Hacia 1887, Holmes recibió la visita de un alto representante de Westhouse & Marbank, de Fenchurch Street, los mayores importadores ingleses de vino de Burdeos, cuya misión era convencer al detective para que investigase qué podía suceder últimamente con el vino procedente de aquella región francesa, porque ya no parecía ser tan apreciado por el paladar de los consumidores ingleses. Este rechazo afectaba sobre todo al «clarete (Claret) Gladstone» (término que se empleaba para denominar al vino tinto importado de Burdeos y que también quería hacer referencia al primer ministro inglés, quien prestó su nombre a una pequeña maleta rígida de cuero duro). El alto representante de la importadora vinícola parecía querer sugerirle, con mucha discreción, que Burdeos y otras regiones de Francia tenían problemas con la plaga de la filoxera y se veían obligadas a importar vinos de otras regiones, y hasta quizá naciones, para venderlos a Inglaterra como si continuara siendo un producto oriundo de Burdeos. El asunto, desde el aspecto comercial, era muy importante, puesto que Francia, bajo esa denominación, exportaba a Inglaterra millones de botellas al año.
De inmediato, Holmes pensó en el señor Windibank, personaje de Un caso de identidad, que era viajante para esa firma importadora de vinos y además el padrastro de una clienta suya llamada Mary Sutherland, cuyo caso estaba a punto de resolver.
El día anterior había recibido también la visita de un representante del consejo vinícola de la denominación de Marsella que venía a solicitarle que esclareciera un enojoso asunto que ponía en un serio aprieto al vino de esa región, a cuyas bodegas se acusaba de vender vino de baja calidad a Burdeos para que no cesaran las exportaciones, cosa que los bodegueros negaban en rotundo, ya que estaban orgullosos de sus múltiples variedades de vinos, aunque aceptaban el hecho de haber importado vino de Grecia.
Holmes pensó en las casualidades que le deparaba la vida, ya que en un período muy breve de tiempo se le presentaron tres casos que de alguna manera tenían íntima relación con el vino. Sin pensárselo dos veces, se puso en contacto con Watson y le preguntó si estaba disponible para viajar con él a Burdeos y después a Marsella para hacerse cargo de un caso que seguramente no les llevaría demasiado tiempo. La contestación fue afirmativa, y pasados dos días se encontraban los dos en la elegante sede del consejo vinícola de Burdeos hablando con su secretario. Se trataba de un hombre muy amable y jovial, pero en ese momento malhumorado, porque no podía consentir que se pusiera en entredicho el buen nombre vinícola de la región. El caballero tenía una placa de latón sobre su mesa en la que se indicaba que su nombre era Windibank y su cargo el de «Secretario», cosa que a Holmes no dejó de alertarle.
El hecho es que todo fueron atenciones, y hasta los invitó a almorzar. Una vez consultada la carta y solicitados los mejores platos del menú, el señor Windibank le pidió al sumiller que les sirviera un “vino de la casa” para que sus invitados pudieran comprobar la calidad de un vino “corriente” de Burdeos. Holmes y Watson pudieron apreciar su excelencia, y al terminar la comida partieron hacia la estación de ferrocarril para tomar el expreso de Marsella. La distancia era de aproximadamente 650 kilómetros, y decidieron coger un departamento del coche-cama. A la mañana siguiente se dirigieron en un hansom (coche de dos plazas tirado por un solo caballo) desde la hermosa estación de Saint-Charles a un hotel que llevaba el mismo nombre, posiblemente por la cercanía de ambos edificios, y una vez aseados fueron a visitar el consejo vinícola de Marsella, y allí los recibió también su secretario, que curiosamente tenía una placa de latón sobre su mesa en la que indicaba que su nombre era Hosmer Angel y su cargo el de «secretario», con lo cual Holmes casi tenía el caso resuelto. El tal Hosmer Angel era un hombre algo retraído, tenía una voz vacilante y llevaba unas gafas con cristales tintados. Estaba claro que de aquel sujeto no sacarían nada en claro. Holmes pensó que si le daba la vuelta al letrero de latón pondría en el reverso Windibank «Secretario». Aquel hombre se ajustaba perfectamente a la descripción dada por su clienta, la señorita Sutherland, es decir, la hijastra del personaje de Burdeos y de Marsella, pero este último seguro que estaba disfrazado. Aquel tipo tenía una organización montada para estafar, y jugaba a dos barajas.
Al regresar al hotel, después de haber perdido la mañana, Holmes llamó a la policía y les puso al corriente del caso. Se consiguió una orden judicial, se registraron algunas bodegas y se descubrió la estafa.
Holmes resolvió tres casos de un plumazo (el de Burdeos, el de Marsella y el de la señorita Sutherland) y la policía de Marsella le regaló un curioso y antiguo libro, que habían decomisado, y que detallaba más 50 métodos para envejecer el vino prematuramente. Algunos se remontaban a la época del emperador Adriano.
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