Antonio Gala en su paisaje. Crónica de un compromiso, de Françoise Dubosquet Lairys y publicado por la Fundación José Manuel Lara hace muy poquito, me ha impresionado por una razón muy simple: a pesar de que Antonio parecía siempre estar hablando de él mismo, nunca lo hacía en realidad. En su vida pública, que fue muy pública por popular y por amada, practicaba la forma exacta en la que colocar la palabra adecuada y captar la atención; sin embargo esta teatralidad era su truco para narrar justo lo que quería, ni una palabra más ni una menos, y ocultarse detrás. Antonio estaba más en lo de fuera, en el mundo, en el análisis de lo que le ocurría al pueblo, que en él mismo. La prueba más significativa es que su Fundación Antonio Gala no fue construida para mayor gloria de su pasado, sino para el futuro: para cuidar de los jóvenes creadores en los que tan poca gente piensa. La segunda prueba es que sacrificó parte del posible reconocimiento académico que pudiera tener a cambio de una popularidad que sufría, pero que lo acercaba a lo que de veras le importaba: la gente. A él no le interesaba tener una cultura que no conectase con un hombre que trabajaba el campo con sus propias manos. Y la tenía, pero sabía cómo inclinarla a las necesidades ajenas, al compromiso político con el pueblo —que no con los políticos, a los que exigió que cumplieran con sus responsabilidades en cualquier tipo de circunstancia—, a la crónica de cada tiempo.
Françoise Dubosquet, académica sin duda, pero también amiga, sabe comprender la importancia que tiene Antonio Gala como cronista de su tiempo a través de los artículos que, durante años, escribió en diferentes medios; defiende la idea de que esos artículos, no sólo narran lo que fue España, Europa y quizá el mundo durante casi cuarenta años, sino que tienen una vigencia en muchos casos arrolladora; pero, sobre todo, desnuda a Antonio Gala y, párrafo a párrafo nos desgrana el quién está detrás de esa voz, esas palabras y ese compromiso social. El libro defiende la idea de que Antonio Gala está más en su faceta de articulista que en cualquier otra faceta de su prolífica obra, a pesar de que, cuando se refiera a él, utilice la palabra «poeta». Honestamente, creo que lo defiende como nadie podría haberlo hecho, quizá ni el mismo Antonio, que se hubiera negado a hacerlo rotundamente como siempre se negaba a hablar de él mismo en lo que era de veras profundo e importante. Quizá Françoise Dubosquet ha escrito, a lo mejor sin saberlo, la biografía que el propio Antonio Gala se hubiera negado a hacer y puede que a reconocer escrita por otro. Lo cierto es que, si lo que se quiere es profundizar en quién es él, qué le importa, qué le interesa, cómo ve el mundo, acercarse a este libro es imprescindible y, además, absolutamente disfrutable.
Antonio Gala lo había contado todo, viene a decir de alguna manera Dubosquet, pero lo había hecho sin pretenderlo. Sólo había que saber mirar. Sólo había que colocarlo en esa realidad que tan bien lograba sintetizar en prensa. Sólo había que colocarlo como la figura en su paisaje. El compromiso absoluto con la necesidad del más pequeño lo define. La capacidad para hacer accesible lo más complejo al menos leído lo define. La generosidad, la necesidad del amor, la fascinación por la belleza, por lo popular, por lo andaluz lo definen. Todo eso estuvo siempre en sus artículos y sí, Françoise Dubosquet lo ha sabido ver, señalar y destacar para que al tiempo le cueste mucho más devorar la memoria de un espíritu tan libre. Sólo puedo agradecerlo.
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Autora: Françoise Dubosquet Lairys. Título: Antonio Gala en su paisaje. Crónica de un compromiso. Editorial: Fundación José Manuel Lara. Venta: Todostuslibros.
«Quién me viera caer, lento y seguro,
sin más calor ni más resurgimiento,
gris el alma y frustrada entre lo oscuro.»
Antonio Gala