Escribe Elsa López en su último libro, Últimos poemas de amor (editorial Hiperión): «No es ningún ejercicio mental para los lectores ni es un reto que me he puesto para demostrar mi feminismo antiguo y trasnochado. Es sólo una prueba de amor; un intento para entender mejor a quien está a mi lado desde hace 44 años. Algo así como la amada en el amado transformada. Esa es la clave. El motivo. La causa. He querido averiguar, saber qué sería yo si fuese él. Cómo me amaría si yo fuera su cuerpo. Cómo me desearía si el deseo fuera el suyo. Adentrarme en su cuerpo, en el recorrido de su sangre, en su pulso, en su piel. Ser sus ojos y mirarme intentando averiguar cómo me miraría si yo fuese él. Qué siente un hombre que ha amado a una mujer durante todos esos años. Qué piensa, qué desea, de qué se alimenta. Cuáles son sus inquietudes, sus íntimos pensamientos, sus temblores… Todo eso he querido averiguar al ponerme en su lugar. En resumen, lo escribí desde mí misma pensando luego, por qué no, que él podría sentir lo mismo que yo sin poder expresarlo, sin saber expresarlo con palabras. He puesto en él palabras mías, emociones mías. Le he dado voz a lo que él no sabe decir en alto pero muestra con gestos, miradas y actitudes que comprendo son lo mismo que yo siento».
Voy despacio por la larga avenida.
El médico me ha dicho que es bueno que camine.
El malecón me empuja hacia las aves
que comen su carroña diaria y gritan sin cesar.
Aún es de noche y yo miro las nubes
que se abren lentamente a un nuevo amanecer.
Ella duerme.
Y yo pienso en su cuerpo desnudo entre las sábanas.
Me defendo de la luz con las dos manos
y le digo que hable más alto.
Habla más alto que no sé de qué hablas.
Le digo.
Imagino que de amor por la forma de mirarme.
Por el leve movimiento de sus hombros.
Por la ligera inclinación de su cabeza.
Por el beso.
La arrastro por las calles. La llevo en volandas
por las piedras redondas de la pequeña plaza.
Y la acerco al mar. Luego la dejo sola
para que sea ella la que llegue hasta el agua
a mojarse los pies y las sandalias.
La miro. Así, de espaldas,
el pelo blanco balanceándose en el aire,
la falda recogida y los pies tan de cera.
Parece la muchacha que tanto deseé aquella vez.
Primera vez que supe quererla para siempre.
Se aleja de tu lado y tienes miedo a perderla.
Solo han sido unos pocos segundos
pero has sentido miedo,
el ácido sabor del abandono.
Se ha ido. Te repites inquieto.
La he perdido de nuevo.
Y te recorre el frío los brazos y la nuca.
Pero entonces la ves.
Está sentada al sol en el sillón de mimbre.
Donde siempre.
Y el miedo que tuviste se desvanece, cálido,
de nuevo entre tus piernas.
«¡Qué misteriosa la sombra que se refeja en el agua!
—Me dice—.
Parece una nave de metal oscuro
que avanza, tenebrosa, por debajo del mar y de las olas».
Y se queda mirando el horizonte durante unos minutos
dispuesta a recibir la visita de alguien de otra galaxia.
Porque ella no distingue lo real de lo que inventa
para hacerme reír o sorprenderme.
Porque ella lo que quiere es un cambio,
una guerra, un accidente mundial, una hecatombe
que le demuestre lo que aún signifca para mí,
lo apetecible de su cuerpo,
el escalofrío que recorre su espalda al escuchar mi voz
cuando le digo: «Son las nubes, mi amor, pareces tonta».
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Autor: Elsa López. Título: Últimos poemas de amor. Editorial: Hiperión.
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