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Un fascista al que salvó de la muerte la literatura

Un fascista al que salvó de la muerte la literatura

Escribir sobre Ezra Pound en una web literaria, donde un poeta de su altura será harto sabido, leído y admirado por todos los amantes de la lírica del siglo XX, puede convertirse en un mero periplo por esos lugares comunes que acaban siendo los halagos a un creador y a su obra cuando empiezan a ser universales y repetitivos. Sin embargo, en su vida aún queda un misterio, una incógnita que despejar.

Cumpliéndose hoy el 139 aniversario del nacimiento de Pound en Haley (Idaho), y mañana el 52 de su muerte en Venecia 87 años después, parece pertinente volver sobre el autor de Cantos (1917-1962), Hugh Selwyn Mauberley (1920) o En una estación de metro (1913), poema publicado en la revista Chicago Poetry: A Magazine of Verse, que es tenido como una de las máximas expresiones de la poesía imaginista: aquella alzada contra la romántica y la victoriana, por su excesiva elaboración y desmesurado sentimentalismo. Frente a aquella poética clásica, la nueva lírica abogaba por la concisión, por la imagen intensa expresada con palabras.

"Pound, afincado en Londres, fue junto con Hilda Doolitle y Richard Aldington uno de los principales impulsores de la nueva poesía. Su vida fue una entrega absoluta a la literatura"

Tanto o más que la creación, pero acaso menos conocida, en Pound también se celebra su faceta como crítico. Comenzó a marcar la pauta en 1912, año del renacimiento de la poesía estadounidense. Una edad de los prodigios que lo fue, entre otras cosas, porque Harriet Monroe en aquel octubre fundó Chicago Poetry: A Magazine of Verse, que al punto se convirtió en un espacio para los nuevos poetas. Pound, afincado en Londres, fue junto con Hilda Doolitle y Richard Aldington uno de los principales impulsores de la nueva poesía. Su vida fue una entrega absoluta a la literatura.

Lo que ya es menos sabido es que hablaba español. Tiempo atrás, en 1906, preparaba en la biblioteca del Palacio Real de Madrid su tesis doctoral sobre la obra de Lope de Vega cuando una explosión le distrajo: en la calle Mayor, Mateo Morral acababa de arrojar una bomba al paso de la comitiva nupcial de Alfonso XIII. Tras tres semanas en Madrid, y sendas temporadas en París y Londres, regresó a Estados Unidos. En septiembre de 1907 empezó a dar clases de español y francés en el Wabash College de Crawfordsville (Indiana), pero en enero de 1908 ya le habían despedido: demasiado europeísmo, adujeron los responsables del centro.

"No exagerará quien diga que el poeta que hoy conmemoramos dirigió una buena parte de las lecturas de la Generación Perdida, a quienes descubrió no solo autores y obras, también literaturas nacionales completas"

Desde sus primeros textos teóricos, sobre el arte de escribir en verso, a Pound le cupo el honor de ser el primero en condenar la mansedumbre del academicismo. Cómo leer (1931), El A B C de la lectura (1934) o Cosas nuevas: Guía de la cultura (1938) reúnen algunas de sus mejores teorías sobre la creación literaria. Aún ahora sus juicios siguen teniendo vigencia. Todo en él era literatura y la literatura le salvó la vida. Valedor de James Joyce y T. S. Eliot en sus comienzos, al acabar la guerra, viéndose abocado al pelotón de fusilamiento por traición a su país, la literatura fue en su ayuda: algunos de sus mejores cultivadores le salvaron la vida.

A diferencia de Ann Radcliffe, quien hizo de Italia y España —los países papistas por antonomasia para el anglicanismo— el escenario de sus horrores, Byron y Shelley amaron a Italia con una pasión inusitada hasta entonces en las letras anglosajonas, ímpetu que alcanzó su máxima expresión, ya en el siglo XX, en el fascismo de Ezra Pound. Su influencia fue determinante en sus contemporáneos. No exagerará quien diga que el poeta que hoy conmemoramos dirigió una buena parte de las lecturas de la Generación Perdida, a quienes descubrió no solo autores y obras, también literaturas nacionales completas.

Más cercano a las letras en español, el creacionismo del poeta chileno Vicente Huidobro es expuesto por primera vez en el ateneo de Buenos Aires en 1916. El creacionismo, según el propio Huidobro, fue el equivalente en nuestro idioma al imaginismo, que entonces florecía en la lengua de Shakespeare bajo los auspicios de Pound.

"Fue necesaria la intervención de Hemingway, Eliot y otros destacados escritores de aquellos días para que el autor de Hugh Selwyn Mauberley fuese sacado de la jaula en que estuvo recluido durante varios meses"

Decía Allen Ginsberg —que era judío— que Pound, el poeta de la Generación Perdida, se escandalizaba cuando se hablaba del antisemitismo de sus versos. Coincidía en su odio a lo hebreo con la izquierda, que quiere romper las relaciones con Israel y se muestra muy sorprendida cuando se señala el racismo de su antisemitismo.

Lo que nunca le causó el más mínimo rubor al autor de Cantos fue que le reprocharan su fascismo. Su amor a la cultura italiana le llevó a convertirse en un ardiente admirador de Mussolini, llegando a desempeñar un papel destacado como propagandista de la república de Salo.

Detenido por los partisanos en mayo de 1945, éstos le consideraron un enemigo “sin interés” y le entregaron a las autoridades estadounidenses. Fue necesaria la intervención de Hemingway, Eliot y otros destacados escritores de aquellos días para que el autor de Hugh Selwyn Mauberley fuese sacado de la jaula en que estuvo recluido durante varios meses. Sin oscuridad que le permitiera conciliar el sueño, sufrió ataques de pánico y de histeria. Ahora bien, considerado un demente, Ezra Pound fue librado del juicio por traición que le aguardaba en Washington, lo que le hubiera llevado frente al pelotón de fusilamiento, y confinado durante doce años en una institución psiquiátrica donde se dedicó a traducir a Confucio. Así se escribe la historia.

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