Inicio > Poesía > Un atlas poético de curiosidades

Un atlas poético de curiosidades

Un atlas poético de curiosidades

En la Europa de los siglos XVI y XVII el interés creciente por la exploración, la ciencia y la recolección de objetos exóticos y desconocidos traídos de expediciones a nuevos territorios dieron lugar a los “gabinetes de curiosidades” o “cuartos de maravillas”, unos espacios, precursores de los modernos museos, que albergaban colecciones de fósiles, minerales, animales disecados, objetos arqueológicos o misteriosos a los ojos curiosos de una élite de nobles y eruditos. La expansión colonial y los descubrimientos científicos facilitaron el acercar esos objetos de distintas partes del mundo conocido, elaborando con ello un atlas etnográfico y natural. A la manera de esos gabinetes de curiosidades, Atlas de Alba Cid (La Bella Varsovia, 2024) colecciona objetos, ritos y mitos, etimologías en estos versos para cartografiar los seis continentes y mostrarnos a través de su mirada asombrada y poética lo extraordinario que albergan, con el fin de preservar y proteger un legado universal. Este poemario en su original gallego obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven “Miguel Hernández” en el 2020, y su propia autora nos ofrece ahora su traducción.

Como cuadrantes en las cartas de navegación, seis ciclos, uno por cada continente (Europa, África, América, Asia, Oceanía, Ártico), junto a un paseo botánico en “Ensayos o Las flores de Okra se abrieron y cerraron durante el eclipse”, ubican este poemario donde las palabras transportan a partir de su propia historia la narración del pasado, al tiempo que trazan un mapa de la historia de la humanidad:

pequeña occidental
confías en la historia de las palabras
porque no pudiste confiar en la de los hombres

Las palabras sostienen la memoria y fertilizan el relato. La etimología se sustrae del rigor filológico para abrirnos a un océano de significados en los que se vislumbra una geografía viva:

sus  palabras conforman una mastaba en la mente de la otra,
un recinto dorado
-con razón mastaba proviene del árabe “lugar de tertulia”, que atesora
a su vez restos del griego antiguo stibás, “lecho de hierba”-

Pasado y presente, latitudes y longitudes se conjuran en sus tiempos, se prolongan y contraen las acepciones, consignándolas cual glosa apócrifa. A la manera de un códice, Alba Cid registra con precisión y acopia un sinfín de curiosidades que abarcan desde la historia de los tulipanes o el té, los lienzos de tela de araña, los mapas de hueso tallado de los inuits o las leyendas como la de las migraciones de las garzas a África, generando un palimpsesto de intertextualidades en el que sedimentan la cultura canónica e ilustrada y la popular, las leyendas y la mitología, la oralidad y la escritura:

el corazón hace acopio de bienes, podría ser Ptolomeo III
mandando copiar los libros
de cada nave que atraca en Alejandría.

O

en ciertos relatos sobre el diluvio,
el mundo que surge del desastre mejora el mundo precedente.

Donde podemos ver una alusión al mito griego de Deucalión y Pirra.

La poética narrativa de Alba Cid nos desplaza por un mapamundi etnográfico y antropológico que se aleja de las fórmulas de la poesía confesional reivindicando desde una voz personal y una metáfora pulida y simbólica la vigencia atemporal y universal de ciertos temas, así la memoria es equiparada a la delicada pintura en tela de araña:

Derramar las imágenes de la memoria en telas de araña
profusamente pintadas
(…)
así la memoria:
rescatar algunos perfiles, disipar otros, apretar en la palma de la mano
una estalactita      

o un lacrimario,

atesorar en un bastidor oval la belleza de las princesas flamencas,
un arte o una forma de devoción (la alquimia),
luz a través,
el mundo.

Cada poema se ramifica a su vez en tiempos y espacios distantes, trasplantando e injertando, como si fuesen las flores que germinan en los versos, artefactos e historias, libros y objetos de unas culturas a otras, en una ofrenda al respeto y memoria, al compromiso y consideración de lo ajeno, lo exótico, lo foráneo, que, por universal, no deja de ser propio, con el propósito de que perdure en el patrimonio intangible de la palabra:

pero el tiempo es un palíndromo, cuerpo de junco de pantano,
y cuando lo entendemos, solo queda derramar el lenguaje y describir
la manera lenta en que él abraza
sin saber
que el gesto era ya un sacrificio,
y que solo conseguimos abrazar así

Es inevitable deslizar los dedos por este Atlas y recorrer el perfil de los vocablos, atisbar el horizonte del pasado y su permanencia, mapear mareas y la flora insólita a través de unos versos que discurren como el río entre el Cañón del Sil para arribar a un barco, que es una casa, que es un corazón, y con él navegar a través de los océanos:

El cáliz de una flor
que flota si cae al agua,
y solo puede leerse mediante el tacto,
y que solo interpretará correctamente

quien lo creó.

Deja la palabra su tacto. Este poemario de Alba Cid es un audaz ejemplo de  imbricar saberes dispares dando a luz a un ingenioso tesoro de conocimientos, con la condición de que estemos dispuestos a dejarnos maravillar de cuanto esconde aún este mundo, pues, no de otro modo, se debe leer este Atlas, sino desde la certeza de lo desconocido. Esa red tejida por los objetos, la naturaleza y las historias, que viajan a través de los poemas, revelan una geografía inextinguible; sólo conociéndola, podremos comprendernos en esta globalidad. Este poemario, como aquellos gabinetes de curiosidades, reúne y preserva una herencia cultural, una flor que se abre entre dos eclipses.

—————————————

Autora: Alba Cid. Título: Atlas. Editorial: La Bella Varsovia. Venta: Todos tus libros.

5/5 (1 Puntuación. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios