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Un gato en el palomar, de Agatha Christie

Un gato en el palomar, de Agatha Christie

La editorial Espasa ha añadido tres títulos a su Colección Agatha Christie: Un gato en el palomar, un exótico caso de espionaje protagonizado por Poirot; Destino desconocido, una intriga internacional con científicos nucleares; y El secreto de Chimneys, una novela ambientada en la ficticia Herzoslovaquia.

En Zenda ofrecemos las primeras páginas de Un gato en palomar (Espasa), de Agatha Christie.

*******

1

Revolución en Ramat

Unos dos meses antes del primer día del último trimestre del curso en Meadowbank tuvieron lugar determinados sucesos que repercutirían en la vida de aquel renombrado internado femenino.

Descansando en uno de los aposentos del palacio de Ramat, dos jóvenes fumaban mientras consideraban el futuro más inmediato. Uno de ellos, moreno, con una faz tersa y aceitunada y unos grandes ojos de mirada melancólica, era el príncipe Alí Yusuf, heredero del jeque de Ramat, Estado que, si bien diminuto, era uno de los más ricos de Oriente Medio. El otro joven era pelirrojo y pecoso, y no tendría ni un penique si no fuera por la bonita asignación que le pasaba el príncipe Alí Yusuf en calidad de piloto privado suyo.

A pesar de la diferencia de posición, se trataban de igual a igual. Los dos se habían educado en el mismo colegio y desde entonces no dejaron de considerarse íntimos amigos.

—Nos dispararon, Bob — aseguró el príncipe Alí, resistiéndose a creerlo.

—Sí, nos dispararon a dar — repitió Bob Rawlinson.

—Se habían propuesto derribarnos.

—Eso es lo que pretendían los muy bastardos — aseveró Bob con voz lúgubre.

Alí consideró por un momento:

—¿Merecería la pena intentarlo de nuevo?

—Puede que esta vez no tuviéramos tanta suerte. La verdad es, Alí, que lo hemos dejado todo para última hora. Hace ya dos semanas que deberíamos haber huido, como te aconsejé.

—No es muy grato escapar así… — dijo el gobernante de Ramat.

—Me hago cargo de tu punto de vista. Pero recuerda que Shakespeare o uno de esos poetas dijo que los que huyen salvan su vida para poder luchar otro día.

—Cuando pienso en el dinero que se ha ido en transformar este reino en un Estado próspero… — reflexionó con sentimiento el joven príncipe—. Sanatorios, escuelas, servicios de asistencia médica…

Bob Rawlinson le interrumpió:

—¿No podría hacer algo la embajada?

Alí Yusuf enrojeció airadamente.

—¿Refugiarme en tu embajada? Eso nunca. Los extremistas, con toda seguridad, asaltarían el edificio; no respetarían la inmunidad diplomática. Además, si llegara a hacer eso, sería el fin. Ya tengo bastante con que la principal acusación en mi contra sea la de prooccidental. — Exhaló un quejido—. ¡Es tan difícil comprenderlo! — Sus palabras sonaron anhelantes, dando la sensación de ser más joven de los veinticinco años que tenía—. Mi abuelo fue un hombre cruel, un auténtico tirano. Tenía centenares de esclavos y los trataba de una manera despiadada.

»En sus guerras contra las tribus que le eran hostiles mataba a sus enemigos sin compasión, y los hacía ejecutar de la manera más horripilante. El mero susurro de su nombre hacía que todo el mundo palideciera. Y, sin embargo, continúa siendo un personaje de leyenda, admirado y venerado. ¡El gran Achmed Abdullah! Pero yo… ¿Qué es lo que he hecho yo? Edificar hospitales y colegios, proporcionarles bienestar, construirles viviendas y todas esas cosas que dicen que el pueblo necesita. ¿Es que no las quieren? ¿Acaso preferirían un régimen del terror como el de mi abuelo?

—Me temo que es eso — replicó Bob Rawlinson—. Parece un poco injusto, pero es así.

—Pero ¿por qué, Bob? ¿Por qué?

Bob Rawlinson suspiró y se retorció en el diván, haciendo un esfuerzo por explicar lo que sentía. Tenía que vencer su falta de fluidez verbal.

—Bueno — empezó—. Supongo que será porque montó un espectáculo. Él era un tipo, digamos…, dramático, si entiendes mi comparación.

Contempló de frente a su amigo, quien, y era algo evidente, no tenía nada de dramático. Era un chico delicado, plácido, sencillo… Correcto, decente… Alí era así, y a Bob le gustaba por eso. Ni pintoresco ni impetuoso. Y si bien en Inglaterra los tipos pintorescos e impetuosos causan perplejidad y no son muy queridos, Bob estaba más que seguro de que era diferente en Oriente Medio.

—Pero la democracia… — empezó a decir Alí.

—¡Oh! La democracia… — Bob ondeó su pipa en el aire—. Eso es algo que significa cosas distintas en todas partes pero estoy muy seguro de que nunca significa lo que originariamente dieron a entender los griegos. Apuesto lo que quieras a que, si logran darte la patada, surgirá algún mercachifle exaltado que tome las riendas del poder vociferando sus propias alabanzas, divinizándose a sí mismo y ahorcando o desollando a cualquiera que ose disentir de él en cualquier aspecto. Y, fíjate en lo que te digo, él llamará al suyo «un gobierno democrático»… Del pueblo y para el pueblo… Y espero que, además, al pueblo le encante todo eso. Será excitante para ellos. ¡Sangre a torrentes!

—¡Pero no somos salvajes! Hoy en día somos una sociedad civilizada.

—Hay diferentes tipos de civilización — explicó vagamente Bob—. Además, yo me inclino a creer que todos nosotros albergamos un poquito de salvajismo en nuestro interior y le damos rienda suelta si conseguimos una excusa verosímil.

—Es posible que estés en lo cierto — contestó Alí sombríamente.

—Lo que al parecer no desea hoy el pueblo en ninguna parte es un gobernante que posea una dosis mínima de sentido común. Yo no he sido nunca un tipo con mucha cabeza, que digamos… ¡Bueno!, eso lo sabes tú de sobra, Alí… Sin embargo, a veces pienso que es la única cosa que hace falta en el mundo… Solo una pizca de sentido común. — Apartó la pipa a un lado y se enderezó en el diván—. Pero no tienes por qué preocuparte de eso ahora. Lo que importa es cómo voy a sacarte de aquí. ¿Hay alguien en el ejército en quien puedas confiar ciegamente? El príncipe Alí negó con la cabeza, apesadumbrado.

—Hace dos semanas te habría contestado que sí, pero hoy lo ignoro… No puedo estar seguro…

———————

Autora: Agatha Christie. Título: Un gato en el palomar. Traducción: Francisco Abril. Editorial: Espasa. Venta: Todostuslibros.

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