otro soy yo…») y Río Rojo. Y ya que he hablado de canciones, otra que me eriza la piel y me causa absoluta felicidad como espectador es Do not forsake oh my Darling como fondo de la soberbia secuencia inicial de Solo ante el peligro, de Fred Zinnemann. O el tema musical de El árbol del ahorcado, película con la que Delmer Daves me convirtió en adicto a las suyas, confirmado en Flecha Rota y El tren de las 3,10. Y por seguir con canciones, es imposible soslayar Johnny Guitar, de Nicholas Ray. Lo que me lleva a decirles que, si fuera mujer u homosexual, el amor de mi vida sería Sterling Hayden.
No queda espacio en esta página para el resto de las 36 (Grupo salvaje, Duelo de titanes, Más allá del Missouri, Raíces Profundas, Los siete magníficos, Valor de ley, Murieron con las botas puestas, Tambores lejanos, Sin perdón); pero hay dos películas que necesito mencionar antes de irme. Las dos las conocí tarde, no hace más de diez años, y me pregunto cómo vi cine hasta ese momento sin conocerlas. A mi juicio, son obras maestras. Una es Hondo, de John Farrow, donde John Wayne encarna a uno de los mejores personajes de su carrera: ese pistolero que llega al rancho de la mujer y el hijo con la silla de montar a cuestas y con su perro. La otra, oscura y trágica, a medio camino del cine negro y abriendo una nueva forma de tratar los relatos del Oeste, es Incidente en Ox-Bow, de William Wellman. Si pueden, apresúrense a verla. Sólo por eso ya habrá valido la pena leer esta páginas.
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Publicado el 30 de septiembre de 2018 en XL Semanal.
Sr Pérez Reverte, las películas que usted ha nombrado son todas de acción. He visto 16 y entre ellas, El sargento negro y 12 del patíbulo, suelo verla hasta que consiguen ganar el puesto de mando. Me encantan las dos.
Como gran aficionada al cine me gusta diversificar, no sé cuantas películas he visto a lo largo de mi vida, pero fueron muchas.
Por ello se van a quedar bastantes fuera de la lista, pero ahí van algunas de las mejores.
Ben Hur. Proyecté la escena de la carrera de cuádrigas en mi clase.
Los 10 mandamientos, con Brynner, el calvo más sexy del cine (siempre me han gustado los hombres calvos).
Ciudadano Kane con Orson Wells (otro atractivo actor para mí).
El cuarto mandamiento,
El tercer hombre, atractivo y genial Wells.
Casablanca, emocionante momento de La Marsellesa.
Forest Gump, magnífico Tom Hanks.
Cadena perpetua.
La milla verde. Estas dos basadas en best sellers de Stephen King.
La profecía,aterradora, con Gregory Peck.
Fallen con Denzel Washington, espeluznante.
Con faldas y a lo loco. Lemon, Curtis y Marilyn.
West Side Story. Musical inolvidable.
Bienvenido Mr Marshall. Pepe Isbert soberbio.
Atraco a las tres. Un elenco magnífico con José Luis López Vázquez a la cabeza.
El verdugo. Sobrecogedor
Calabuch.
En el estanque dorado. Impresionantes actuaciones de Fonda y Hepburn con un guion lleno de ironías y juegos de palabras. Divertida, romántica y representativa de la vejez.
Lo que el viento se llevó, con la preciosa Vivien Leigh, perfecta y justa ganadora del Óscar.
Clark Gable era viejo, deberían haber puesto a Laurence Olivier.
Olivia de Havilland borda el papel de Melita, aunque era demasiado guapa.
Pero lo que chirría, es ver a Leslie Howard en el papel de Ashley, como se iba a enamorar Scarlet de un tipo como ese?, tendrían que haber elegido a Henry Fonda, guapo, elegante y fiel representante de los caballeros del Sur.
Han quedado muchísimas sin nombrar como todas las de Hitchcock, y otras que son muy buenas aunque no sean tan famosas.
Ahora me dedico a ver, sábados y domingos por la tarde, las películas de serie C o algo así en Antena 3. Ahí matan a diestro y a siniestro. Jajajaja.