Ahora que las puertas del criptomundo se han abierto a la sociedad de par en par, trayendo de la mano todo un neolenguaje a veces difícil de descifrar, conviene echar un vistazo a este ensayo en el que se desentrañan las claves de esa economía digital que ha llegado para quedarse: la de las criptomonedas.
En este making of Javier López Menacho explica por qué ha escrito La otra cara de las criptomonedas: Auge y caída de la promesa tecnológica de Satoshi Nakamoto (Helobionte).
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Desde que publiqué mi primer libro, comprendí que quería enfrentarme al mundo, literariamente hablando, desde dos ópticas: desde la ficción y desde el ensayo. Así, por un lado daba rienda suelta al multiverso que tengo en la cabeza, y por el otro abordaría temas que pudieran ser de mi interés con la intención de investigar y aportar una visión de valor. Sendos caminos tienen un solo objetivo final: tratar de explicarme este absurdo mundo y la posibilidad o imposibilidad de habitarlo.
Pero si hay un elemento que dota de autoridad al mundo de los criptobros es la innovación tecnológica y su principal tecnología totémica: el blockchain. Pensé que contradecir la economía de las criptomonedas era torpedear su principal garante tecnológico, el blockchain. Ya tenía, pues, un propósito ensayístico, ahora tenía que darle forma en paralelo. Analizar su sociología y contrarrestar su elemento de autoridad.
Siempre que comienzo un ensayo siento el síndrome del impostor sobrevolando el ensayo, y quizás por eso mis trabajos están plagados de otras ideas o frases de autores y personas que me ayudan a construir mi discurso. De alguna manera, me convierto en el títere de otros, en su portavoz. Y, a cambio, solo le pido una idea-pieza, que me sirve como armazón de mi discurso. Ese mosaico de ideas, unidas a las mías, acaban siendo el cuerpo ensayístico.
Así, me paso horas y horas leyendo, absorbiendo información sobre el tema, tomando notas. De repente, el mundo entero se filtra por ese tema. Como si hubiera estrenado unas gafas con un filtro ensayístico. Estás en un bar con amigos, alguien menciona una idea y la anotas, vas al cine y todas las películas hablan de tu ensayo, visitas una librería y no tienes más remedio que cargarte de libros. Cuando ya te salen las ideas por las orejas, llega la hora de escribir.
Antes de comenzar cualquier ensayo, suelo hacer una pirámide de ideas, donde las más relevantes las sitúo en lo alto, y abajo las ideas complementarias, que abren caminos secundarios y terciarios a explorar en el futuro (así, por ejemplo, La otra cara de las criptomonedas es como un camino secundario de La farsa de las startups). Luego voy nutriendo las ideas principales que, por decantación, generan un goteo de microideas que calan hasta lo más bajo de la pirámide.
Cuando la estructura ya se vislumbra y he alimentado cada argumentación, queda mi parte favorita, dotar de estilo al ensayo. Encontrar un tono que vehicule el texto y darle un poco de color. Hay algo de goce estético en el proceso, como cuando un peluquero te ha cortado el pelo y luego te hace unos retoques en las patillas, en la nuca o en el flequillo. Ahí es cuando dejo que el Javier autor se inmiscuya en la labor del Javier investigador, que haga comentarios sobre elementos objetivos, que ironice, que se burle, que se asombre, que se indigne. Creo que el ensayo tiene que tener estos elementos subjetivos que anclen todo lo objetivo. La tensión entre la información objetiva y la interpretación subjetiva es como un baile que sucede en todo el proyecto.
Cuando ya he alimentado cada idea estructural y cada idea secundaria, cuando me he dejado llevar estéticamente y cuando el ensayo adquiere cuerpo y ha engordado como un porcino en una granja, viene la última labor: la de podado. Entonces, elimino repeticiones, castro ideas redundantes o contradictorias, y afino lo más grueso hasta que quede lo más orgánico posible.
Me gusta pensar en un ensayo como un río que fluye por su cauce natural y, simplemente, va cambiando el paisaje a su alrededor. Así hasta que desemboca en un lugar en calma, en el momento en que, todavía con pudor, todavía impostor, todavía inseguro, pero obligado porque ya me he desfondado y no tengo nada más que decir, le digo al editor: “Tengo un ensayo”.
Y este responde: “Vale, pues vamos a trabajar en ello”.
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Autor: Javier López Menacho. Título: La otra cara de las criptomedas. Editorial: Holobionte. Venta: Todos tus libros.
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