Con este título, Raúl del Pozo firma el prólogo de Aterrizaje forzoso (CLV Libros, 2018), primero de nuestro colaborador Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989). De él, el escritor y periodista de El Mundo dice que “se le ven maneras en el paseíllo, encanto en los adornos. Aspira a vivir de la pluma —me refiero al cálamo— en el país de los 40 millones de escritores. Viene con el buen oído de la música de los vocablos que aprendió en la llanura de la prosa inmortal. Como está en la edad de los poetas, busca un lugar en el parnasillo donde Cervantes tuvo que sentarse en el suelo. (…) A la edad que tiene este jovencísimo buscón de la gloria sólo se puede ir por la literatura buscando, con toda la prisa que exige la calma de sentarse a escribir, porque el mundo hay que decirlo muchas veces con palabras para creértelo. (…) Úbeda sigue teniendo el ímpetu faltón de Rimbaud y maneras de izquierda como los que iban al Café Gijón a acordarse de los muertos de la Juventud Creadora. (…) Trae apetito de tinta, escribe en Internet, triunfa como periodista pero el novicio aspira a cantar en la misa mayor. A solas arma sonetos, estrofas que tienen timbre de calle con versos de línea clara. Si se descuida le salen canciones. Suerte, amigo, paisano, a escribir y a sabanear, que se acaba el mundo”.
Raúl del Pozo, el cómico José Mota y el músico y escritor Igor Paskual presentan Aterrizaje forzoso, del que ahora ofrecemos cinco sonetos, este martes en Madrid a las 19 horas en la Casa de Granada.
CINCO SONETOS
And nothing has changed.
Everything has changed.
(David Bowie)
YO QUÉ SÉ
Yo qué sé si viví lo confesado,
yo qué sé si pequé en mi juventud,
yo que sé si el carrito del helado
me ha pillado provocando un alud.
Yo qué sé si cumplí mis objetivos,
si he servido a la causa liberal,
si de la extinción salvé a algún ser vivo,
si el motivo de este libro es sexual,
si bebo litro y medio de agua al día,
si cayó entre guijarros mi semilla,
si conservo intacta mi lozanía,
si se desafinó mi sonajero,
si esta historia mía sabe a morcilla,
si mi santo es el primero de enero.
RIGOR MORTIS
Madurar es consentir, embotado,
que la responsabilidad destruya
al niño en coma que, tiempo ha, callado,
dio paso a este cínico que maúlla
intramuros, por miedo al qué dirán
desoxirribonucleico, español,
orwelliano, incansable, talibán.
Madurar es marcarse un autogol
para proteger a un tercero tuyo,
ceder ante la feroz dictadura
de lo diplomático y de lo abyecto.
Madurar es esquivar al chanchullo
miserable de la droga más dura:
la que confunde virtud con defecto.
PERFIL IDEOLÓGICO
Mi ideología es sólo un despojo
cínico, maquiavélico y fecal.
A los vendemotos eché el cerrojo.
Les ahuyento con libros y con sal.
La batukada destiñó mi rojo.
Quise revolución, no carnaval;
rimar honestidad con desalojo
largando al valido que lo hace mal.
Pero todo fue una prolongación
tuitera y cainita de anteayer,
con sus fanáticos y sus puñales,
sus míseras mentiras de ocasión
y su perenne empeño de imponer
otra res publica por genitales.
Postamor
En general, camuflo mis bostezos,
te desnutro a besos, soporto el frío,
disimulo mis pueriles tropiezos
con románticas sesiones de hastío.
En general, me aburro por costumbre,
te exploro de memoria y sin misterio,
reconquisto fácil tu insulsa cumbre,
el valle con tu pío monasterio.
En general, aplaudo la cordura,
quiero decir, la civil atadura
que me condena a vivir más centrado.
Y finjo tener gripe ante tu madre,
y aguanto que tu caniche me ladre.
Eso es postamor; estaba avisado.
EL EXNOVIO DEL OLVIDO
A Andrés Calamaro.
Comandante Rodríguez y bohemio,
salmón indocumentado y valiente,
cruzado del ya casi extinto gremio
de quienes reman a contracorriente.
Nocturno de Gardel, bolero abstemio,
porteño de Madrid, cuerpo presente,
carnaval de Brasil, derrota y premio,
tercio de mis sueños, cántaro y fuente.
Su voz, de yacaré gaucho y florido,
condecora al exnovio del olvido,
lima con mate dulce el desamparo.
El crimen imperfecto de la flaca
no es tan mortal si cantando lo aplaca
con circo y clonazepán Calamaro.
NOBLEZA OBLIGA
Vivir no sólo sabe a desengaño.
Aunque suene español (usted perdone),
provocar al envidioso me pone.
Él se lo buscó; no quise hacer daño.
Quién me lo hubiera dicho hace unos años:
conocí a los mejores cicerones,
a los dioses que hacían las canciones
que mataban mi condición de extraño,
a los literatos (vivos, se entiende)
que me convirtieron a la bendita
y laica religión de la Palabra.
Y mi familia me ama sin dependes,
y mis amigos vienen a la cita
siempre. Mi nostalgia no es tan macabra.
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Autor: Jesús F. Úbeda. Título: Aterrizaje forzoso. Editorial: CLV. Venta: Amazon y Casa del libro
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