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Tres mujeres y una momia

Tres mujeres y una momia

Siglo XIX, siglo XX y siglo XV ¡antes de Cristo! Gran Bretaña, Estados Unidos y Egipto. Tres épocas, tres lugares muy distantes y un objetivo: rescatar del olvido los nombres de osadas mujeres que fueron pioneras de la Arqueología y que contribuyeron al descubrimiento de la escurridiza momia de Hatshepsut, la reina Faraón que durante veinte años gobernó a su pueblo en una época de bonanza y prosperidad. Ellas son las protagonistas de No olvidarás mi nombre (La Esfera de los Libros, 2024) de Luis Melgar, un ameno relato que seducirá, especialmente a los amantes de la arqueología pero también al lector curioso en general. La fascinación de Melgar por el país del Nilo surgió en su infancia después del impacto que le produjo Tintín y los cigarros del faraón, que le llevó a jugar a pirámides, faraones y sumas sacerdotisas, incluso a momificar las avispas que se ahogaban en la piscina de su casa, a las que dedicaba templos funerarios.

Como diplomático Melgar ha residido en diversos países y ciudades, pero Egipto sigue siendo el centro magnético de su existencia y allí pasa las vacaciones con su marido y su hija Paula. Ha demostrado su amor al país de los faraones en tres novelas en los que combina sus conocimientos arqueológicos con su veta de narrador: La peregrina de Atón, La conjura del Valle de los Reyes y No olvidarás mi nombre. Forman una trilogía centrada en una época concreta del Imperio Nuevo, cuando los egipcios vencieron a los invasores hicsos, y comparten algunos personajes, como el famoso Howard Carter descubridor de la tumba de Tutankamón, pero son independientes y autoconclusivas.

"Inspirado por el recuerdo de su niñera Tatita, a quien le dedica esta novela, Melgar elige una narradora muy especial para contarnos la vida de Hatshepsut"

Por motivos de higiene y estéticos los antiguos egipcios se rapaban la cabeza y usaban pelucas confeccionadas con cabellos humanos, de animales y distintos tejidos. Se podría decir que Luis Melgar ha elaborado un vistoso ‘tocado’ literario trenzando tres líneas argumentales que representan las vidas de Hatshepsut y dos mujeres que siguieron el rastro de sus restos: Lady Mary Cecil baronesa de Amherts, mujer de vida novelesca que excavó tumbas en Egipto, fue dama de honor de la reina Victoria Eugenia y viajó a China en misión pedagógica, y la arqueóloga estadounidense Elizabeth Thomas.

Luis Melgar en Egipto.

Inspirado por el recuerdo de su niñera Tatita, a quien le dedica esta novela, Melgar elige una narradora muy especial para contarnos la vida de Hatshepsut, más familiarmente Hatasu, su nodriza Sintra-In. Una jovencísima viuda que perdió a su bebé, cuya madre bien situada en la corte le consigue ese puesto. Bajo la mirada indulgente y amorosa de Sintra vemos crecer a la hija de Tutmosis I para convertirse en una gobernanta sagaz que durante veinte años lideró a su pueblo poniéndose al frente de expediciones militares y promoviendo con sus arquitectos de confianza la construcción de estelas, templos y tumbas. Una líder nata que supo desenvolverse con astucia en los juegos de poder político y religioso en el tablero de senet, el ajedrez egipcio. Hatasu y Sitra vivieron siempre juntas incluso después de muertas. La llamada reina Faraón acostumbraba a revestirse con los atributos de poder propios del varón y eso despistó durante años a los expertos dificultando la recreación de su historia. Melgar combina lo que se sabe con lo que él imagina a partir de su conocimiento y pasión por el antiguo Egipto de forma que su relato se hace ameno e instructivo a la vez. «Una de las mayores dificultades a las que me he enfrentado es poner coto a mi obsesión por los detalles arqueológicos y recordarme a cada paso que estoy escribiendo una novela, no una tesis doctoral. Mi intención es entretener al lector, no aplastarlo con detalles históricos. Espero haberlo conseguido». Así es, en mi opinión.

"En comparación con la fantástica biografía de lady May Cecil la de la segunda mujer de esta historia, la arqueóloga estadounidense, Elizabet Thomas, Liza, presenta un perfil más bajo"

Mary Rothes Margaret Tyssen-Amherst, lady May Cecil, toma la voz y la palabra para relatarnos en primera persona su fabulosa vida. La mayor de siete hermanas de una familia con pedigrí fue una joven indómita y enérgica enamorada de Egipto. Rechazó al pretendiente que le propuso su padre con el que acabó formando un familia perfecta con cuatro hijos varones, pero la maternidad y las obligaciones sociales no le impidieron lanzarse a excavar tumbas con sus propias manos. Llegado un momento tuvo que abandonar sus ropajes de exploradora y enfundarse de nuevo en el corsé para ejercer de dama de honor de la reina Victoria Eugenia de España, y tras sufrir la ruina familiar debido a la malversación de un administrador corrupto, emprendió viaje a la China de la emperatriz Cixi para asesorarla en la creación de una red de escuela para mujeres, la otra mitad del cielo. «Fue una mujer extraordinaria que desafió todos los prejuicios de su época, y que supo reinventarse no una sino varias veces, para adaptarse a los cambios que sucedían en el mundo y en su propia vida», cuenta Melgar. «Tuve la suerte de contactar con una de sus bisnietas que me dio acceso a sus diarios y a partes inéditas de su vida, y confieso que me conquistó. Los protagonistas de mi anterior novela, La conjura del Valle de los Reyes, son lady Evelyn y su padre, lord Carnarvon, los auténticos dueños de Downton Abbey, que en realidad se llama Highclaire Castle, pero lady May se merece sin duda su propia seria de ficción».

Lady Amy y la princesa Beatriz de Battenberg.

En comparación con la fantástica biografía de lady May Cecil la de la segunda mujer de esta historia, la arqueóloga estadounidense, Elizabet Thomas, Liza, presenta un perfil más bajo, pero cuenta también con elementos interesantes como el ambiente de las universidades para chicas —Pi Beta Phi— o su paso por el Signal Corps durante la guerra. Aunque vivió a principios del siglo XX, hija de una familia de clase media, quedan patentes los tremendos esfuerzos que tuvo que superar para realizar su vocación de arqueóloga. Ni ella ni lady May encontraron la escurridiza momia de Hatasu pero sus trabajos facilitaron el camino a quienes sí la localizaron, ¡gracias a una muela!

Hay que mencionar a una cuarta mujer que tiene un papel en la trama. Clorinda Rockefeller hija bastarda del magnate fundador del gran imperio que falleció durante un viaje a Egipto. Su cuerpo preservado en alcohol en un ataúd metálico acabó extraviándose hasta reposar en una finca de algodón de Misisipi llamada precisamente Egipto. ¿Realidad o ficción? En la duda reside la magia.

"Después de leer esta entretenida historia es inevitable cuestionarse el papel de los europeos en el expolio del patrimonio histórico de Egipto, que ya había sido saqueado previamente por los ladrones de tumbas locales"

Por las páginas de No olvidarás mi nombre desfilan no solo tres mujeres y una momia. También una galería de precursoras de la Arqueología que abrieron brecha en una profesión exclusiva de Indianas Jones, como Zoraïde Champollion hija de quien descifrara la piedra Rosetta, Amelia Edward y su grupo de amigas lesbianas, así como damas de la aristocracia, como Victoria Eugenia o Eugenia de Montijo. También momias diversas como la que compró la madre de May por treinta libras de una adoratriz coetánea de Hatshepsut que presidía el museo particular de la familia atesorado por el abuelo de May y sus descendencia… o las que ella misma encontró en su excavación, las Tumbas de Cecil, la mayoría de aves.

Después de leer esta entretenida historia es inevitable cuestionarse el papel de los europeos en el expolio del patrimonio histórico de Egipto, que ya había sido saqueado previamente por los ladrones de tumbas locales. «Creo que es injusto juzgar el pasado con ojos del presente», reflexiona Melgar. «En aquella época todo era diferente. Países como Egipto carecían de los recursos para realizar investigaciones arqueológicas y dependían de benefactores extranjeros como lady May y su familia para evitar que sus tesoros cayeran en el olvido o fueran pasto de traficantes de antigüedades y embaucadores de todo tipo. Durante mucho tiempo, por ejemplo, se usaron las momias egipcias para fabricar un polvo con supuestas cualidades afrodisíacas. Muchos de esos aristócratas británicos que se llevaron antigüedades a Inglaterra se aprovecharon de la situación, eso es indudable, pero otros como la familia Amherst o lord Carnarvon, patrón de Howard Carter, intentaron velar por la investigación y por el patrimonio egipcio. Ahora bien, si hablamos de presente y qué debería ocurrir con auténticas maravillas como el busto de Nefertiti o la piedra Rosetta que están fuera de Egipto… ya no sé qué decir. Es una cuestión política muy delicada», concluye el diplomático y novelista.

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Autor: Luis Melgar. Título: No olvidarás mi nombre. Editorial: La Esfera de los Libros. Venta: Todos tus libros.

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